Sucedió a mediados de la primavera pasada. Con el fin de airear sus desencuentros con el guía supremo de la revolución, el ayatolá Alí Jamenei, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, se ausentó varias veces de las reuniones del Gobierno, eludiendo algunas de las obligaciones de su cargo. Circularon rumores de que el jefe del Estado estaba sopesando dimitir y, de inmediato, un alud de críticas de clérigos, parlamentarios y comandantes militares cayó sobre él, acusándole de soslayar la autoridad de Jamenei, su superior y líder espiritual de la revolución iraní.

Por vez primera, las grietas en el bloque conservador iraní --cuyos puntales son el propio guía supremo de la revolución y el presidente-- salían a la luz de forma impúdica, mostrando graves disensiones internas y revelando que los dos grandes dirigentes del país no forman, ni mucho menos, un tándem bien avenido.

"Existe una lucha entre Ahmadineyad y los clérigos que rodean a Jamenei y, aunque pueda materializarse en discusiones sobre oscuros temas religiosos, es sobre todo por el poder político", escribe Conn Halliman, columnista de la publicación en internet Counterpunch . Mehrdad Khonsari, del Centro para Estudios Arabes e Iranís en Londres, calificó las disensiones, en declaraciones a Al Jazira, de "graves".

La disputa parece girar en torno a Esfandiar Rahim Mashaei, consuegro de Ahmadineyad, jefe de su gabinete y su principal asesor. Mashaei, pragmático y autor de declaraciones que en Irán son insólitas --"la era de la soberanía de la religión ha pasado" y "un Gobierno islámico no es capaz de dirigir un país vasto y populoso como Irán"-- aboga por limitar los poderes del estamento clerical. En despachos estadounidenses filtrados por Wikileaks, se le describe como un hombre que estaba siendo promocionado como sucesor de Ahmadineyad cara a las presidenciales del 2013, dado que este último no puede presentarse tres veces.

El detonante de la crisis primaveral fue la destitución del ministro de Inteligencia, Heydar Moslemi, quien habría ordenado intervenir los teléfonos del favorito de Ahmadineyad y habría reunido datos sobre los planes del presidente cara a las parlamentarias de este año y las presidenciales. Desautorizando al jefe del Estado, Jamenei revocó la decisión y reinstaló a Moslemi.

¿Favorece o perjudica esta disputa las posibilidades de un pacto con el país sobre su programa nuclear? Los analistas no dudan: "Ahmadineyad no tenía poder para negociar nada sin la aprobación de Jamenei, pero sin ella tampoco hay nadie con quien hablar. La disputa es mala a efectos de sentar a Irán en una mesa", dice Gary Sick, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Columbia.

Mientras, las protestas que en el resto del mundo árabe echaron a la calle a miles de personas también tomaron Irán en febrero. Fueron reprimidas y acalladas, como en el 2009 y el 2010, cuando miles de personas protestaron contra el fraude electoral que dio un segundo mandato a Ahmadineyad.