María Jesús Agüera Espejo-Saavedra, tras una vida de absoluta dedicación al magisterio, recibe un merecido homenaje por parte de sus compañeros y padres de alumnos. María Jesús Agüera, mi hermana, es todo un ejemplo de amor y entrega a sus alumnos. Muchas son las dificultades que ha tenido que superar en sus largos años de ejercicio, pero sobre todo dos complicadas intervenciones quirúrgicas de corazón que, no obstante, para nada atenuaron su ilusión y amor por los más pequeños, objeto de su dedicación durante más de 30 años.

Es por eso que hoy, como particular homenaje, quiero dedicarle estas palabras: Entona, hoy, el himno de la alegría, porque jubilarse con la conciencia de haber realizado un proyecto, es trasladar al corazón esa paz que ve una fiesta en todas las aldeas y que difícilmente está al principio del camino. Es verdad que una se conmueve al recordar escuelas... alumnos/as. Una se nota por dentro el agridulce de la despedida. Una llora lágrimas que sólo conoce el alma. ¿Se fueron las alegrías de la juventud? ¿Se perdieron las ilusiones de la madurez? ¿Se llegó al final de la actividad y la vida?

No, nada se viene, nada se va por la gracia de unos años, de unas circunstancias... Cada día perdemos algo; cada día recibimos mucho. Cada instante ponemos fin a un pensamiento, al tiempo que damos a luz otro, porque el tiempo, como dice F. Jiménez en su obra Animal de Deseos solamente existe en el acto de pensarlo. Lo que sí existe es el cambio, el recambio de las hojas de los árboles, las noches tras de los días, las albas y los ocasos, las estaciones... Y es la conciencia de esos cambios y sucesiones a los que llamamos tiempo.