"Imagínate esta escena: un bloque de pisos y al fondo se ve el campo. En medio hay una especie de terraplén abandonado. Ese tercer espacio es el de las posibilidades, el del juego, en el que aún se puede hacer todo y tiene muy pocos códigos ya preestablecidos". Así explica la cantaora Rocío Márquez (Huelva, 1985) su Tercer cielo, el disco que acaba de publicar junto al músico de electrónica Bronquio (Santiago Gonzalo, Jerez de la Frontera, 1991). Pero también es su estado vital. A Rocío le brillan los ojos con este nuevo trabajo, porque es la puerta que le lleva a un espacio nuevo, desconocido, pero al que está deseando pasar. Hace unos días lo describía en su cuenta de Instagram: "Viaje sin retorno al centro mismo de mi ser".

Márquez tiene una sólida carrera a sus espaldas. Comenzó de niña, compaginando su formación con actuaciones infantiles locales. La primera llamada de atención al público fue su paso por un concurso de cante, el del Festival de Las Minas de La Unión (Murcia), uno de los más reconocidos por aficionados y ajenos. Tiene varias categorías de premios y ella se los llevó todos en 2008.

Después vendría una carrera en la que su inquietud le ha llevado siempre a profundizar en la técnica vocal a través de una continua investigación sobre el origen mismo del flamenco o el trabajo de cantaores de tiempos pretéritos. Márquez es doctora en Técnica Vocal en el Flamenco por la Universidad de Sevilla. Cada disco, cada proyecto, supone una oportunidad para profundizar en el flamenco o investigar sus propios límites.

Pero con Tercer cielo ha querido ir más allá. El disco comenzó a fraguarse desde cero, en un encuentro postconfinamiento en el que ella y Bronquio se dieron todo el tiempo del mundo para explorarse juntos hasta encontrar un sonido del que tirar para levantar los 17 temas que componen el álbum. "A nivel esquemático lo vimos como una serpiente, como el cambio de piel para ir a ese tercer cielo. Y en todos esos cambios de piel lo único que hay es inestabilidad".

El resultado son tres bloques de canciones con tres cortes de transición entre ellos, en los que se mantiene la rítmica del flamenco sobre la que se construye el cante y su ropaje sonoro. "Para mí ahora tiene mucho sentido el proceso, casi más que el resultado final", explica. "El resultado es para intentar disfrutarlo, compartirlo y aceptar lo que venga". Hay canción popular, debla, verdiales, un aguilando, un pregón, bulerías, seguiriya, toná... Pero todo pasado por el filtro personal de los dos artistas y con el acompañamiento sonoro de Los Melli de Huelva, a los que grabaron palmas y jaleos para que el sonido fuese propio, así como las percusiones de Xoan Sánchez y las guitarras de Lorena Álvarez.

El encuentro con Bronquio, un músico jerezano completamente ajeno al flamenco que desde unos inicios en el punk ha virado hacia la electrónica, no fue casual. Primero les unió la discográfica con la que trabaja Márquez, Universal Music, quien le propuso a Bronquio que hiciese un remix de Empezaron los 40, uno de los cortes del disco anterior de Rocío Márquez, Visto en el jueves. Después, volvieron a coincidir en el homenaje a La leyenda del tiempo que organizó en 2019 el festival de música independiente Monkey Weekend en El Puerto de Santa María (Cádiz). Ahí hubo una conexión entre ambos que les hizo plantearse sentarse a trabajar juntos.

Pero la cosa no empezó bien. La falta de tiempo de ambos no les permitía encontrar el espacio para crear algo desde cero, que era lo que buscaban. "Yo si me meto en algo es para enfangarme", cuenta Márquez. Y entonces llegó la pandemia. Las limitaciones que impuso sobre los espectáculos con público y el tiempo que les dejó libre les dio alas para reunirse en la casa de Rocío una semana de vez en cuando y explorar. Ella cuenta que se trazaron un esquema para buscar su sonido: partir de lo popular, "los rituales", para llegar al "paraíso" y de ahí al "tercer cielo".

Las letras de Tercer cielo tienen mucho también de esa idea. La autoría de los textos pasa por Unamuno y Lorca, San Agustín o autores contemporáneos como Luis García Montero, Antonio Manuel, Maky Chuca o Carmen Camacho, poeta que ha sido precisamente la encargada de revisar y dar sentido y unidad a las letras. Y aunque Rocío dice abordar temáticas muy diversas, igual que con el sonido, lo cierto es que se escucha en las letras esa búsqueda de conexión interior ("Voy a parirme a mí misma", canta en Droga dura), esa idea de permitirse el juego, de posibilidad, y la reflexión que guía a Márquez desde hace tiempo: poner en cuestión esa noción tan extendida en la sociedad actual de que el consumo nos da libertad.

