Turismo

Belchite, de ser bombardeado en la Guerra Civil a salvar a una comarca de la despoblación

La localidad zaragozana albergó una de las batallas más cruentas de la Guerra Civil, que dejó 5.000 muertos y la ciudad arrasada

Belchite, de ser bombardeado en la Guerra Civil a salvar a una comarca de la despoblación

Belchite, de ser bombardeado en la Guerra Civil a salvar a una comarca de la despoblación / Alba Vigaray

Roberto Bécares

En la fachada de la torre de entrada a Belchite antiguo reza un cartel que pone “Prohibida la blasfemia”. Varias personas desfilan hacia el interior del pueblo por un portalón de madera que custodia Pilar Martínez, la guía de la visita, que chequea los tickets de entrada. Es lunes a mediodía, por eso sorprende que haya más de 40 turistas esperando al sol el inicio del recorrido. No solo hay españoles, sino italianos, franceses…

Desde la entrada se divisan las fachadas de las antiguas casas que quedaron en pie a uno y otro lado de la calle Mayor. La mayoría están arrumbadas, pero las que se mantienen en pie son testigos mudos de la arquitectura popular de la zona, construida en ladrillos, mampostería y tapial a lo largo del siglo XVI y XVII. En casi todas las paredes son totalmente visibles los daños que causaron la metralla y las bombas a lo largo de muchas guerras. “Es que Belchite no solo fue lugar de batalla en la Guerra Civil, sino en la Guerra de la Independencia y las guerras carlistas. Y en la Guerra Civil, además, sufrió tres tomas”, empieza a narrar la guía.

Un momento de la visita guiada a Belchite.

Un momento de la visita guiada a Belchite. / Alba Vigaray

“Yo creo que es un símbolo único en toda España”, explica más tarde María José Andrés, la responsable de la Oficina de turismo de la localidad, que a través de una Fundación, de propiedad totalmente pública, se ha volcado en potenciar el enclave que, como una fortaleza casi inexpugnable, tiene una vital importancia como espacio de memoria de la Guerra Civil. Tomado a la fuerza por los sublevados en la noche del 18 al 19 de julio de 1936 se convirtió en un bastión nacional adentrado en plena zona republicana. Posteriormente, en agosto de 1937, fue reconquistado por los republicanos para ser finalmente perdido a manos de las tropas de Francisco Franco, que lo convirtió en un símbolo.

Pese a que tras la Guerra Civil se construyó el pueblo nuevo justo al lado por decisión del dictador, durante décadas sufrió el olvido de las administraciones, aunque mucha, muchísima gente -incluso autobuses llenos- venía a visitarlo, con sus propios guías o usando como cicerones a la población local. Fue durante esos años víctima de actos de vandalismo -hay numerosas pintadas en el recorrido- y expolio, además de que muchas casas terminaron de caerse. Nadie se hacía cargo de las ruinas, cuya titularidad todavía no está clara pese a ser un Bien de Interés Cultural. Se llegó a grabar hasta una película porno en el interior del casco viejo, que era poblado por las noches por los amigos del misterio, ya que Iker Jiménez y su equipo de ‘Cuarto Mileno’ han grabado allí en varias ocasiones supuestas psicofonías.

Vista de la entrada al pueblo viejo de Belchite.

Vista de la entrada al pueblo viejo de Belchite. / Alba Vigaray

“Dicen que aquí pasan cosas raras. Grabadoras que dejan de grabar, móviles que sacan dos veces la misma fotografía y no sale lo mismo… cuando uno está por la noche no sabe a quién tiene al lado”, suelta la guía en las entrañas de la parcialmente derruida Iglesia de San Martín, frente a los restos del convento de San Esteban, cuya fachada está sujeta por un andamio permanente. “De hecho, en esta iglesia es donde más cosas raras pasan”, añade la guía para intriga de los visitantes, alguno tentado de hacer la visita nocturna, donde se cuentan antiguas leyendas, se habla de los misterios del pueblo y de esas “cosas raras”.

Belchite cerró 2022 con un récord de visitantes, más de 42.000

Un día de fin de semana o un festivo se organizan hasta cinco rutas históricas más la nocturna. Y la demanda va a más, convirtiéndose el pueblo viejo en catalizador de un turismo que ayuda a frenar la epidemia de la despoblación de esta zona rural. Belchite cerró 2022, de hecho, como un año récord de visitas turísticas, con un total de 42.706, 11.000 más que el año anterior. En la Oficina de Turismo ya trabajan siete personas, cinco de ellas guías, todas del municipio o alrededores. Y van a entrar dos personas más, uno de ellos un ornitólogo para hacer rutas mixtas histórico-ornitológicas, con la visita a los terrenos del Planerón, de gran riqueza de aves y que se asemejan a los paisajes de las películas del Viejo Oeste.

