Los compromisos alcanzados con fórceps en la Unión Europea (UE) no detendrán la ola de refugiados, ni resolverán el caos que se está extendiendo en las fronteras y rutas internacionales de los Balcanes y el centro de Europa.

El reparto de refugiados por países, que varios gobiernos han indicado que no acatarán, se limita a 66.000 personas este año y a 54.000 en el 2016, mientras que la ONU cifra la llegada media de refugiados a Europa en 8.000 personas diarias.

El presidente de la UE, Donald Tusk , reconoce que "la mayor ola de refugiados e inmigrantes aún está por venir" y que los más de dos millones de sirios que se hacinan en campamentos en Turquía, Líbano y Jordania "están determinados a alcanzar Europa". Pero los líderes europeos no parecen escucharle y el primer ministro francés, Manuel Valls , ha descartado que Francia acepte más de los 30.000 refugiados pactados en dos años. Mientras tanto, los refugiados empiezan a llegar incluso a Finlandia y Noruega a través de Rusia y la ONU prevé otra ola procedente de Irak.

La ayuda financiera de 1.000 millones de euros prometida por la UE al Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) tardará meses en desembolsarse y en que sus efectos puedan percibirse. El fondo de urgencia para Africa de 1.800 millones para frenar la inmigración todavía tiene que crearse.

Los centros de acogida, selección de refugiados y rechazo de inmigrantes que deben estar operativos en Italia y Grecia "antes de fin de noviembre", según acordó de la cumbre de la UE, quedarán rápidamente desbordados por el alud de personas a atender y la dificultad práctica de devolver a los considerados inmigrantes.

El colapso económico de Grecia, ahogada tras cinco años de draconianas políticas de ajuste, deja a Atenas sin capacidad para cumplir las exigencias de sus socios en ese control, máxime cuando al país han llegado más de 357.000 refugiados e inmigrantes en lo que va de año.

Turquía aparece como el gran beneficiario político de esta crisis, ya que los líderes europeos dependen de Ankara para intentar frenar a los 1,7 millones de refugiados sirios que alberga y a las demás personas en tránsito por su territorio hacia la UE.

El presidente turco, el cada vez más autoritario e islamista Recep Tayyip Erdogan , ya ha logrado que la UE no se muestre beligerante con su campaña de detenciones de periodistas, ataques a la libertad de expresión y violencia contra los medios de comunicación y los abusos del estado de sitio en varias ciudades kurdas. El primer ministro turco, Ahmet Davutoglu , incluso envió una carta a los líderes europeos en la que condicionaba su cooperación a que se facilitara el visado de entrada a la UE para los ciudadanos turcos.

La ola de refugiados ha reactivado el interés de la UE en buscar un acuerdo político a la guerra civil siria y en aceptar que en ese pacto se debe contar con el régimen de Bashar al Assad , que sigue controlando una parte importante del territorio y cuenta con el sostén del 30% de la población no suní. El expresidente finlandés y premio Nobel de la Paz Marti Athisaari recuerda que la UE, empujada por EEUU, Gran Bretaña y Francia, desestimó en febrero del 2012 una propuesta de negociación rusa que incluía el abandono del poder por parte de Assad tras un periodo transitorio, porque estaban convencidos de que el régimen iba a caer en cuestión de semanas. "Fue una oportunidad perdida", lamenta Athisaari.

La UE ha subestimado la estrategia de Arabia Saudí y los países del Golfo, que financian a los grupos yihadistas y Estado Islámico en Siria. Esos países, además de liquidar a un aliado de Irán, quieren destruir el estado multirreligioso que representa el régimen de Damasco, ya que constituye un mal ejemplo y una aberración en su extremista concepción del islam suní. La paz en Siria no es posible sin un acuerdo satisfactorio para el 30% de la población no suní (alauís, chiís, cristianos, drusos), porque la victoria yihadista les deportaría la muerte o el exilio.