HISTORIA

La fotografía más antigua de Córdoba

La primera instantánea es un calotipo realizado entre el otoño de 1851 y la primavera de 1852

Esta técnica de copia a partir de negativo de papel es el proceso que fundó la fotografía moderna

Pécarrère.  Fotografía localizada recientemente por el investigador Carlos Sánchez Gómez que, a fecha de hoy, es la más antigua que conocemos de la ciudad y se realizó en 1851.

Pécarrère. Fotografía localizada recientemente por el investigador Carlos Sánchez Gómez que, a fecha de hoy, es la más antigua que conocemos de la ciudad y se realizó en 1851. / EM. PEC

Sin duda alguna vivimos en la era de la imagen. Nos comunicamos con fotografías, las utilizamos como una herramienta más en el trabajo y gran parte de nuestro tiempo de ocio lo consumimos devorando más imágenes. Pero hubo un tiempo, no hace tanto, en el que estas eran un bien escaso, caro y solo las podían realizar un puñado de especialistas. Estas circunstancias y el natural paso del tiempo, 184 años desde la invención de la fotografía, hacen que sea extremadamente difícil encontrar alguno de los primeros incunables fotográficos cordobeses.

Córdoba cuenta con un legado fotográfico único, aunque este estuviera totalmente olvidado hasta hace poco más de 30 años, cuando gracias a la labor pionera del Archivo Municipal y Afoco se inició su puesta en valor. Y eso que la llegada de la fotografía a la provincia se produjo de forma sorprendentemente rápida para una pequeña ciudad y en 1840, solo un año después de la presentación del invento de Niépce y Daguerre al mundo, Córdoba ya contaba con un daguerrotipista. No obstante, la primera noticia que nos ha llegado de una fotografía de la ciudad se retrasa a 1844, cuando el cordobés J. Albors gana un concurso de arte en la capital con una vista de la Mezquita- Catedral. Por desgracia, esta imagen, de momento, aún no la conocemos, aunque en 2019 la Bienal Internacional de Fotografía y el fotógrafo madrileño Juan Pedro Revuelta la recrearon con motivo de su 175 aniversario. Ojalá, algún día, la imagen original aparezca en algún cajón olvidado, como ocurrió hace pocos años con una placa de Toledo. Ambas vistas estaban realizadas con la técnica del daguerrotipo, la primera forma fotográfica de la historia. Este procedimiento solo permitía la obtención de una copia única sobre una plancha de cobre plateada de gran brillo y pequeñas dimensiones. Un formato que se utilizó mayoritariamente para realizar retratos y de los que poseemos algunos en la ciudad. De alguno de ellos tenemos la certeza de que se realizaron a finales de la década de 1840, pero no aparecen fechados ni, obviamente, muestran una vista de la ciudad.

De Launay 8 Panorámica del artista galo tomada durante su vista a la ciudad en 1854.

De Launay. Panorámica del artista galo tomada durante su vista a la ciudad en 1854. / antonio Jesús González

Hasta ahora, las fotografías más antiguas conocidas y fechadas que se conservaban de Córdoba las realizó, casi una década más tarde, el aristócrata angloirlandés Edward King Tenison en el verano de 1852. Su reportaje, custodiado en la Biblioteca Nacional de Francia y que dimos a conocer por primera vez en el año 2007, está compuesto por cuatro espléndidos calotipos, primeras fotografías sobre papel inventadas por el científico británico William Fox Talbot en 1841, y que muestran en cuatro tomas el corazón monumental cordobés entre la Calahorra y la Mezquita.

Ferrier 8 Fotografía en 3D de la editora francesa y atribuida al galés Charles Cliford en 1857.

