Interesante producción polaca, escrita y dirigida por Piotr Domalewski. La cámara sigue, como podrían haber hecho los Dardenne o Loach, al personaje que encarna Zofia Stafiej en el viaje desde su tierra natal hasta Irlanda, donde ha fallecido su padre en accidente laboral. Para ello, esta joven, menor de edad aún, deja en casa a su madre cuidando del hermano discapacitado, y se embarca en un viaje geográfico con lo mínimo, unos cuantos euros y la intención de resolver los papeles que le faciliten la vuelta de los restos del progenitor.

El guionista se las ingenia para que surja un obstáculo tras otro en el camino que sigue la protagonista cuando intente conseguir su objetivo, en un lugar lejos del hogar, con otro idioma y con la burocracia en contra. Las situaciones injustas se presentarán desde que llega a tierra extraña, desde la negación de una indemnización hasta la indiferencia por parte del otro a la hora de facilitar las cosas.

Mientras deambula por la ciudad, con la intención de encontrar alguna pista que la lleve hasta los ahorros con los que comprarse el coche prometido por su padre (aunque ni siquiera tenga carnet de conducir), durante la investigación que realiza encontrará alguna que otra sorpresa, terminando por conocer la parte oscura de la vida del padre y cómo era su vida en ese lugar tan alejado de casa.

I Never Cry nos mantiene interesados por este viaje exterior e interior durante lo que dura el metraje de la cinta, gracias sobre todo al gran trabajo interpretativo de esta joven actriz que sabe mantener la mirada ante la cámara con valentía y descaro, sumando naturalidad y verosimilitud al relato. También suma el buen hacer de este cineasta a la hora de filmar con decisión y cercanía los pasos de su protagonista hacia el descubrimiento de la verdad y la comprensión, en esa especie de metamorfosis que sufrirá durante el corto espacio de tiempo que permanece en la isla hasta que consiga salvar las complicaciones para conseguir cumplir la misión, casi imposible, encomendada.