Mientras las bombas aliadas caen sobre Libia, la comunidad internacional se une para presionar al régimen de Muamar el Gadafi y el mundo sigue con atención las revueltas y represiones violentas que se extienden por el mundo árabe, una guerra civil hierve en Costa de Marfil. La violencia se ha intensificado en el país africano desde las elecciones del pasado noviembre, cuando Laurent Gbagbo, que rechaza abandonar la presidencia, se negó a reconocer los resultados favorables a Alassane Ouattara.

Los desplazados internos rondan ya el millón de personas --el doble que hace una semana-- y más de 90.000 refugiados han cruzado la frontera de Liberia, según datos facilitados ayer por las Naciones Unidas. La misma fuente cifra ya en 462 el número de víctimas por la ola de violencia que comenzó en septiembre, 52 solo en la última semana.

El deterioro de la situación llevó ayer al Consejo de Seguridad de la ONU a estudiar una resolución presentada por Francia para intentar vetar el uso de la artillería pesada en Abidjan. El organismo, además, vio y escuchó una presentación realizada por Atul Khare, uno de los responsables de las misiones de paz de la ONU, que denunció que "la situación de los derechos humanos es muy grave".

Khare mostró imágenes de algunos de los episodios más violentos de los últimos meses, incluyendo un ataque con ametralladoras de las fuerzas de seguridad contra una manifestación de mujeres y niños en la que murieron siete mujeres y el ataque con mortero contra un mercado en el que fallecieron más de 25 personas.

El uso de armas y artillería pesada en áreas pobladas por civiles ha incrementado la presión para que la ONU ofrezca una respuesta.