Ferrier. Fotografía en 3D de la editora francesa y atribuida al galés Charles Cliford en 1857. / antonio Jesús González

Pero hace solo unas semanas, el investigador y arquitecto granadino Carlos Sánchez Gómez encontró en Francia una nueva fotografía que adelanta en un año esa fecha, a 1851. Se trata de una impresionante instantánea de bellos tonos aterciopelados que muestra uno de los puntos de vista más clásicos de Córdoba: el skyline de la ciudad desde la orilla del Guadalquivir junto al Puente Romano. La toma, excepcionalmente bien conservada para su edad, 172 años, también está realizada con el proceso fotográfico del calotipo con unas dimensiones anormalmente grandes para la época de casi 20x30 centímetros. Su gran definición ofrece con detalle todos los elementos monumentales del casco histórico: el Palacio Episcopal, el Triunfo de San Rafael, la Puerta del Puente, el convento de Santa Ana, la cúpula de la iglesia de Santa Victoria y, emergiendo entre el caserío cordobés, la monumental Mezquita-Catedral. Su encuadre también otorga un gran protagonismo al puente y al río. Un cauce que aparece como nunca en las fotografías decimonónicas durante una gran crecida del río en otoño o primavera y que inunda los accesos de un casi irreconocible molino de San Antonio, este aún con su primitiva estructura, ya que hasta 1904 no se elevó hasta la altura que hoy conocemos. El puente aparece en la imagen majestuoso, pero muy deteriorado, donde se aprecia a la perfección el templete original de los patronos San Acisclo y Santa Victoria, la escultura de San Rafael o la bajada al Molino de la Albolafia, que, sin embargo, no entra en la toma al igual que la Torre de La Calahorra. La distribución de todos estos elementos consigue una composición de la imagen muy equilibrada e incluso con un punto irreal gracias al movimiento de las aguas del Guadalquivir, por la baja exposición en la cámara, y de las que de forma casi mágica parece nacer la ciudad.

Tenison. Vista de la capital realizada por el aristócrata irlandés en 1851.

Tenison. Vista de la capital realizada por el aristócrata irlandés en 1851. / Tenison

El autor de esta belleza de más de 170 años es el abogado, viajero y fotógrafo aficionado galo Pierre Émile Joseph Pécarrère (Pau 1816-1904), como se aprecia en la misma fotografía, donde aparece de forma manuscrita su firma y el nombre de la ciudad en francés: Em. Pec Cordoue. El retratista, aunque de breve trayectoria fotográfica, fue un reconocido autor amateur en su tiempo, miembro fundador de la Société Française de la Photographie y del equipo de la Mission Héliographique, donde se encargó de catalogar fotográficamente el patrimonio monumental francés. Varios expertos fijan su viaje por España a finales de 1851 o comienzos de 1852. Un periplo en el que Pécarrère fotografía las ciudades de Valencia, Elche, Granada y Sevilla, desconociéndose hasta ahora su estancia en Córdoba. Pero lo más sorprendente del descubrimiento de esta fotografía es cómo Émile, al igual que los autores de las otras dos fotografías pioneras cordobesas, las de 1852, del mencionado Tenison, y la de 1854, de Alphonse De Launay, fueron alumnos del gran Gustave Le Gray, no solo uno de los grandes genios de la fotografía universal, sino uno de los grandes investigadores que modelaron el proceso fotográfico moderno. Los tres autores coincidirán en viajar a Córdoba con sus cámaras a comienzos de la década de 1850, sin duda, como tantos otros viajeros del siglo XIX, atraídos por las historias románticas de Al-Andalus y la legendaria belleza de la Mezquita omeya, captando con sus equipos, aunque con diferentes encuadres, la misma panorámica de la ciudad.

A día de hoy, no sabemos si Pécarrère realizó más fotografías de Córdoba, pero su toma reúne todos los elementos de las culturas que han modelado la ciudad a través de los siglos. Un icono que se remonta a 1241, cuando el rey Fernando III otorgó a Córdoba su propio sello. Este escudo ya recogía los elementos identitarios de la ciudad: río, puente, molino de la Albolafia, puerta de la ciudad, dos palmeras y el templo mayor, que aún solo era Mezquita. A pesar de ello, el municipio abandonó su uso como símbolo de la ciudad en el siglo XVI por el pendón de la provincia hasta el año 1983, momento en que el primer Ayuntamiento de la democracia lo restituye de nuevo como escudo de la capital tras una actualización gráfica.

A pesar de ello, dibujantes, pintores y fotógrafos se han sentido atraídos por esta vista de la capital y a lo largo de ocho siglos no han cesado de inmortalizar con sus cámaras, lápices y pinceles la vista de Córdoba por excelencia. Ellos nos han legado una foto fija en continua evolución a través del tiempo. Hoy, su visionado muestra, a modo de película, cómo el paso del tiempo ha ido transformando y modelando el alma de una capital milenaria.

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