Cuando la película Swastika se presentó en 1973 en el Festival de Cannes, el escándalo fue enorme. El documental era un montaje de escenas caseras de Adolf Hitler con sus íntimos colaboradores y amigos, rodadas por su amante, Eva Braun. Las imágenes mostraban al genocida, relajado, de traje y corbata, tomando una taza de té, acariciando al perro, jugando con los niños de la familia. El público reaccionó con gritos de "asesino" y con pateos, horrorizado de que se exhibiera el lado más humano de uno de los más grandes criminales de la historia. Aquella reacción fue un golpe difícil de encajar para el hombre que había empeñado varios años buscando las cintas perdidas de Eva Braun.

Lutz Becker había sufrido los horrores de nazismo desde el día en que nació en Berlín, en 1941. El artista e historiador, afincado en Londres, guarda de los primeros años de niñez el recuerdo pavoroso de las bombas de los aliados y de los cuerpos de los soldados muertos en las calles. Becker tomó la decisión de encontrar como fuera el material rodado por la mujer que más cerca había estado de Hitler. Los escritores Robert McCrum y Taylor Downing han reconstruido la búsqueda de aquel tesoro documental. Becker buceó en los archivos del Museo de la Guerra, en Londres, sin resultado. En los Archivos Nacionales de Washington no halló nada pero le hablaron de un material no clasificado. Fue así como encontró en 1972 unas latas abandonadas con etiquetas en alemán. Al mirar al contraluz los fotogramas, descubrió a Hitler tomando el sol en su chalet alpino.