"No es posible continuar un proceso de paz con quienes tienen como objetivo atacar nuestra unidad nacional y fraternidad". Las palabras del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, dejan poco margen de duda sobre el estado de las conversaciones de paz iniciadas en el 2013 con la milicia kurda del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

"Quienes explotan a la gente y la tolerancia y la paciencia del Estado recibirán la respuesta que merecen lo antes posible. No nos planteamos dar un paso atrás", aseveró el mandatario turco, quien abogó por el levantamiento de la inmunidad a los diputados vinvulados con el PKK, considerado grupo terrorista por los gobiernos de Ankara, Washington y Bruselas.

La reactivación de este conflicto llega en un momento en el que el pro kurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP) logró entrar en el hemiciclo turco en las recientes elecciones celebradas el 7 de junio con 80 diputados (algunos de ellos relacionados con el PKK), en una apuesta del sector izquierdista por encontrar solución.

Eficaces contra el EI

Además, las milicias kurdas en Siria e Irak han demostrado ser los actores más eficaces para la contención del avance del Estado Islámico (EI) en la zona, un hecho que inquieta a Ankara, ya que no quiere que emerja un movimiento pankurdista fortalecido de esta situación. La paradoja reside en que algunos de los aliados occidentales de Turquía han estado armando a estas milicias.

Por su parte, el PKK y otras organizaciones kurdas han criticado a Turquía por no centrarse en contener al EI, cuyas víctimas en suelo turco han sido en su mayoría pro-kurdos. El analista Mensur Akgün, director del Centro Global de Tendencias Políticas, justifica la campaña militar contra los dos grupos armados así: "ambos suponen una amenaza para la seguridad".