El Alicante, tras un año para olvidar, ya es matemáticamente equipo de Segunda División B, después de que el empate del Celta de Vigo ante el Hércules (2-2) haga imposible que el conjunto entrenado por José Carlos Granero supere al cuadro gallego en las tres jornadas que restan para el final.

El Alicante afrontaba la presente temporada, después de cincuenta años sin jugar en la categoría de plata del fútbol español, como una campaña para la ilusión y el disfrute. Pero lejos de ello, ha vivido una auténtica pesadilla tanto en lo deportivo como en lo institucional.

Una planificación de la plantilla puesta en entredicho, debido, sobre todo, a los cambios en la dirección deportiva de la entidad se apunta como una de las claves de la mala trayectoria del equipo.

Manolo Jiménez llegó a la dirección deportiva del club con la planificación ya iniciada y eso afectó a la confección de una plantilla en la que ya se habían firmado renovaciones, concedido bajas e incorporado nuevos jugadores.

Tras apenas siete jornadas de liga, el técnico José Carlos Granero fue destituido, en una decisión controvertida. Le sustituyó Asier Garitano, quien dirigió al equipo en tres partidos hasta que la entidad decidió que cediera su puesto a Nino Lema, a quien sólo permitieron trabajar un mes, en el que sumó dos puntos de quince posibles.

Finalmente, y tras la imposición del presidente Juan Antonio Iniesta, Manolo Jiménez asumió el cargo de entrenador -el cuarto de la temporada-, aunque dos derrotas en dos partidos elevaron a doce el número de encuentros consecutivos sin ganar del Alicante.

Panorama muy negro

Jiménez no ocultó un panorama muy negro a la hora de poder reforzar el equipo en el mercado de fichajes de invierno por la mala situación deportiva y económica del club y aireó diferencias surgidas dentro de la entidad. Eso le costó el puesto.

El esperpéntico baile de entrenadores en el Alicante se cerró todavía antes de la conclusión de la primera vuelta con la destitución de Manolo Jiménez y la vuelta al equipo de Granero.

El preparador valenciano regresó al Alicante con el equipo a once puntos de la salvación, una diferencia que fue incapaz de remontar, pese a que los números del conjunto alicantinista en la segunda vuelta fueron de equipo de mitad de la tabla.

Al menos hasta que la derrota ante el Córdoba en el partido que podía engancharle a la permanencia le acabó por descender moralmente a Segunda B, a la espera de que éste fuera matemático.

El mérito de Granero ha sido mantener al equipo con opciones reales de salvación hasta la presente jornada, más aún ante el divorcio que existe entre los jugadores y la directiva, que acabó por provocar la entrada del club en un proceso concursal.

Ahora al Alicante le toca mirar al futuro con las vistas puestas en un proyecto en Segunda B, aunque con muchas dudas que despejar tanto en los despachos como en el terreno de juego, donde habrá que ver qué objetivos se plantea.