La llegada de turistas ha conseguido, de igual forma, que se mantengan los bares y restaurantes que había y que se abran nuevos, además de que se hayan montado alojamientos rurales. “El pueblo viejo es una ayuda importante para el tema de la despoblación, porque se han creado puestos de trabajo directo y muchos establecimientos de hostelería están abiertos gracias a ellos”, admite el alcalde, Carmelo Pérez. “El hotel, por ejemplo, está funcionando bastante bien”, asegura sobre el Oleum, que tras una temporada cerrado fue cogió por una familia tras ver las posibilidades que ofrecía por el auge del turismo.

Letra de una jota en las puertas de entrada a la iglesia de San Martín de Belchite.

Letra de una jota en las puertas de entrada a la iglesia de San Martín de Belchite. / Alba Vigaray

“Somos un local grande, tenemos gente durante todo el año”, tercia Andrei, que regenta el restaurante Aguas Vivas, que además tiene desde 2019 cuatro apartamentos en alquiler. “Es que en Belchite había muy poco alojamiento”, razona para luego indicar que necesitan personal y no lo encuentran, lo que da cuenta de que se está generando empleo. De hecho, el paro en la localidad, de 1.533 habitantes, apenas supera el 9%. Un dato paradigmático de cómo se frena la despoblación es que el municipio ha ganado población con respecto a 2019, por ejemplo, cuando había 1.505 censados.

“[El pueblo viejo] es una fuente de ingresos para el pueblo porque ha aumentado un montón el turismo”, señala Florentino Alonso, que regenta una almazara frente al pueblo viejo donde realiza actividades de oleoturismo. “A nosotros nos ha venido muy bien [el auge del turismo]”, señala el propietario, que tiene a seis personas trabajando en su negocio y una de ellas “a media jornada” para atender el turismo. Algunos de los visitantes de las ruinas se dejan caer de vez en cuando y compran garrafas pequeñas de aceite o cosmética que elaboran ellos con ese producto.

Entrada a la iglesia de San Martín.

Entrada a la iglesia de San Martín. / Alba Vigaray

El éxito de Belchite parte de la profesionalización del sector del turismo, en 2013, cuando el Ayuntamiento, para evitar el vandalismo y regular las visitas, decide blindar el pueblo, y dejar solo un acceso con puertas. A partir de entonces cobraría una entrada -en la actualidad es de ocho euros por la visita histórica y 12 por la nocturna-. “Se empezó a profesionalizar muy tarde, porque era 2013 ya, y ya se veía que había interés con anterioridad”, lamenta María José Andrés. La demanda de los turistas fue tal que los recursos municipales no fueron suficientes para gestionar el patrimonio, por lo que se creó la Fundación. “No es solo las visitas guiadas, sino los rodajes, o las peticiones de los anuncios”, explica María José.

Y es que la autenticidad de Belchite le ha convertido en foco de atracción de grandes producciones. Allí se han rodado películas como ‘El laberinto del fauno’ o ‘Spiderman, lejos de casa’, videoclips musicales, entre ellos uno de Mónica Naranjo, o anuncios, como el que Arnold Schwarzenegger grabó en 2016 para un videojuego. En estos casos, deben obtener el permiso de Patrimonio del Gobierno de Aragón, y luego pagar la pertinente tasa municipal. Recientemente, los vestigios de Belchite viejo albergaron hasta un concierto de La Fuga. “Hay que devolver la vida que tuvo el pueblo”, sostiene la responsable del turismo.

El Gobierno central aprobó en 2021 siete millones para consolidar Belchite: no ha llegado ni un euro

Guillermo es el propietario de una papelería en el pueblo nuevo.

Guillermo es el propietario de una papelería en el pueblo nuevo. / Alba Vigaray

Durante la visita al casco viejo se visita el trujal, un socavón que fue usado de fosa común para cientos de los 5.000 muertos que hubo en los dos bandos de la Guerra Civil, y uno disfruta todavía de algunas fachadas mudéjares y barrocas de edificios -como la de la casa Domi- y de sus iglesias -llegó a tener cinco-. Algunas de ellas, incluso derruidas en gran parte, son todavía impresionantes como la de San Agustín, uno de cuyos torreones quedó agrietado tras el temporal de Filomena y hubo que consolidarlo. Todo ese dinero de reparaciones partió del Ayuntamiento a través de la Fundación, que se ha dejado un millón de euros desde 2018 para mantener lo que ahora sigue en pie, a la espera de que el Gobierno central ejecute los siete millones que fueron aprobados en los Presupuestos Generales del Estado de 2022 para consolidar el casco viejo como “centro de memoria”.

