El comienzo de la intervención de Pedro Sánchez ha sido del más genuino Pedro Sánchez. Con esa media sonrisa tan suya, ha dicho con ironía a los diputados: "Pido a sus señorías algo de benevolencia y anticipo mis disculpas si soy un poco largo en mi intervención, pero estamos hablando de muchos temas que necesitan de concreción por mi parte". Las bancadas, sobre todo las de la derecha, se han reído. Tenía gracia el comentario porque durante estos días estaban los portavoces enfadados por el ardid de mezclar en un mismo debate estos cuatro asuntos, y qué asuntos: la Cumbre de la OTAN del pasado jueves, el Consejo Europeo del pasado viernes, el plan contra la crisis económica y la nueva etapa de relaciones con Marruecos. En plena guerra de Ucrania y con la inflación en el 9,8%, el récord en 37 años, no era moco de pavo.

Acto seguido, ha enumerado los retos a los que se han enfrentado el presidente del Gobierno y sus ministros desde enero de 2020, que parece que entonces ni se había inventado la rueda, pero eso fue hace poco más de dos años. El paisaje estremece. Una pandemia que sigue causando fallecimientos, incendios devastadores, la erupción del volcán en la isla de La Palma, la tormenta Filomena, una guerra en la frontera oriental de Europa, y por si fuera poco, "hasta una tormenta de arena subsahariana". Los diputados del PP y de Vox han soltado un clamor, como mofándose de lo heroico que es el mandatario socialista, y Sánchez, claro, se ha molestado. Se ha detenido y ha soltado justo después: "Estoy describiendo, señorías. Cuando entre en las valoraciones, no sé qué van a hacer ustedes".

Estaba describiendo, sin duda. Todo eso ha sucedido y todo eso lo ha reiterado el presidente del Gobierno en varias ocasiones para contextualizar. Para él, era muy importante la contextualización en un debate como el de este miércoles en el Congreso, hasta el punto de que ha replicado a la portavoz del PP, Cuca Gamarra, y a sus críticas a todo con cinco palabras: "Estamos en guerra en Europa".

Porque del mismo modo que la llegada de un nuevo tipo de coronavirus tremendamente contagioso y más letal que los anteriores obligó al Ejecutivo a adoptar medidas urgentes, la invasión de Rusia a Ucrania está provocando lo mismo. "Tenemos experiencia en gestionar crisis", enfatizó el líder del PSOE. Desde luego que sí, eso no se puede dudar. Lo que duda la oposición, la de izquierdas y la de derechas, la liberal y la más extrema, es que sea buena esa gestión.

Dos recursos retóricos

El presidente del Gobierno ha hecho gala durante el debate de una serie de recursos retóricos que le permiten varias cosas. 1. Acotar el territorio de la crítica. 2. Trazar una línea clara entre el "nosotros" y el "ellos". Para esto, es fundamental hacer una defensa acérrima de la gestión propia, y de vez en cuando, lanzar contraataques a la oposición. Si se hace bien, la batalla de la retórica está ganada.

Sánchez hace muy bien lo primero. Defiende con todo la gestión del Gobierno. En lo segundo no es tan hábil. El líder socialista no es un orador tocado con el don de la retranca, eso que Mariano Rajoy usaba con maestría hasta cuando se equivocaba (el "cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor (...)" que le dijo a Pablo Iglesias es un ejemplo) o que Alfredo Pérez Rubalcaba empleaba con el colmillo afilado. Pero está mejorando.

A Santiago Abascal, que ha comenzado su alocución con una inopinada referencia a la supuesta erradicación la asignatura de filosofía, le ha espetado, de nuevo con esa media sonrisa sólo suya: "A usted que le preocupa tanto la filosofía y que ha leído tanta filosofía...". "Tú qué sabes", le ha recriminado una diputada de Vox desde su escaño, ofendida. Eso es señal de que la maniobra del sarcasmo le ha salido bien porque con el sarcasmo, en debates así, el interviniente quiere hacer pupa.

Al Partido Popular le ha reprobado aquella declaración del futuro líder, Alberto Núñez Feijóo, sobre que el Gobierno se estaba "forrando" con el precio del combustible. Desabrido, mirada fija, ha dicho: "Los que se han forrado son los que cobraron sobresueldos y comisiones ilegales". Este mandoble, inesperado tal y como estaba siendo su tono, ha hecho aplaudir a la bancada socialista, lo que ocurre esporádicamente los días de largos debates en el Congreso. Con Sánchez es difícil el fervor constante.

