Todo empezó en Montjuïc. Entre árboles, lamiendo los bordillos, acariciando balas de paja, con miles de barceloneses masticando humo y oliendo a gasolina. Fue en 1968 cuando el gran Salvador Cañellas empezó a escribir la historia del motociclismo español. Fue allí, con una Bultaco TSS de 125cc, que no era ni veloz ni favorita, cuando Cañellas logró el primer triunfo español en el Mundial. Y, a partir de ahí, hasta Silverstone, una de las cunas sobre las que se ha construído el mito de la velocidad, donde tres españoles (Maverick Viñales, Pol Espargaró y Alvaro Bautista) lograban, el sábado, las tres poles del GP de Gran Bretaña.

Y donde otros tres españolitos veloces, pícaros, a cual más sagaz y atrevido (Viñales, Espargaró y, como no, Jorge Lorenzo) conseguían ganar las tres carreras. Era el triplete número 14. Y, ahora, un día después del último día de gloria, tres pilotos (Viñales, Marc Márquez, otro que tal, y Lorenzo, claro) se consolidan al frente de los tres campeonatos del mundo.

"Estos chicos", le dijo ayer Giacomo Agostini, el campeón de campeones con 15 títulos, a su amigo, colega y compadre de fiestas Angel Nieto, el 12+1, "quieren a las motos como las queríamos tú y yo, y no como las quiere Casey Stoner, que no las quiere, no". Esos chicos dominaron, en efecto, la fiesta de Silverstone. Y lo hicieron cada uno a su estilo, pero todos imponiendo la escuela aprendida en los campeonatos de promoción que son la envidia del mundo.

EL MAESTRO DE TODOS Lorenzo, por ejemplo, lo hizo con la madurez del que ha aprendido y disfrutado de tener, sin saberlo ellos, grandes maestros. Por eso, cuando arrancó la carrera y, tras unos ensayos dudosos, no salió demasiado bien, no se precipitó y decidió recordar lo aprendido del gran Valentino Rossi que, pese a estar al otro lado del muro, le enseñó mucha estrategia. "Calma, paciencia, todo llegará, me dije". Luego, con el tacto y sensibilidad observada en Dani Pedrosa, fue estudiando a sus rivales y los vio dudar. Cuando quisieron darse cuenta, Lorenzo, ya estaba allí, habiendo superado a Nicky Hayden y al inmenso y portentoso Alvaro Bautista, que acabaría cuarto, pegadito a los magníficos.

Al tricampeón mallorquín, que ayer sumó su victoria número 41 del Mundial (le saca tres a Pedrosa y empata con Casey Stoner), solo se le resistía el voraz australiano. Para superar al campeón, a Lorenzo solo le quedaba ser Lorenzo, ejercer de gladiador o, mejor aún, poner en practica todo lo aprendido, en cuanto a agresividad y arrojo, del esposo de Adriana, del papá de Alessandra. Y así fue. Le pasó en la entrada de meta, le emparejaron en la recta, le taponó en la primera curva, le resistió en la siguiente y le ganó, le derrotó, al ganarle la cuerda de la segunda curva de izquierdas. Resueltas todas las oraciones, Lorenzo se licenció en Silverstone, una de las mejores universidades del motociclismo. Fue una victoria de autor, desde luego.

POL Y MAVERICK, VAYA DOS Todo eso ocurrió después de que Pol Espargaró demostrara que es, con mucho, el único rival que tiene Marc Márquez. Y Márquez lo sabe, ¡vaya si lo sabe! Porque también Pol ha sido una esponja durante todos estos años y ha aprendido cómo se construye un campeón. Primero hay que ser ganador. Y para ganar, has de hacer el fin de semana perfecto. El suyo inglés, impecable. Arrancó como líder, como poleman y no le importó, o le importó poco, que se le pegasen dos británicos venidos a más como Scott Redding y Bradley Smith y, a lo lejos, Andrea Iannone y Márquez. Pol sabía que iba a ganar. Y lo logró. Fue lo suficientemente sólido y pícaro para escaparse mientras los otros se peleaban por acompañarle en el podio, por las migajas que que él dejó sobre la mesa.

Y como en Inglaterra todo va al revés del mundo, el GP acabó con la carrera de Moto3 en la que hasta once jabatos (Maverick Viñales, Luis Salom, Sandro Cortese, Alexis Masbou, Efren Vázquez, Danny Kent, Romano Fenati, Arthur Sissis, Zulfahmi Khairuddin, Miguel Oliveira y Louis Rossi) se enganchaban a la máquina de vapor que era la FTR del ídolo de Roses, para ver si le podían ganar. Y, no, no pudieron. Porque si extraordinario es Lorenzo, fantástico Pol, prodigioso Márquez, Viñales es, ya saben, un chico de película. Y ayer ganó otro Goya. Pero quiere el Oscar. Y lo tendrá. Porque forma parte del mejor reparto del Mundial. Les espera la alfombra roja.