"Los griegos somos los taxistas del mar, transportamos de todo, a cualquier parte y en cualquier momento. Somos los número 1 del transporte marítimo", exclama ufano el armador George Vernicos. No le falta razón: Grecia es un país con una tradición náutica de miles de años y sus armadores disponen de la flota mercante más grande del mundo. Es un sector con pingües beneficios y, además, apenas se pagan impuestos.

Las oficinas de Vernicos Yacht no son excesivamente lujosas y están situadas en un pequeño chalet de la costa ateniense, rodeado de feos edificios. En su interior se amontonan fotos familiares y catálogos, pero todo tiene un aire transitorio, como listo para un cambio en cualquier momento. Las oficinas del piso de abajo, de hecho, acaban de mudarlas a otro lugar.

Pero los yates no son el único negocio. El hermano, el padre, el abuelo y así hasta llegar a las generaciones del siglo XIX han hecho negocios en el mar: el propio Vernicos tiene intereses en la construcción de buques y en empresas de remolque, salvamento y logística marítima, además de ser uno de los accionistas principales de Dolphin Capital, la mayor compañía de inversión inmobiliaria que cotiza en la Bolsa de Londres.

Por su activismo social --ha presidido Greenpeace Grecia, por ejemplo--, Vernicos es considerado una de las caras más amables de su oficio, algo que no le libró de ser suspendido de su cargo de viceministro de Marina Mercante apenas unos días después de su nombramiento el pasado junio, cuando se hizo público que operaba a través de compañías con sede en paraísos fiscales, lo que la Constitución helena prohíbe a los cargos públicos.

EJEMPLO DEL 'PRESTIGE' Rastrear una compañía naval es una tarea extremadamente difícil. El petrolero Prestige es un ejemplo claro: navegaba con pabellón de conveniencia de Bahamas (paraíso fiscal), transportaba carga de una empresa rusa con sede en Suiza, estaba asegurado en Londres y pertenecía a una empresa registrada en Liberia (aunque se cree que estaba ligada a la familia griega Koulouthros). Esta manera de actuar es una de las principales razones por las que resulta tan complicado hacer tributar a los armadores, tal y como explica el exviceministro de Marina Mercante Adonis Georgiadis: "La industria naviera es la más globalizada del mundo. No podemos pedirles grandes impuestos porque entonces dejarán la bandera griega. Se puede conseguir un pabellón de conveniencia en 24 horas".

El negocio naviero es uno de los más importantes del país, junto al turismo, y da trabajo a unos 200.000 griegos. Sin embargo, apenas reporta dividendos directos al Estado, ya que la legislación tributaria de las empresas armadoras --protegida por el artículo 107 de la Constitución para evitar que cambie de un Gobierno a otro-- tasa a los barcos según su capacidad de transporte y no sobre el nivel de sus beneficios. Por ejemplo, un buque con un registro bruto de 45.000 toneladas solo pagaría unos 23.000 euros.

Recientemente, el Gobierno del conservador Andonis Samarás firmó un acuerdo por el que la Unión de Armadores contribuirá a Grecia con un pago de 200 millones de euros anuales, pura calderilla si se tiene en cuenta que en la última década los armadores repatriaron 135.000 millones de euros libres de impuestos a los bancos de Grecia. Y, obviamente, también poseen cuentas en otras partes del mundo.

MARINEROS SIN CONTRATO Por si fuera poco, los sindicatos del ramo denuncian que en los buques trabajan muchos marineros sin contrato y que parte de los salarios se entrega en sobres para reducir las contribuciones a la Seguridad Social. El hecho contrasta con la situación de los ciudadanos de a pie que, además de ver recortados sus ingresos debido a la crisis económica, han sufrido un gran incremento de los impuestos, tanto directos como indirectos.

"Es un escándalo", se queja Gavriil Sakelaridis, miembro del departamento económico de Syriza, el principal partido de la oposición: "Durante las últimas décadas los armadores han hecho cantidades enormes de dinero y ellos también deben pagar parte del coste de la crisis. Siempre hablan de lo que aman a su país, pero si son tan patriotas deberían pagar impuestos justos".

IMPUESTOS Precisamente, Syriza anunció antes de las pasadas elecciones que, de ganar, elevaría los impuestos a los armadores. La respuesta no se hizo esperar: "Si nos suben los impuestos, nos iremos". En las 48 horas previas al voto los armadores griegos recibieron múltiples ofertas de los estados con bandera de conveniencia que invitaban al cambio de pabellón con un descuento del 50%.

"Si hubiese ganado Syriza, nos habríamos quedado sin barcos al día siguiente. Y, por tanto, sin puestos de trabajo y sin dinero", critica el exviceministro Georgiadis: "Subir los impuestos es la estúpida forma de pensar de la izquierda. Lo realmente patriota es ayudar a los armadores a que les vaya bien".