A las once de la mañana un seguidor trataba de comprar cinco entradas en las taquillas del fondo norte sin éxito; cerrado todo a cal y canto, se quedó sofocado a pleno sol. Siete horas después, casi mil personas estaban en el mismo lugar para aclamar al paso de los coches de los jugadores blanquiverdes, que no tuvieron más remedio que bajarse a saludar. Cuando saltaron al césped, del mismo fondo llovieron cientos de rollos de papel, bufandas y gargantas afónicas.

Ayer había muchos cielos en El Arcángel. Un gran murmullo colapsó el graderío. "¿Qué pasa?". El Almería acababa de fallar un penalti. La tarde era espesa. "Es más emocionante la radio". Cuando el Murcia lanzó al larguero, alguien se indignó. "Le van a dar 25 litros de gazpacho".

Luego llegaron los dos goles blanquiverdes, los besos y las manos al transistor. "Bueno, a ver lo que hacen los demás".

Entonces, justo en ese momento, cuando aún duraba la alegría por el gol de Borja, el estadio enmudeció. Un frío helador recorrió cada asiento. Gol del Almería en Guadalajara. No se había digerido el golpe, cuando el silencio azotó de nuevo. Más fuerte aún. Segundo gol del Valladolid en Alcorcón. Fueron unos minutos de vacío, de miradas perdidas. Fueron unos minutos tristes. "Es curioso, vamos ganando pero ha habido un bajonazo tremendo". Alguien lanzó una voz de esperanza. Gol del Alcorcón. "¡Venga, otro más!".

De repente, la preferencia estalla. Contagiado, el resto del estadio se levanta. Pero nadie sabe por qué. "¿Gol del Guadalajara?". "No sé; yo me he levantado porque se han levantado todos". Más miradas cruzadas. "Nos vamos a volver locos". Reina la confusión. "Es un desconcierto total". La ilusión se desvanece. El Guadalajara no ha marcado.

Sí lo hace el Murcia. "Como meta otro, hay drama", dice un señor. "Yo estoy descompuesta", replica una mujer. Le ofrecen un cigarrillo. Empata el Alcorcón. Se da la vuelta y grita, histérica. Se muerde la lengua y se araña los hombros, hasta donde llega, rabiosa. "¡No aguanto más!". Alguien sugiere que repartan tranquimazin. Paco Jémez también lo necesita. Desgañitado porque el Murcia casi iguala. "¿Pero se están jugando la Champions o qué?", se pregunta la mujer.

Minutos después, el estadio clama. "¡No vais a cobrar!", repite, con tres jugadores del Murcia derrotados en el suelo. Los del Córdoba ya están en el centro, saltando en un perfecto círculo que se mueve y se deleita ante cada sector de aficionados. Para entonces, Koki había perdido la cabeza y la cajetilla de cigarros estaba completamente vacía.