Respecto a lo primero, lo de defender la gestión del Gobierno a ultranza, Sánchez no tiene rival. Es el presidente, quién si no iba a hacerlo, pero es que ha acuñado una manera propia de mantener la adhesión de su bancada. Las fórmulas siguen un patrón más o menos así. Si se le reprocha la falta de negociación, contesta: "Se puede criticar, pero lo que no se puede discutir es que el Gobierno escucha y dialoga con los grupos políticos y con los sectores". Si se le recrimina que no hace reformas estructurales, responde: "Con todos los defectos y equivocaciones que podamos cometer, decir que este Gobierno no hace reformas es del todo injustificado". A veces, en vez de un adjetivo, usa la expresión "no se compadece con la realidad". Y tras ello, despliega todas las medidas que, a su entender, desmontan la crítica y realzan su gestión.

"Patriotismo europeo" y tercer recurso retórico

Que a Sánchez le gusta Europa es sabido. Lo dice su entorno en privado, lo abandera él en público. La verdad es que en Europa está logrando sus mayores éxitos. La pandemia activó una profunda respuesta de las instituciones de la Unión en forma de 140.000 millones de euros, que es lo que recibirá España durante los próximos siete años. Aún resuenan los aplausos de sus ministros cuando regresó a la Moncloa tras aquellas maratonianas reuniones de Bruselas. La guerra de Ucrania, por su parte, ha motivado una serie de decisiones y actuaciones tan coordinadas y unitarias que causan elogio. En ese contexto, Sánchez, el pasado viernes, logró la "excepción ibérica" para contener el precio del gas y bajar el de la luz.

En Europa, palabras del presidente, está la solución. "Patriotismo europeo", ha clamado antes de explicar su significado: es actuar con "rotunda unidad" ante la "guerra de Putin" y es actuar con solidaridad, de modo que si el flanco oriental está amenazado y todos los Estados de la UE acometen aumentos presupuestarios en Defensa, España hace lo mismo. Por aquí ha andado uno de los pocos compromisos del presidente a futuro, junto con la puerta abierta a cambiar el Plan de Respuesta a la guerra: llevar el presupuesto del Ministerio de Margarita Robles al 2% del PIB.

Y por aquí ha estado el tercer recurso retórico del presidente: pedir unidad. En el plano oratorio, es efectivo. En la realidad, tiene truco. Sánchez, después de describir el contexto en el que ha gobernado y gobierna, de pandemia y guerra, ha solemnizado: "Qué más tiene que ocurrir para que respondamos unidos". Otra cosa es que sobre qué construir la unidad. El Ejecutivo destaca que plantea medidas de Estado que el PP, sobre todo el PP, rechaza por el mero hecho de venir del Ejecutivo. El PP, sobre todo el PP, subraya que una cosa es la unión y otra, el trágala. Y así todo: un bucle.

El escaño vacío

"Son tiempos complejos". "Nadie está protegido". "La gravedad del momento". "Escenario inédito". "Son tiempos excepcionales". "Respuesta excepcional". "Incertidumbre". "Hay que salvaguardar nuestro modo de vida". Todas son expresiones de Pedro Sánchez.

También lo son: "Nos vamos a desvivir por aplacar al máximo los efectos de la guerra". "Nadie quedará abandonado". "No se puede desarmar el Estado de Bienestar". "Justicia social". "Respuesta excepcional". "Vivimos tiempos complejos, pero este Gobierno es el mismo que afrontó la pandemia".

El presidente del Gobierno ha cimentado en un lenguaje repleto de expresiones así una epopeya, palabra que, según la RAE, significa, en su acepción uno, "poema extenso que canta en estilo elevado las hazañas de un héroe o hecho grandioso, y en el que suele intervenir lo sobrenatural o maravilloso"; y en su acepción tres, "conjunto de hechos gloriosos dignos de ser cantados épicamente". La que más se ajusta al debate de este miércoles en el Congreso es ésta última.

Epopeya que, pese al contexto "excepcional" en el que corre peligro nuestro modo de vida porque Europa está en guerra, Sánchez ha cantado con ritmo funcionarial y traje de gestor, lo que es un contraste llamativo, pues tan pronto los diputados se conmovían por "los efectos dolorosos" del conflicto bélico como se ponían a mirar el móvil porque el presidente, en ese momento, estaba hablando de porcentajes relacionados con el IPC o de una resolución de Naciones Unidas de 2007.

Para desmontar la gesta, estaban Santiago Abascal y su lucha contra el "fanatismo climático" y un escaño vacío, el que dejó Pablo Casado hace un mes. A su lado, Cuca Gamarra, cumplidora como siempre, implacable con el presidente por oleadas. Ha sido un papel difícil el suyo. Representar el papel del líder del PP sin ser el líder del PP y a saber qué será en el PP dentro unos días no puede ser sencillo.

Con todo, ha actuado con cierta soltura, sobre todo en la réplica, y ha sido más incisiva para reprochar el alineamiento de España con el plan autonomista de Marruecos para el Sáhara Occidental. Porque sí, se ha hablado de eso en el Congreso este miércoles, aunque la epopeya no ha pasado por aquí.