“Es cierto que es un patrimonio incómodo, por la Guerra Civil; depende de quién gobierne lo ve de una manera o de otra, y cualquier acción se mira con lupa, pero lo cierto es que el pueblo se está cayendo y si no hay una acción concreta va a ser una escombrera y no un pueblo lo que se va a visitar. Las obras de consolidación las está pagando el Ayuntamiento y es inviable mantener dos pueblos con el presupuesto municipal. Las administraciones están mirando para otro lado”, lamenta María José Andrés. “El Gobierno de Aragón tampoco ha ejecutado los 118.000 euros que tenía previstos para este año”, añade el alcalde, que también plantea la duda sobre la titularidad del pueblo viejo, lo que añade más dudas a la responsabilidad sobre su conservación. “Si lo miras en el Catastro es una mancha. La trama urbana es municipal, pero con el ayuntamiento todo indica que se hizo expropiación y el propietario es el Estado”.

Vista de la terraza de un bar en el pueblo nuevo.

Vista de la terraza de un bar en el pueblo nuevo. / Alba Vigaray

Mientras esperan que se solucione, desde el Consistorio y la Oficina de Turismo se vuelcan en seguir creciendo, y que siga repercutiendo en el pueblo y en la comarca. “Yo lo noto sobre todo cuando vienen a la Oficina de turismo, que está al lado. Hay sí noto movimiento”, comenta Guillermo, el dueño de un estanco del centro del pueblo nuevo que también despacha lotería y donde hay revistas y prensa, además de recuerdos de las ruinas. Son las cinco de la tarde y tiene buen flujo de gente, sobre todo oriundos de la localidad. Dice que cuando abrieron el último apartahotel muchos no daban un duro, pero ahí sigue, lo que da cuenta de cómo carbura el turismo. “Con el turismo muy bien. En verano nosotros llegamos dar 60 comidas al día en verano y somos cinco trabajando; ahora somos dos”, asegura Margarita, en el bar-restaurante Gavilán.

“Hay meses que va mal, pero sí se nota”, precisan en el bar Ernesto, donde un grupo de jubilados echa la partida. Uno de ellos es el ex alcalde, Domingo, nacido en el pueblo viejo. “Es que ese pueblo no se puede ver en ningún sitio, es una ventaja”, presume mostrando un periódico de la comarca que pone énfasis en el récord de visitantes. “Más de 42.000 personas”, exclama enarcando las cejas, mostrando admiración por lo conseguido, frente a una fotografía de Arnold Schwarzenegger con la leyenda: “Yo también estuve en Belchite”.

Belchite.

Belchite.

“Si no estuviera el pueblo viejo muchos bares estarían cerrados”, razona otro paisano en referencia a los diez establecimientos de hostelería que hay -pronto abrirá un undécimo-, muchos sin duda para los habitantes que tiene el municipio. También hay hosteleros, sin embargo, que dicen que la fiesta no va con ellos. “Yo ya no los veo a los turistas. Hace diez años sí, se sentaba la gente, pero cada vez somos más locales para dar de comer”, lamenta Conchi, que se queja que el pueblo está bastante envejecido. “Por ahora nos estamos salvando por los trabajadores de los molinos de viento, que vienen muchos a comer, pero en cuanto estén instalados y ellos se vayan estamos abocados a lo mismo que otras zonas rurales de España”, apuesta otro hostelero, que también ofrece habitaciones.

Belchite viejo es el epicentro de la atracción turística, pero cada vez se abren más opciones en los alrededores. A 19 kilómetros de allí está Fuendetodos, con la casa museo natal de Francisco Goya; el Santuario Nuestra Señora del Pueyo; también hay rutas de enoturismo, como las que organiza Bodegas Tempore; la visita guiada a la presa romana de Almonacid de la Cuba; o la Ruta del Hielo, para disfrutar de las construcciones antiguas que hacían de neveras. “Hay que vender comarca”, dice claramente María José Andrés, cuya Oficina ha montado en Belchite también cursos de Cortometraje o exposiciones, como la de Gervasio Sánchez, que repartió por el municipio fotografías de guerras en otros países. “Fue impresionante”.