Se escucharon algunas carcajadas durante los 45 minutos que duró la charla. El profesor trató de amenizar la clase. Nada de postrarse en una silla a citar lecciones. Se paseó por los estrechos huecos que dejaban los alumnos entre sus asientos, interaccionó con ellos y fue partícipe de sus bromas. Porque en toda clase hay un bromista, un ingenioso capaz de formular preguntas que desconciertan al propio profesor.

La clase se dio en una de las dependencias de El Arcángel, por insistencia de Lucas Alcaraz, muy interesado en que sus jugadores tuvieran una charla con un árbitro profesional. Córdoba no tiene un equipo en la máxima categoría, pero sí un trencilla, Ramírez Domínguez, que disfrutará por última temporada de la Primera División --la edad le impide seguir--.

Y allí se plantó. Con un proyector, varios vídeos y muchas ganas de ser comprendido. "Hemos compartido vivencias y dudas". Una relación que suele tener más de odio que de amor, ayer se fundió. "Nos hemos puesto cada uno en el pellejo del otro", observó Arteaga nada más salir de la clase. "Nos ha contado las normas que se han eliminado y las nuevas; nos ha ayudado a comprenderle, a tratar con él".

Porque el trato no suele ser muy amistoso. Por unos y por otros. Ambos llevan algo intrínseco que reluce en cada partido y que no pueden evitar. La soberbia de algunos colegiados, reacios a entablar cualquier diálogo; la picaresca de otros futbolistas, prestos sin remordimientos a hacer teatro, a engañar. Ayer todo eso se evaporó. "Les he puesto vídeos para que vean algunas situaciones que son complicadas para nosotros", aseguró Ramírez, que pidió apoyo a los jugadores, pero que es consciente de que el aficionado es menos comprensible. "Lo único que quiere es que gane su equipo, aunque cada vez tiene más cultura futbolística y entiende muchas normas".

Por muy cierto que sea, habrá cosas que se mantengan inalterables, por muy buenos propósitos que se hagan en septiembre. "A todo el mundo le gusta protestar, meter un poco de presión", reconocía Tena antes de entrar en la charla. Y tan complicado es cambiar eso, como eliminar al chistoso de las aulas. De cualquier aula. "¿Es obligatorio jugar con redes?", se oyó, seguido de una sonora carcajada; probablemente, también del propio árbitro.