“La noche tiene su destemplado preludio/ y la vida su noche oscura por la que se pierden / los amigos queridos, por la que se zambullen / en fosas silenciosas donde no hay palabras / sino ecos vibrantes que resuenan desde el pasado. / Cada gota de lluvia me trae el recuerdo / de un muerto mío y ella misma es la muerte”. Estos versos donde Ricardo Bellveser, un poeta valenciano espléndido que se ha ido para siempre, en los que habla de la muerte de un amigo. Yo quiero que sirvan de preámbulo para poner de relieve que nos ha dejado un buen amigo, un estupendo periodista y un grandísimo poeta, novelista y ensayista. Cuantos días … me hizo viajar a Valencia, a su tierra y recorrimos las calles del casco antiguo, me hizo recitar en lugares espléndidos y organizó uno de los congresos de la Diferencia. Qué inmenso era y lo seguirá siendo a través de su poesía, porque ésa no morirá nunca. Los amigos míos de México, de Guadalajara y de Vallarta también tuvieron la oportunidad de conocerlo cuando vino acompañado de su esposa, Julia, al Festival que organizamos Enrique Vázquez, yo y otros amigos, con término en diferentes ciudades y en de Puerto Vallarta. Fue grandiosa su venida a México para todos nosotros. Ya no quiero hablar de su muerte sino de la obra inmensa que ha dejado y su compromiso con la poesía de la Diferencia. Siempre estuvo con Pedro Rodríguez Pacheco, conmigo, con José Lupiáñez, con Fernando de Villena, con Pedro de la Peña y el joven poeta José Antonio Olmedo Amor, que organizó hace dos años un homenaje grandioso sobre el Ricardo bajo el titulo El pájaro a la rama y en el que nos pidió colaboración a varios amigos. Yo no sabía que ya tenía una enfermedad contra la que luchaba y parecía que la iba a vencer, pero ella, al final, de manera injusta, lo ha vencido a él.

Sostiene el poeta valenciano Ricardo Bellveser que si existe la soledad es la del viajero en su anonimato. Se trata de un viajero solitario que convierte en poesía sus viajes por diversas partes del mundo y es  uno de los poetas más singulares que he conocido. Me gusta mucho de él su naturalidad y falta de trascendencia. No habla ex cátedra como se decía antiguamente, a pesar de que es un comunicador de primera magnitud. Lo conocí a través de Pedro de la Peña y al principio no era capaz de ver al poeta y sólo veía al ser humano. Luego entré en su poesía y empecé a valorarlo adecuadamente, aunque siempre sorprendido de encontrarme con un autor tan personal e interesante. Además de comunicador, era un excelente gestor cultural, organizador de eventos literarios, profesor de Literatura, periodista cultural y un destacado poeta, novelista, ensayista y conferenciante, además de crítico literario. Nació en Valencia (1948-2021). Se licenció en Filología Hispánica, en Periodismo (por la antigua Escuela de Periodismo) y en Ciencias de la Información. Fue redactor jefe del diario Las Provincias de Valencia. Es miembro del Consejo Valenciano de Cultura, ex académico electo de la Academia Valenciana de la Lengua y correspondiente de la de Bellas Artes de San Carlos. Durante varios años ha sido también director del Instituto Alfonso el Magnánimo (CEL-CSIC) de Valencia y fue colaborador del suplemento Cuadernos del Sur, de Diario CÓRDOBA. Ayer perdidos a uno de los mejores poetas de España, enamorado de México y de su tierra, Valencia. Un fuerte abrazo, Ricard Bellveser.

Su último libro se titula Jardines y con él obtuvo el Premio Universidad de León. Sobre este poemario dice José Enrique Martínez que “Bellveser se incardina en la tradición con palabras de otros poetas que hace suyas, porque nuestras son las voces de quienes nos han precedido”. Explica que el poema del jardín de Ávila, con el que empieza el libro como hiciera Guillermo Carnero en Dibujo de la muerte (al que dedica, por cierto, su libro Bellveser), es un jardín de piedra. “A lo largo del poemario el símil y el contraste entre la piedra y el jardín tienen su fundamento. Al igual que el jardinero domestica la naturaleza, el cantero labra la piedra, dando cada uno de ellos forma a lo informe y creando espacios delineados y habitables. El jardín y el templo representan la belleza geométrica, la inteligencia y el orden. Son uno de los dos polos del hombre: la razón y el conocimiento sobre la intuición y el instinto”. Como el cantero, también el poeta es modelador de palabras, “pobre arquitecto”: “A la espera de que el tiempo la absuelva / y me perdone a mí y a mi desdicha, / pues no soy piedra que en seco se ajuste, / torpe arquitecto, ni poseo esa fuerza antigua, / sólo tengo palabras que intento unir / para construir en ellas un muro / en el que encerrar el cómplice jardín / del silencio, ya tan y tan cercano”. El pensamiento de la muerte acucia al poeta, que contempla bosques de abedules o naves góticas que le sobrevivirán, con la vasta tristeza de pensar que todo pierde sentido tras la muerte. “No es esta poesía, como se aprecia, mero canto al jardín, sino reflexión sobre sus significados. En el jardín prospera lo que nace y lo que muere para renacer, mientras el hombre sólo muere. El jardín se nutre de la tierra que acogerá el cuerpo que fenece.

Ricardo Bellveser perteneció a la generación del 70 y está fuera de aquella lista de Novísimos de Castellet. Cronológicamente, tanto por fecha de nacimiento como por la aparición de sus primeros libros, estaría en esa larga nómina que el antólogo catalán redujo a sólo nueve. Él estaría junto a ellos y otros que no estuvieron, como Jaime Siles, Antonio Carvajal, Antonio Colinas, Pedro J. de la Peña, Miguel D’Ors y muchos otros, cuyas obras pasaron inadvertidas, aunque algunas de ellas han sido recuperadas por los críticos o por los lectores. Cuerpo a cuerpo (1977), La estrategia (1977), Manuales (1980) y Cautivo y desarmado (1987) fueron los cuatro primeros libros de Ricardo Bellveser, que forman un bloque compacto en la trayectoria poética de este escritor.

           Tus amigos te recordaremos siempre.