Diario Córdoba

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Crítica de danza

'Fordlandia', estética de la ausencia

El público del Gran Teatro aclama el espectáculo de Matthew Golding y Lucía lacarra

Una imagen del espectáculo 'Fordlandia'. Chencho Martínez

Seis son los minutos que el público del Gran Teatro, elitista y consciente de la sensibilidad estética de esta obra de arte, ha aclamado en este Día de la Danza, gracias al brillante acierto de la programación artística del IMAE. Silencio que incita a esta utopía, pues no aparecen los cuerpos, sino sus imágenes proyectadas en la ausencia. Un teatro atónito observa desde la oscuridad la descripción de un teatro vacío. El arte está ausente sólo para decirnos que, precisamente, nunca antes había estado tan profundamente insistiendo en el espacio del arte de la danza, de la música y del teatro.

Las figuras-bailarines coincidirán sobre ese escenario, y se harán presentes con una bella y esperada entrée. Así se inicia Fordlandia, una utopía contada con elocuencia y presentada con gesto perfecto por el director y bailarín Matthew Golding. Figural, la pieza danza sobre la superficie común que dibujan las líneas de la desnuda horizontal y de la vertical, siendo esta la pantalla donde se encuadra la proyección diseñada por Mario Simon y Max Schweder, bajo la virtuosa dirección de Golding.

Este plano singular surge por la aparición de las figuras-bailarines en proyección, que en solitario silencio darán paso a su presencia en el escenario, donde sólo su encuentro háptico, su contacto sensible y su resonar en el gesto del otro les hará ocupar el espacio en el que proyección y escena compartirán mismos gestos y coreografías durante el instante que dura una ola en el mar, o lo que es lo mismo, en el conjunto de pliegues perlados bajo los focos.

Después, la figura-ola flotará, se disolverá en una ausencia que sólo ocupará el lugar más presente posible, y renacerá una y otra vez. Será gracias a los recursos técnicos, donde el movimiento de cámara de Altin Kaftira los recortará del espacio visible para mostrarlos en pleno rostro. Ambos quedarán aislados en la superficie virtual, y por ello ideal, que tan sólo danza contemporánea y neoclásica en su encuentro con el arte dramático y visual podrían crear. Poética de la ausencia y del arte desaparecido, Fordlandia versa entre pasajes donde se han arqueado unas imágenes estáticas que, de tan efímeras, embellecían en su continuidad con los siguientes movimientos que, en contorneados y enérgicos pas de deux, pasaban de forma fluida por las posiciones hiladas de los coreógrafos Anna Hop, Yuri Possokhov, Juanjo Arqués y Christopher Golding.

Acorde con la naturaleza viviente y en devenir sin reposo, han relucido la sensibilidad, concreción y rigor de los reconocidos bailarines Lucia Lacarra y Matthew Golding. Con una elegancia extendida por el espacio y el instante, ambos han presentado el cuerpo en su máxima postura, de vibrante y perfecta idealidad. Lucía Lacarra ha mostrado el arte de la danza escénica, desbordando el escenario y alcanzando a algunos párpados que se han humedecido por el puro placer de esta estética mouvant. Como un beso en la frente, real y cercano, las artes escénicas conviven en Fordlandia para recordar que la separación forzosa, y que el aislamiento en el silencio del olvido pueden crear una dimensión de deliciosa armonía, capaz de hacer resonar entre ellas la distancia que por naturaleza las separa, dotando a la obra de un sentido danzado y visual, fluyente y salino que permanecerá ausente a su propia presencia cuando mira a la utopía desde su silla vacía mientras ‘es’ en movimiento. 

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