En 35 años la sociedad ha cambiado, las costumbres han cambiado, al igual que lo han hecho las formas de relacionarse, de vivir y de desarrollarse. El núcleo de todo el proceso es el alumnado, y este ha ido cambiando acorde con los procesos sociales que le ha tocado vivir y, sobre todo, ha disminuido considerablemente por la bajada de la natalidad de los últimos años, según explica Isabel Bernal, presidenta de la Asociación de Directores de Infantil y Primaria (Asadipre). 

Otra de las principales diferencias que han encontrado los profesores durante estos años, sobre todo en los niveles más altos, es que hay alumnos que acuden a clase «sin interés». «Tuvimos que adaptarnos para tratar al alumno motivado y no motivado. Seguimos teniendo en los centros alumnos brillantes, motivados, que aprovechan todas las posibilidades y otros que necesitan mucho más el esfuerzo continuado de todos», apunta el director del IES Ategua de Castro del Río, Antonio Erencia. Además, «el alumnado en general es menos autónomo, tiene menos tolerancia a la frustración y priman en él los intereses propios sobre los comunes. Por otro lado es un alumnado enriquecido con más elementos educativos, acompañado por sus familias y con mayor participación en el proceso de enseñanza», detalla Isabel Bernal. Los modelos familiares también han ido cambiando y los estudiantes tienen «un espacio de máxima influencia» en ella, dice la también directora del colegio público Antonio Gala. «Al retrasarse la edad para tener hijos y disminuir el número de hijos por familias, la experiencia de paternidad/maternidad ha hecho que se afronte el proceso educativo con mayor y, a veces, con exceso de cuidado», continúa la docente. En este sentido, las asociaciones de madres y padres han pasado a ser una parte importante de la educación. Las familias se involucran más y los alumnos que «antes tenían más tiempo libre, ahora además del horario lectivo, dedican parte de su tiempo libre en seguir aprendiendo en clases de apoyo y actividades extraescolares», señala la presidenta de la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnado (FAPA) Ágora, Toñi Reyes. «Habría que pensar si se necesita reforzar las herramientas o dotar a los profesionales de más recursos para que sea suficiente el aprendizaje en horario lectivo. El sistema debe ser capaz de que sean hábiles adquiriendo las competencias para progresar en el centro educativo», argumenta Reyes. 

La tecnología, sin duda, también ha pasado a ser protagonista desde los niveles más bajos. Ejemplo de ello es la Fundación Albor, que basa su modelo educativo en la digitalización desde el año 2016, con la inclusión del iPad como herramienta educativa y utilizando las herramientas de Google. Esta apuesta, no solo acaba casi por completo con el papel sino que «aumenta las posibilidades de interacción del profesorado con el alumnado, ya que los profesores disponen de una herramienta mucho más versátil que una pizarra. Gracias a ella pueden acceder a contenido interactivo, herramientas on line de gamificación, aplicaciones específicas para cada ciclo, etc.», cuenta el fundador de Albor Córdoba, Marco Antonio Franco.