"Por fin", suspiraron ayer muchos en Guatemala y en el mundo. A cuatro días de cumplirse 31 años de su presentación al frente de una Junta militar tras un golpe de Estado, el exgeneral Efraín Ríos Montt se sentó en el banquillo, acusado de genocidio y delitos contra la humanidad por el asesinato y las violaciones de millares de indígenas. En los 16 meses que estuvo en el poder, el militar mesiánico y pastor evangélico fundamentalista aplicó contra todo lo que oliera a izquierdismo una política que aún sangra al país centroamericano: la de 'tierra arrasada'.

Los arqueólogos mexicanos que trabajaban en Yaxchilán no olvidarán que al otro lado del río Usumacinta había una aldea llamada Campesino. Cruzaban el río para jugar a fútbol con los guatemaltecos y un día, ellos mismos tuvieron que refugiarse en la pirámide: "Los aviones bombardearon hasta arrasar Campesino". Los recuerdos se multiplicaron ayer en Guatemala en torno a los 10.000 muertos y las 450 aldeas borradas del mapa que dejó ese corto periodo, así como los 240.000 muertos en 36 años de guerra civil desde 1960.

En el Tribunal Supremo, Ríos Montt, de 86 años, y su antiguo jefe de inteligencia, el exgeneral José Rodríguez, fueron acusados del asesinato de 1.771 indígenas y de la violación de sus mujeres. El 40% de los asesinados eran menores de 12 años. Supervivientes y familiares lucharon durante años para conseguir este juicio, mientras el exdictador se escudaba tras su escaño de diputado. Hasta que en enero del 2012 pudo ser acusado

Ayer, Ríos Montt llegó al tribunal en una ambulancia. En silencio. En este año, solo reconoció que durante su mandato se dieron "algunos excesos", de los que no fue responsable. Centenares de familiares y activistas se congregaron frente al tribunal. Todos decían, como la premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú: "Hoy es un día muy grande para Guatemala".