REPORTAJE

Trápala, (casi) medio siglo en escena

La compañía más antigua de Córdoba cumplirá los 50 el próximo año | El 27 de marzo se reencontrará con el público al llevar a las tablas del Gran Teatro ‘La discreta enamorada’

Algunos de los integrantes actuales de la compañía.

A.J.González

En 1974 unos compañeros recién salidos de la Escuela de Arte Dramático sintieron la necesidad de contar historias para poner rumbo al fin de una época oscura para la libertad de expresión. Así nació Trápala, una compañía teatral con vocación de llevar el teatro a todos los rincones de Córdoba y provincia. En 1979 entró a formar parte del elenco, con una carrera incipiente, Juan Carlos Villanueva. El actor cordobés puede enorgullecerse ahora de haber trabajado, entre otros, bajo la dirección de Alberto Rodríguez, en La Isla Mínima; de Daniel Monzón, en El Niño; junto a Enrique Urbizu, en No habrá paz para los malvados, o con Manuel Martín Cuenca en El Autor y, más reciente, La hija. Eso sin contar sus papeles en series como La peste, Servir y proteger y La chica invisible, entre muchos otros títulos.

Pero el teatro siempre lo llevó muy dentro de sí, igual que a su ciudad. «Siempre he creído en la descentralización y se pueden hacer grandes producciones desde Andalucía; por eso no quise mudarme nunca a Madrid, aunque también me ha provocado mis sinsabores al perder trabajos por no vivir en la capital», cuenta el actor, convencido del papel relevante de las artes escénicas como agente transformador de la sociedad. Más tarde se unieron quienes actualmente completan el grupo directivo de la compañía, a saber: Rafael Montero, también presidente del Coro de Ópera de Córdoba; Paco Montero, actor y director técnico de los teatros locales; Miguel Ángel Montero, escenógrafo, y la actriz Marina Castro. Una «familia artística» que se pelea todos los días, «aunque nunca hemos tenido ningún problema», bromea Rafael Montero.

Reconocen que los inicios fueron duros, aunque la ilusión ganaba la partida a los escasos medios materiales y económicos. «Antes de los 80 íbamos por los pueblos representando las obras e incluso llegábamos a actuar en la calle, en vaquerías o iglesias desacralizadas», recuerda Juan Carlos Villanueva. Su compañero de escena añade al momento nostálgico la anécdota de cuando actuaron en Monturque con una obra de Cervantes, en mitad de una zona de veladores, «y los camareros se agachaban para que el público solo viera a los actores». En otra ocasión, durante un montaje de focos en Encinas Reales, medio pueblo se quedó sin luz. «Vivimos la experiencia de volver a llevar el teatro a los pueblos al inicio de la democracia, cuando no teníamos espacios pero recibíamos el cariño de la gente e incluso los vecinos nos invitaban a café y pasteles», añade Rafael Montero, quien equipara esas vivencias a la travesía de un grupo de cómicos en la película Viaje a ninguna parte de Fernando Fernán Gómez.

Representación de la obra 'Cántico de amor' en 1991.

Representación de la obra 'Cántico de amor' en 1991. / Francisco González

Remembranzas amables aparte, Villanueva alude con seriedad a los «momentos muy difíciles» para la compañía, cuando «las instituciones no convocaban» y había que pagar el alquiler del local de ensayo, sin contar con que «en todos los grupos humanos surgen complicaciones». A pesar de todo, lograron reconvertirse a base de «no tirar nunca tiraron la toalla», pues «merece la pena seguir cuando miras hacia atrás y ves todo lo conseguido», asegura el actor. 

Producciones variadas

Con respecto a esos logros, se alza la certeza de haber contribuido a generar un público en torno a las artes escénicas cuando, literalmente, el escenario estaba hecho de cajas de cerveza y en lugar de butacas estaban las sillas de los propios espectadores. Pero siempre prevalecía la conviccíon cimentada a la pasión por lo ocurrido sobre las tablas y, como base de su cometido, permanecían inalterables la independencia de criterio, la autosuficiencia y el eclecticismo. «Nuestra visión del teatro es darle al público de todo un poco y no solamente aquello con lo que disfruta porque si no no creceríamos artísticamente», matiza Villanueva.

