Si hay una artista que ha sabido sortear los caprichos de la industria sin perder su esencia esa es Niña Pastori. Osú Qué Niña, reza el adelanto de un disco que el público cordobés pudo saborear este jueves noche al inicio de lo que, en definitiva, fue un espectáculo impecable. Focos de colores, ritmos latinos o estribillos pop para regresar a los quejios del flamenco más puro. Variaciones abordadas con la naturalidad que caracteriza a la de San Fernando.
Desde el principio sobrevoló el patio de butacas y las gradas la sensación de estar frente a una artista que logra conmover con sutileza y sin generar excesivas reacciones. El cariño a La Niña se lleva por dentro. El respeto unánime de crítica y público a una de las voces más adelantadas a las transformaciones del flamenco es lo que la mantiene en su trabajado pedestal. Porque la trayectoria de María Rosa García García al cante surge influenciada por Camarón y una madre artista, La Pastori,** pero el reconocimiento prolongado sobre los escenarios es mérito propio. Por ello el contexto del Teatro de la Axerquía favorece a citas del estilo de Cabaret Fest, que anoche inauguró la gaditana, en lugar de la Plaza de Toros de Los Califas donde se celebró la anterior edición en septiembre de 2021.
Igual que en aquel concierto, la cantaora aprovechó ayer el marco de los veinticinco años de trayectoria musical para marcar caminos futuros.Con un vestido morado de volantes en más que probable alusión a un capote se presentó ante los suyos con Osú Qué Niña. Calentó la voz con Amor de san juan y La Habitación. Un primer golpe de efecto para jóvenes, grupos de amigos y aquellos que venían con los pequeños para hacerles partícipes de un pedacito de la historia del flamenco. Flanqueada por un elenco de músicos de nivel, entre los que se encontraba al cajón su marido El Chaboli, y dos coristas, fue guiando los quejíos de la noche hacia Desde la azotea y Válgame Dios con las consiguientes palmas, oujos embelesados bajo la torre iluminada de la Mezquita- Catedral.
"Qué placer venir a esta tierra donde hay tantos artistas que admiro y respeto", clamó La Niña, quien reconoció estar viviendo "cosas extraordinarias a nivel personal y artístico". Luego Acaríciame la cara le sirvió para hacer alarde de su potencia vocal antes de abordar el momento más esperado de la noche: Caí con el único acompañamiento del piano. Entonces se le derramó el alma en su particular homenaje familiar que es La Tata.
Mientras Cristina Casas, antigua bailaora, pedía una cerveza, contaba el motivo de su admiración por la cantaora. "La vi gratis hace mucho, en la feria de Benalmádena, cuando yo tenía dieciséis, y la he seguido desde entonces. Hoy he venido a verla porque es el regalo de mi cuarenta cumpleaños", contó emocionada, segura de que "hoy es el mejor día para escucharla, porque viene de varios días sin cantar y tiene la voz fenomenal". Así que La Niña se recreó en su arte para seguir regalando momentos inolvidables. Uno de ellos permanecerá para siempre en la vida de la pequeña Lola que, a petición de la artista, subió al escenario para abrazar a su querida cantaora y bailar unos pasos mientras La Axerquía coreaba su nombre. Un apoteósico despliegue de raíces flamencas que terminó con el público de pie.