La nueva Rocío Márquez

El proceso de composición de este disco ha coincidido también con otro personal de la cantaora que bien se puede encajar en ese cambio de piel que ella compara con el que llevan a cabo las serpientes. El encuentro con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, diario perteneciente al grupo Prensa Ibérica al igual que este medio, se produce justo el día en el que suben al escenario a presentar el disco por primera vez. Una actuación enmarcada en un festival organizado por RTVE en el Museo Reina Sofía de Madrid con motivo del Día Internacional de los Museos. Ella está exultante; camina casi sin pisar el suelo tras bajarse del escenario. Ni siquiera le preocupan las críticas que puedan llegar al disco desde los sectores más conservadores del flamenco. "Mi trabajo personal en este momento pasa mucho por respetar cómo lo ve cada uno y respetarme mucho a mí", dice asertiva. "Yo creo que cuando una se permite hacer lo que quiere de verdad y está en calma... Es que entiendo muy bien a todo el mundo. Gloria bendita al que no le guste, es normal".

La sonrisa no le cabe en la cara cuando explica el cambio que está viviendo con este disco: "Me he dado cuenta de que antes yo echaba muchos balones fuera, diciendo que el flamenco es muy limitante. Y no, no es así, me estaba limitando yo. ¿Por qué? Porque quería conseguir una aprobación, una aceptación, y me daba mucho miedo no tenerla. De repente aceptas eso y se acaban los problemas".

Hace tiempo, en otro encuentro, Márquez confesaba cómo, para ganar en La Unión, tuvo que aprender una manera extremadamente precisa de hacer el cante que incluía hasta las respiraciones, pero que después de ganarlo, se aburría de hacerlo siempre de la misma manera. Quizás por eso su carrera haya sido una búsqueda constante que le ha llevado a acercarse a otras músicas. Junto a Proyecto Lorca se acercó al jazz en su disco Firmamento (Universal Music, 2017); y de la mano del violagambista Fahmi Alqhai, a la música barroca en Diálogos de viejos y nuevos sones (Alqhai & Alqhai, 2018).

Rocío Márquez. Alba Vigaray

Ahora ha logrado romper esos límites gracias a la música electrónica. "Me abre puertas infinitas", confiesa con cara de sorpresa. "Piensas en cualquier elemento sonoro y es fácil de conseguir, y eso me invita, como cantaora, a encontrarme en otro lado a mí misma".

Bronquio asiste divertido a esa confesión de Rocío, porque es ese precisamente su campo de trabajo natural. Ella de repente decía que quería probar una campana, y él la conseguía de momento en un banco de sonido. Para él, la otra mitad de Tercer piel, este proyecto también es un punto de inflexión. Se trata de su primera incursión en el flamenco, un arte que no le es ajeno por haber nacido y crecido en Jerez de la Frontera. "Allí el flamenco está de alguna de manera en las fiestas, en el colegio, el folklore... Quien tiene un familiar gitano que canta flamenco presume de ello y siente orgullo", explica. "Yo el flamenco lo disfrutaba a nivel emocional, pero cuando me he metido a trabajarlo, a nivel de rítmica o de tímbrica te abre una paleta infinita de posibilidades para trabajar con el ordenador".

Ninguno de los dos tenía claro a dónde llegarían en la búsqueda. "No íbamos a por algo en concreto, el fin del disco lo teníamos completamente desdibujado en la cabeza", explica Bronquio. La pandemia les dio tiempo para poder desarrollarlo. "Nos ha permitido aprender mutuamente".

Bronquio, durante una actuación junto a Rocío Márquez. Alba Vigaray

Habitar el cuerpo, habitar el escenario

Tercer cielo también es una mudanza de piel en lo físico, porque implica una puesta en escena que determina la forma misma de cantar de Márquez. "Me apetecía mucho habitar mi cuerpo", explica. "No ya el espacio, sino mi cuerpo, habitarlo de otra manera".

Para lograrlo ha trabajado con Antonio Ruz, coreógrafo, y Roberto Martínez, responsable de la escenografía de los conciertos. "Permitirme eso y ver qué conexión puedo tener con la voz a partir del movimiento ha sido otro motor de este proyecto. Piensa que emitir una nota desde distintas posiciones con la cabeza cambia el sonido... ¡Es que hay tantas puertas!".

Ahora preparan las presentaciones del disco en directo, otro cambio de piel en el que están trabajando para trasladar al escenario su propuesta. Lo harán en teatros, donde podrán llevar su puesta en escena completa, pero también en festivales de verano, a los que irán con un formato más limitado. "El espacio influye y las circunstancias también -explica Bronquio-, pero vamos a tratar de hacer lo mismo en Jerez que en París. Tenemos muchas ganas".