Conocía a mis abuelitos. He sentido impotencia, tristeza. Los quería mucho. La mayoría se manejaban solos. Es una pena, porque no estaban para morirse», dice llorando una auxiliar de la residencia Francisco de Vitoria de Alcalá de Henares (Madrid, 350 plazas), que dejó de contar muertos cuando ya llevaba 52.

Más de 15.000 ancianos han fallecido por covid-19 en los geriátricos. Como lobos, los virus han atrapado a los más viejos. La víctima responde al retrato robot del residente: llega con 82 años, suma diagnósticos crónicos y toma cinco fármacos al día.

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La fiscalía sigue 207 diligencias; 86 son penales. Madrid tiene 40 residencias investigadas, y Cataluña, 20. Pero las pesquisas topan con un problema: los damnificados están muertos. Y lo que han visto otros testigos lo esconde su deterioro cognitivo.

CAUSA 1. Sin hospital

En Barcelona y su área metropolitana, las familias de la Coordinadora de Residencias preparan otra demanda. Quizá la fiscalía tope al final con el dilema de si fue o no legal (otra cosa es justo) el triaje tremendo que los servicios de urgencias debieron hacer si llamaba un geriátrico.

«Llamabas y no te dejaban derivar al hospital. Te decían: ‘Estamos colapsados. Mejor que vaya un médico’ -relata Ricard Buitrago, director del centro Amavir Diagonal de Barcelona, con 31 fallecidos de 200 usuarios-. A las residencias nos cerraron las puertas hasta el 7 de abril. He llorado mucho».

María José Carcelén, portavoz de la Coordinadora de Residencias, con su madre en la barcelonesa Mossèn Vidal i Aunós (17 muertos) dice indignada: «Tantas muertes no son por el virus, sino porque no fueron al hospital. No sabemos por qué, se lo tendrán que explicar al fiscal».

Ahora ya se vuelve a aceptar a ancianos en Urgencias. Pero es después de la quincena letal del 9 al 23 de marzo, de la que Jesús Cubero, portavoz de la patronal AESTE de geriátricos, hace una triste síntesis: «No atendían a nuestras derivaciones, sobre todo en Madrid y Cataluña. Tenían tal saturación que necesitaban las camas para personas con más esperanza de vida. Y eso es un criterio clínico. Nos decían que se tenían que quedar en las residencias, que los aisláramos en habitaciones individuales. Cuando ya estaban para fallecer, prescribían un sedante».

Para Carlos Mur, director de Coordinación Sociosanitaria de la Comunidad de Madrid, no hospitalizar respondió a «criterios estrictamente clínicos; quien se iba a trasladar no se iba a beneficiar. Los hospitales estaban en situación crítica, cada día con 200 personas pendientes de ingreso. Enviar a un anciano grave desde su residencia a una camilla en un pasillo era también condenarlo a muerte».

CAUSA 2. No se vio venir

No hospitalizar pudo ser causa mortal en los geriátricos. Pero otros errores previos abrieron sus puertas al virus.

El 8 de marzo, Salud Pública de la Comunidad de Madrid envía laxas órdenes a las residencias: «Se limitarán las visitas a las estrictamente necesarias».

Al día siguiente, Vigilancia y Respuesta a Emergencias de la Generalitat dirige a los centros otra orden floja: impedir la visita a quienes tuvieran «síntomas respiratorios, gripales o fiebre».

La Comunidad de Madrid anunció el 6 de marzo que el 7 cerraba los centros de ocio para mayores, aún no las residencias. Y ese fin de semana hubo un aluvión de visitas; las familias querían despedirse; ya sospechaban que vendría el confinamiento.

CAUSA 3. Sin mascarillas

«El virus entró en las residencias por los trabajadores... o quizá lo trajo antes, en febrero, algún familiar», cree Buitrago.

«Aún creíamos que el covid estaba por Italia cuando yo me encontré mal, y pedí una mascarilla. Vino el doctor y me dijo que no hacía falta», cuenta una trabajadora de la residencia Amavir Diagonal de Barcelona. «El protocolo que nos enviaba la Administración -explica su director- decía que, si no había síntomas, no había necesidad de mascarillas. Hoy lees esos correos de marzo y alucinas».

Respuestas parecidas recibieron las auxiliares en Madrid. «Cuando pedimos las primeras mascarillas, la dirección nos dijo que no, que se podían alarmar los abuelos», denuncia Carmen Rodríguez, técnica de la residencia pública Manoteras de Madrid (40 fallecidos de 320 residentes) y sindicalista de CSIT-UP.

La censura se extendió entre colegas: «El 12 de marzo le dije a mi compañera: ‘He traído una mascarilla de casa; me la pongo’. Y ella me dijo que no, que se iban a asustar los ancianos», relata la trabajadora de Alcalá.

Ese centro tuvo un plante. A las 8 horas del 16 de marzo, el turno de mañana se negó a entrar si no les daban mascarillas. Llegaron a las 10. Tarde: al día siguiente, tres auxiliares tenían fiebre.

CAUSA 4. Poco personal

No había tests para separar a los ancianos sanos de los contagiados.

A falta de test, lo elemental es tomar la temperatura muchas veces. Pero el personal de los geriátricos ya era escaso antes de la epidemia.

«Se pidieron tests para poder aislarlos dignamente en centros medicalizados, porque las residencias no tienen equipamiento, ni médico de noche -clama Carcelén-, ni goteros, ni se les da de beber de noche a los ancianos. Por eso los que llegaron al hospital venían deshidratados».

CAUSA 5. No se separó

La arquitectura de los hogares de mayores es hetereogénea. El virus lo tuvo más fácil en las residencias pequeñas que en las grandes.

Las primeras lo tienen peor para separar zonas de contagiados y de las de sanos.

En Barcelona no se zonificó «hasta abril», relatan las profesionales. En Madrid, cuenta Rodríguez, «hasta primeros de abril no hubo una zona roja para contagiados y otra para sanos». A muchos geriátricos desbordados llegó el desorden. Lo cuenta la trabajadora de Alcalá: «Viene la hora de la comida, y me dicen: ‘Saca a las aisladas y tráelas al comedor’. Yo flipaba».