No era la primera vez que estaba en una situación parecida. Igual que hace cuatro años, en la Eurocopa de Austria y Suiza, cuando se puso delante de Buffon para plantar el balón en los once metros y batir al meta italiano en el último lanzamiento y llevar a España a las semifinales, Cesc volvió anoche a tener la responsabilidad del último tiro. Aquel en el que la portería se empequeñece hasta casi desaparecer y el portero se agiganta cual pívot de baloncesto. Pero a Cesc le daba absolutamente igual. Lo tenía clarísimo.

"Que no, míster, que no... No me ponga el segundo lanzamiento, póngame el quinto", casi le suplicó el azulgrana a Toni Grande, el ayudante de Vicente del Bosque, que iba con un papelito apuntando a los lanzadores. "Pues nada, el quinto", accedió el técnico. "Tenía un presentimiento, quería lanzar el último penalti", explicó luego muy emocionado el centrocampista español, que entró por Negredo en la segunda parte.

Y llegado ese instante, Cesc cogió el balón, se fue andando con pausa hacia el área, plantó con mimo la pelota ante Rui Patricio y soltó una frase: "No me falles, hemos de volver a hacer historia", le susurró desde lejos al balón, lo mismo que soltó en el 2008. Y no le falló, aunque le heló la sangre porque primero dio en el poste antes de entrar en la portería dejando a todo el mundo en vilo.

La alegría no hizo perder a Cesc la humildad, lo que le hace ser un jugador honesto como pocos. "He jugado fatal, pero mis compañeros han hecho un gran trabajo", admitió haciendo una autocrítica pocas veces escuchada en un profesional. "Ahora me arrepiento de haber dicho a mi familia que no viniera a verme. La selección siempre me ha dado grandes oportunidades. Jugar tres finales en cuatro años es una pasada".

Preguntado por qué no lanza los penaltis en el Barça, fue rotundo: "No los tiro porque está el más grande", dijo refiriéndose a Messi, a quien ayer puede que ayudara a ganar un trocito más del Balón de Oro. Ronaldo quedó eliminado y ni tiró el penalti.