Coincidiendo con la celebración del día de San José de Calasanz, fundador de la orden religiosa de los escolapios, las Reales Escuelas Pías de la Inmaculada Concepción bendicen una nueva imagen del santo tallada por el granadino Alberto Barrilao. La talla, que representa al santo junto a dos niños, uno en sus brazos, se quedará en una de las dos capillas del colegio como conmemoración de este décimo aniversario de la presencia de los escolapios en el centro.

Este colegio, fundado en 1791 por el deán del Cabildo catedralicio Francisco Javier Fernández de Córdoba, que solicitó al rey Carlos IV un edificio para crear una escuela en la que atender las necesidades educativas de los más desfavorecidos, y encomendó la continuación de la obra a un Patronato, no ha contado con la presencia permanente de un escolapio hasta hace solo diez años. Motivo de celebración humilde, como reconoce el director del centro José Julián Sánchez. Y es que diez años pueden ser mucho o poco, siempre dependiendo de con qué se compare.

Los sumisos pasillos de muros blancos del centro reparten unas aulas donde estudian hasta 692 alumnos de Infantil, Primaria y Secundaria. Un edificio cuya sencilla fachada esconde un colegio que se pierde por intrincados caminos unidos entre sí por arcos lisos y uniformes desde a los que se accede a los cuatro patios interiores, las dos capillas y el salón de actos con que cuenta la escuela. Y la que es, sin duda, la joya de la corona: una escalera de mármol y la hermosa cúpula que la cubre que unen la primera con la segunda planta.

La orden de los escolapios, reconocida como tal por Gregorio XV en 1621, nació con la vocación de permitir la escolarización de niños, hasta entonces errantes por las calles de Italia, siguiendo así el trabajo comenzado por San José de Calasanz. No solo se trata de dotar de una buena formación académica, "además de salir buenos físicos, buenos médicos y buenos literatos, deben salir buenas personas. La formación en valores y la dimensión espiritual es prioritaria para nosotros", explica el director del colegio José Julián Sánchez.

El director, que echa de menos una mayor presencia de religiosos en el centro, cuando se le pregunta por un deseo para los próximos diez años, no olvida la recuperación del edificio, muy deteriorado a su juicio, y la necesidad de mejorar y ampliar los recursos tecnológicos e informáticos con que poder formar mejor a sus alumnos en la nueva sociedad de la información. Así mismo, reconoce que le gustaría que la educación en la escuela no concluya en la ESO, para lo que le gustaría albergar aulas de Bachillerato y Ciclos Formativos.

Los escolapios con que cuenta el centro, a diferencia de otras escuelas religiosas de distintas ordenes, son laicos en su mayoría, ni sacerdotes, ni religiosos. La apuesta de la orden por sus miembros laicos es importante desde hace ya muchos años. Sánchez incide en que "en parte es por necesidad, los religiosos no dan abasto para atender sus obras, pero es más una apuesta que una necesidad, están convencidos de que se crece mucho más cuando la misión es compartida que cuando los protagonistas son únicamente los religiosos".

La escuela se enfrenta a nuevos retos: una sociedad de la información vertiginosamente cambiante, un sistema educativo en permanente periodo de evolución, y una criticada percepción de las familias sobre lo que las escuelas deben implicar en la formación de sus hijos. Para hacer frente a estos y otros retos, Sánchez demanda un modelo educativo estable que les permita mejorar la enseñanza, mayores y mejores recursos, y la implicación de las familias en la educación y formación de unos pequeños que son, al fin y al cabo, "nuestro futuro".