Un momento de la representación de 'No es oro todo lo que reluce'.

Un momento de la representación de 'No es oro todo lo que reluce'. / CÓRDOBA

En la trayectoria de Trápala relucen obras clásicas como No es oro todo lo que reluce y Pícaros y cuernos, ambas basadas en textos de Cervantes, o Las Mujeres sabias de Molière y La zapatera prodigiosa de Lorca. Pero también títulos más actuales como El Lienzo de la memoria, de Paco Bernal, que representaron en el Teatro Góngora, o Aquí no paga nadie, de Darío Fo. El IMAE les encargó El hijo pródigo en recuerdo del poeta de Cántico Ricardo Molina, donde contaron con la participación de la actriz Eva Pedraza. Especialmente coreadas fueron, asimismo, las representaciones de El Burlador en palacio como una serie de reflexiones dramático-musicales sobre la figura del Don Juan realizadas en el Palacio de Viana, con un público emocionado en cada pase por el efecto elegante de las interpretaciones envueltas en la magia de los patios de la mansión. Montero y Villanueva ensalzan la puesta en escena de la compañía, en lugares tan emblemáticos como el Patio de los Naranjos, de Juan de la Cruz, una llama de amor en la que contaron con el Oratorio y música barroca en directo para reflejar el personaje del santo desde una óptica mucho más humana. 

El pase de Trápala previsto para el 27 de marzo en el Gran Teatro con motivo de las celebraciones de su 150 aniversario supone un acontecimiento importante por varios motivos de calado sentimental. Por un lado, llevarán a escena La discreta enamorada, de Lope de Vega, uno de los títulos favoritos de la compañía. Por otro, la fecha coincide con el Día Mundial del Teatro, así que no faltará la lectura de un manifiesto por este arte. Incluso habrá espacio para recordar a Enrique García Ruiz, diseñador de vestuario de Trápala y actor, fallecido hace dos años. Por este motivo, también se expondrá en el Gran Teatro una colección de indumentarias realizadas por García Ruiz desde hace 40 años en adelante. Es la manera de recordar a la ciudad que «somos lo que somos y estamos donde estamos por quienes han pasado por la compañía desde sus inicios», en palabras de Villanueva.

Trápala llevó a escena la obra 'Vade Retro' en 1988.

Trápala llevó a escena la obra 'Vade Retro' en 1988. / CÓRDOBA

Conexión con la ciudad

La relación de Trápala con la ciudad de Córdoba ha sido y sigue siendo de reciprocidad natural. Como amantes de la música en directo, han incluido en sus representaciones «una infraestructura humana de calidad», considerando a músicos locales como Miguel y Alfonso Linares, Rafael Trenas o Alberto de Paz, e incluso contando con el alumnado de la Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD). 

Ensayo de 'La discreta enamorada' en el local de la formación.

Ensayo de 'La discreta enamorada' en el local de la formación. / A.J. González

Al fin y al cabo, la unión por las ilusiones compartidas es más fuerte que cualquier pegamento material. Aunque Trápala tiene la suerte de tener su propio local de ensayo en una nave de Las Quemadas y desde allí desafían a quienes no entiendan la trascendencia del dramatismo. «El teatro es un género en crisis desde la Grecia clásica y siempre será así, pero también es un género resistente porque hace experimentar al público las emociones en carne viva y eso no morirá nuca», profetiza Villanueva, con el desahogo de haberlo hecho bien una vez pasado lo peor. «Hace diez años no había autores, pero ahora vivimos una eclosión», asegura, y cita a Juan Mayorga, Angélica Liddell, Laila Ripoll o Alberto Conejero. «Solo queda apostar por un tejido industrial sólido, a lo Broadway», añade. Pero ese es otro asunto. Por ahora, bajen las luces y qué se alce el telón. 

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