Era de esperar que, después de cuatro años de ausencia de los escenarios cordobeses, el público, que abarrotó el recinto, recibiera a Manolo García en la noche del jueves en el Teatro de la Axerquía entre vítores, piropos y aplausos. Una gran ovación acompañó la salida a las tablas del cantante catalán, mientras la emoción se palpaba en sus seguidores, ansiosos por escuchar el recorrido sonoro de un músico que hizo un despliegue de presente y pasado, no en vano aún queda mucho nostálgico de El Último de la Fila, un grupo casi de culto que hizo mella en los amantes de la buena música, aunque su objetivo en esta gira es dar a conocer su nueva creación: un disco doble, el octavo de su carrera en solitario, que aglutina Mi vida en Marte y Desatinos desplumados.
Más rockero y eléctrico de lo habitual y demostrando una singular energía a sus 67 años, el cantante enloqueció al respetable con los primeros acordes de Insurrección, un himno de El Último de la Fila por el que no pasan las décadas y que coreó un público de varias generaciones que se puso en pie desde el minuto uno, al que hizo partícipe del concierto y con el que compartió reflexiones y confesiones. «Recuerdo la primera vez que vine a Córdoba con El Último de la Fila, y fue maravilloso», dijo.
«Muchas gracias por venir a celebrar la vida», señaló el músico, que también recordó míticos temas como Nunca el tiempo es perdido, con el que volvió a conectar de forma rotunda con unos espectadores admirados, una vez más, por su cercanía y naturalidad. «Espero que la selección os agrade», señaló el cantante catalán, que fue intercalando temas de sus dos últimos discos con composiciones consagradas de su fructífera trayectoria. De sus recientes trabajos se escucharon los temas Un poco de amor, Quisiera escapar, Reguero de mentiras y Diez mil veranos, entre otros.
Apoyado en una variada instrumentación, durante la actuación rotaron sonidos de guitarra, pandereta y hasta el bongo, a los que se sumaron los instrumentos de los músicos que siempre le acompañan: Víctor Iniesta (guitarra), Josete Ordóñez (guitarra española), Juan Carlos García (teclado y percusión), Olvido Lanza (violín), Íñigo Goldaracena (bajo), Charlie (batería) y Ricardo Marín (guitarra eléctrica).
Afortunado de poder ver la sonrisa de la gente, ya sin mascarilla, Manolo García saltó de un tema a otro sin parar de moverse sobre el escenario, y, como es tradición en este cantante, bajó de las tablas para sentir el calor de su público, junto al que interpreto Pájaros de barro. Tampoco faltaron canciones como Un giro teatral, Caminaré o Si te vienes conmigo, entre otras, sin olvidar ese toque flamenco que ha imprimido a algunos des sus temas. Al público le costó poner fin a una noche donde el artista se entregó por completo a su público, que aplaudió su música, sus letras, su puesta en escena y su manera de ser.
