Diario Córdoba

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Crítica

Orquesta de Córdoba: Señales desde el espacio exterior

Acontecimiento histórico y éxito incontestable de orquesta, coros, solistas y director en la primera interpretación en Córdoba de la 'Missa Solemnis' de Beethoven

Concierto de la Orquesta de Córdoba.

Cruzar los confines del Sistema Solar y adentrarse en el espacio exterior es el gran desafío de nuestra especie, prisionera en un universo expansivo y dinámico, sujeto a procesos de creación-destrucción. Por otra parte, además de misión, también es destino: identificar el límite, luego, traspasarlo. La historia de nuestra historia. Esta condición aventurera, exploratoria, vectorial ha sido rasgo definitorio del ser humano. Con el paso del tiempo, y el avance tecnológico, las fronteras que se iban estableciendo iban creciendo en dificultad. Y sobre el éxito de la superación de cada una de ellas, el reto se ensanchaba con la siguiente. 

Lo vivido anoche en el Gran Teatro es una frontera traspasada. Se puede asemejar a lanzar una sonda al espacio exterior de la música, a lo ignoto. Un siglo antes de Mahler, Beethoven pone realmente el universo entero a sonar y resonar y a tratar a las voces humanas como planetas y soles girando. Montar la Missa Solemnis de Beethoven con medios locales supone tal reto, tal logro, tal acontecimiento, que desactiva cualquier manifestación crítica pública ante la grandeza de la empresa y de una obra, que permanece inasible, enigmática, inagotable en su capacidad de provocar asombro.

Protagonistas absolutos fueron los coros, el Coro de la Ópera de Córdoba y el joven Coro de Andalucía, que, cantando en todo momento con mascarilla, evidenciaron el concienzudo trabajo de ensayos. Carlos Domínguez-Nieto los trató con mimo, atentísimo en todo momento a las entradas, a modelar el volumen, a buscar, y lograr, la claridad en el texto. Serio y solvente cuarteto vocal, donde destacaron, por homogeneidad, las voces de Marifé Nogales y Jochen Kupfer. El tenor Gustavo Peña se impuso al resto por volumen y squillo, aunque fue más parco en inflexiones y matices. Raquel Lojendio salió airosa de la tormentosa beethoveniano de la escritura de la parte de soprano. 

Con el dorado re mayor inicial del Kyrie, la obra fue discurriendo y desplegando todas sus virtudes y sus asperezas. Destacamos un Gloria donde se diferenciaron adecuadamente las secciones, buscando y obteniendo una perfecta correlación entre tempi, texto y matices expresivos. En la fuga «In gloria Dei patris» disfrutamos de la música ya liberada, superados los nervios y los leves desajustes iniciales. Majestuoso Credo, con un «Et incarnatus est» de enorme belleza. En el Sanctus- Benedictus, se alcanzaron las cotas más creativas en cuestiones de fraseo: la Orquesta lució timbre cálido en un carnoso inició del Sanctus. Extremo en su lentitud y recogimiento el arranque el Benedictus. El concertino Pablo Suárez abrió las puertas del paraíso con un solo de violín para el recuerdo. El Agnus Dei final, con su imploración-demanda de paz sonó rabiosamente actual. Éxito incontestable. Desde el espacio exterior nos llegan señales. ¿Nos atreveremos a seguirlas, invirtiendo para ello lo que el desafío demanda?

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