CRÓNICA DE AMBIENTE

Feria de Córdoba: No se vayan, aún hay más

Los cordobeses llegan a la recta final agotados tras un mes cargado de fiestas que ha rebajado las expectativas de los que se arriesgaron a montar caseta

Araceli R. Arjona

Araceli R. Arjona

A la Feria de Córdoba le quedan horas antes de la traca final y hay quien ha llegado a este punto un pelín indigesto de fiesta. Después de dos años con el mes de mayo secuestrado por la pandemia, había tantas ganas de echarse a la calle que el calendario ha venido grande. Se notaba este viernes en El Arenal, una jornada tradicionalmente tardía, que fue despegando perezosamente gracias a la fuerza de los incombustibles, esa gente capaz de quemar las naves en el recinto ferial sin que el albero se les repita lo más mínimo.  

Una vez más, se pudo constatar que la de Córdoba es una feria de contrastes, en la que la uniformidad brilla por su ausencia. En el mismo sitio y a la misma hora, se puede ver una caseta completamente vacía, con los camareros dormidos literalmente encima de las mesas, mientras en otras la gente hace cola para entrar a un espacio abarrotado, con música a toda pastilla, para sudar en compañía. Esto es así desde que el mundo es mundo y el covid no iba a hacer que cambiara.

Los contrastes se dejan ver en todas partes, no solo en las casetas. A diferencia de otras ferias, la de Córdoba no tiene un protocolo de etiqueta, por lo que sobre el mismo tablao se puede ver bailando a un guiri con chanclas, un grupo de mayores, un joven jinete de los de caballo en la puerta y unas amigas con minifalda. Cabe todo. Y eso está muy bien. El calor iguala a los humanos y a esa hora en la que el sol aprieta, el que más y el que menos se busca la vida para huir del sofoco de la forma más digna. Así, mientras los más pudientes se refugian en su caseta para respirar bajo el aire acondicionado y compartir la clásica jarra de rebujito, otros aprovechan para broncearse sobre un carruaje propio o prestado, hay quien se envaina el traje de gitana para perder unos gramos bailando en una caseta-sauna y quienes se van a la Calle del Infierno para subirse al Carrusel Express, donde por el módico precio de 4 euros, los animados feriantes no solo pasean en un tren a sus visitas sino que las duchan con un surtidor de agua de lo más refrescante. «Esto es lo que necesitaba, me moría de calor», confesaba un hombre al bajarse del vagón, empapado no ya por el sudor sino por agua clara. Si aún quedan ganas, justo en frente hay un bingo donde celebrar el frescor. 

Una duchita en el Carrusel Express para esquivar el calor.

Una duchita en el Carrusel Express para esquivar el calor. / Manuel Murillo

Pero volviendo al desarrollo de la fiesta, los más cautos al hacer balance de la feria son los que decidieron montar caseta con la convicción de que la explosión que se vio en las cruces se mantendría durante todo el mes de mayo. «Según los proveedores, en cruces se vendió un 30% más que en el 2019 mientras que en la feria, tendremos suerte los que lleguemos al mismo nivel de entonces», asegura David Arce, de La Trabajadera, donde no hay queja por la afluencia de público. «El problema es que, aunque saquemos lo mismo que el último año, los gastos han sido muy superiores, así que habrá que hacer cuentas después para ver si ha merecido la pena el esfuerzo o no». La misma impresión se repite en La Reja, donde Rafael Bocero opina que «la feria está rara porque había grandes expectativas puestas en esta edición, que se esperaba que fuera muy fuerte y sin embargo, después de un fin de semana espectacular y un lunes muy bueno, se ha ido desinflando». Para algunos, el problema es que «se ha pregonado que la feria es cara cuando no es así, porque si bien es cierto que hay casetas que se han pasado, muchas otras han mantenido prácticamente los mismos precios que hace dos años». Los consumidores tienen otra impresión. «Más allá de que la feria sea cara o barata, lo que pasa es no hay bolsillo que aguante un mes de fiesta como el mayo cordobés», comentan un grupo de mujeres ante la cuestión, «ya no es que la feria esté más cara, es que todo está más caro y hay que elegir». 

También hay cordobeses solidarios que se han retirado del recinto para dejar paso a los que vienen de fuera, que no han dudado en tomar posiciones. Prueba de ello son las despedidas de solter@s procedentes de otras tierras que este viernes por la tarde empezaban a desembarcar en el recinto ferial. Y la cantidad de vecinos de la provincia que tienen previsto cumplir el ritual de la feria este sábado tras dos años sin pisarla. Todo sigue en su sitio. La feria no se ha acabado, aún hay más. 

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