Al verla, nadie diría que tiene 100 años, pero María nació en Pedro Abad en 1913, la segunda de cinco hermanos. Vivían del campo, por eso nunca pasó hambre. "Me puse a muy chica, así que no aprendí a leer ni a escribir", confiesa, "cuando fui un poco mayor, nos vinimos a Córdoba, a servir, y aquí conocí a mi marido, con el que estuve nueve años de novios". La Guerra Civil interrumpió su noviazgo y no les quedó más remedio que esperar a que acabara para celebrar la boda. "Llevaba un traje prestado de mi vecina", dice antes de contar que el convite consistió en "gaseosas, vino del malo y pestiños". A pesar de la edad, su memoria permanece intacta en según que recuerdos. "Me acuerdo de mi madre, que nos leía cuentos para entretenernos, y de la guerra, del ruido de las sirenas cuando iban a bombardear. Yo me echaba a temblar de miedo y estuve con diarrea hasta que acabó...", dice sincera. Nada más casarse, su suegra se instaló con el matrimonio. "Hasta que murió, estuvo durmiendo a los pies de mi cama", dice sin tapujos, "las casas de antes no eran como las de ahora, vivíamos todos en una habitación". A pesar de esa presencia, María tuvo cuatro hijos: "Rosario, Carmeli, Santiago y José", de los cuales solo le quedan tres. "Mi Santiago murió con 35 años", recuerda triste. A su suegra, se sumó después su madre. "Vivimos con las dos hasta que murieron, una detrás de otra, con una semana de diferencia", explica, "mis hijos estaban ya todos casados así que por fin nos quedamos solos mi marido y yo". Pero la felicidad duró poco. Dos años después, con 65 años, él falleció y ella se quedó viuda. La salvó de la depresión su genio y su independiencia. "Ha vivido sola en un piso alquilado hasta hace cuatro años", explica su hija Rosario. "Ahora paso un mes con cada hijo y muy bien, así veo más a mis siete nietos y siete bisnietos", dice orgullosa. Por más que le pregunto, no suelta prenda sobre el secreto de su longevidad. "Herencia de mi madre y mi abuela, digo yo... soy de buen comer, aunque poca cantidad, y no perdono mi cervecita o mi vinito", explica sonriente antes de comparar su vida y la vida de ahora y referirse a las jóvenes, a las que pide "que se tapen más". Para terminar, pregunta: "¿Niña, todo esto para qué es?". Y su nieta Ana le contesta: "Abuela, para celebrar que cumples 100". A ver si cunde el ejemplo y más gente se anima. También los hombres, por favor.