Las fuerzas militares del Gobierno prooccidental de Afganistán lanzaron ayer una contraofensiva para tratar de recuperar la capital de la provincia de Kunduz, situada en el noroeste del país. Kunduz es la primera ciudad de envergadura que conquistan los talibanes desde que EEUU invadiera el país en el 2001, un traspiés que ha hecho saltar las alarmas en las cancillerías de la OTAN, solo nueve meses después de que las fuerzas de la coalición internacional dejaran formalmente de combatir en el avispero afgano. El Gobierno de Kabul ha enviado refuerzos, pero aparentemente es difícil acercarse a Kunduz por las emboscadas insurgentes.

Con una población que según el último censo afgano rondaría los 300.000 habitantes, los talibanes se apoderaron de Kunduz después de varios meses de avance hacia la ciudad. Y el problema no fue que las fuerzas gubernamentales se vieran desbordadas numéricamente por los yihadistas, sino que acabaron sucumbiendo a la presión. De hecho, según fuentes citadas por el New York Times , los talibanes apenas contaban con medio millar de hombres frente a los 7.000 del Gobierno. "El problema no fue la falta de fuerzas de seguridad, sino un liderazgo deficiente para dirigir a esos hombres", dijo el gobernador de distrito, Zalmai Farooqi. En la provincia, los talibanes controlarían el 70% del territorio.

La contraofensiva desde el aeropuerto de la ciudad avanza lentamente y por ahora apenas tiene apoyo directo de la coalición de la OTAN. La aviación estadounidense lanzó un solo bombardeo para neutralizar una amenaza contra las fuerzas afganas e internacionales, según el Pentágono. En las calles del centro de la ciudad, los talibanes campaban a sus anchas celebrando la victoria y, pese a haber prometido que respetarían los derechos de propiedad y se abstendrían de las tropelías habituales, saquearon una oficina regional de Naciones Unidas, varios negocios y las dependencias de la inteligencia afgana.

Este último revés para las fuerzas del presidente Ashraf Ghani llega una semana antes de que el comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán, que desde principios de año se dedican fundamentalmente a entrenar y asesorar a sus aliados afganos, testifique ante el Congreso.

La Casa Blanca debe decidir si mantiene en el país a sus 10.000 militares desplegados o continúa repatriándolos. Los talibanes son todavía fuertes en varias provincias afganas y se teme y las tímidas intentonas de negociar una paz no están yendo a ningún sitio.