El Córdoba Futsal suma un punto de reivindicación en una dura batalla ante el Jaén

Unos prolegómenos calientes -el himno del Córdoba CF fue silbado por los seguidores amarillos- dio paso a un arranque fogoso, con el Jaén buscando intimidar a base de intensidad y los anfitriones apretando filas con disciplina y concentración plena. La tensión en los rostros era visible y ratificaba lo que todo el mundo bien sabía entre los muros de Vista Alegre: no era un partido más. La primera ocasión fue para Pablo Del Moral, que agarró un balón perdido en el área y le pegó con tanta fuerza que se le fue arriba. Con un parte de bajas tan amplio -Jesulito., Zequi, Lucas Perin, el desaparecido Viana...-, las rotaciones de Josan González quedaron condicionadas. Saura y Jesús Rodríguez ingresaron en la primera oleada de cambios y el cordobés estuvo cerca de marcar en un trallazo lejano. El público local se arrancó en cuanto vio que la resistencia existía y que los suyos no se dejaban dominar.

El pleito se fue nivelando. Marcas feroces, muchas interrupciones, protestas por todo... Hilar el juego de ataque era una proeza. Los más osados o talentosos buscaron el uno contra uno. La pizarra cobraba protagonismo y ahí asustaron los de Josan al Jaén, pero sin llegar a más. A los ocho minutos, el Córdoba acumulaba cuatro faltas y el cordobesismo tragaba al ver a Pablo Del Moral retirarse hacia el banquillo con las manos en la cabeza y un gesto de dolor. El asunto se complicaba sobremanera. Y en medio de ese escenario turbulento, llegó una acción clave. Un disparo raso de Lucas Bolo tocó en la mano de un jugador del Jaén y el árbitro decretó penalti. Lo ejecutó de modo certero Saura, cuya serenidad en el festejo contrastó con la llamarada que encendió al graderío.

La salida de Pulinho inyectó energía a un Córdoba muy exigido. El brasileño estaba en todos lados. Peleó arriba buscando e desborde y atrás sacó de cabeza un balón que entraba con Fabio ya batido. Al Jaén le entraron los nervios y se prodigó en imprecisiones. En el bando local ingresó, con ganas de comerse el mundo, el canterano Iván Gemes, estrenándose como jugador de Primera División -ya intervino la semana pasada en el Palau ante el Barça- en la misma cancha en la que su tío Alfonso se quedo en su día en el intento con el Grupo Pinar Adecor.

El Córdoba se rearmó, entendió el partido y golpeó. Muhammad Osamanmusa firmó un gol espectacular, con un control sublime antes de burlar con un quiebro a la media vuelta a Aicardo y soltar un latigazo que se le metió bajo las piernas a Espíndola. El tailandés lo celebró arrodillado, besando el parqué de Vista Alegre, Apenas medio minuto después, el poste de la portería del Jaén crujió con el balonazo que estrelló Saura en el lanzamiento de una falta. Los anfitriones se habían hecho con el control y pudieron ampliar la ventaja, pero tenían la amenaza de las cinco faltas. La sexta llegó a falta de un minuto, con tarjeta añadida a Ismael, y el consiguiente doble penalti lo lanzó Chino haciendo el 2-2. El intermedio dejó un marcador en el aire y dos equipos extenuados.

La guerra de los detalles

Una temeraria salida del portero Espíndola con el balón controlado la finalizó con un mal tiro que llegó a los pies de Miguelín, que viendo al meta reculando a toda prisa lanzó un disparo desde su campo que salió ligeramente alto. Michel se convirtió en triste protagonista al exagerar una falta y, poco después, tirarse con descaro en el área cordobesista. El árbitro le enseñó tarjeta y le perdonó la segunda cuando el ala de Mengíbar se iba para el banquillo aplaudiendo irónicamente. La contienda entró en ebullición. Había más vísceras que cerebro. Con la calentura a mil, apareció Iván Gemes. El chaval decidió que era una buena idea intentar algo distinto. Se fue por la banda por velocidad y potencia y finalizó con un trallazo que sorprendió a un atribulado Espíndola. Un gol de reivindicación.

El Jaén aceleró. Fabio desvió un obús de Mem y sostuvo a un Córdoba que se apoyaba en el oficio de Miguelín, Jesús Rodríguez y Saura. El argentino Bolo se desvivía en la cancha en un equipo que honraba su nombre. Fabio fue determinante sacando con los pies un tiro de falta de Aicardo a falta de cuatro minutos. El Jaén pidió tiempo muerto para organizar un plan de urgencia. Sacó al portero jugador como medida para darle la vuelta a la situación. Le funcionó. Attos hizo el empate a falta de dos minutos y Vista Alegre se electrizó. Saura exigió a Espíndola en un disparo a la escuadra.

Los últimos segundos estuvieron gobernados por una mezcla de ambición por la heroicidad y el temor a perderlo todo. En el ambiente flotaba el recuerdo del gol postrero de Miguelín que significó la victoria en la última vez que ambos se cruzaron en la Liga. Pero no sucedió nada más. El primer punto ya está en el casillero. Y la esperanza sigue intacta.