L a última novela de Antonio-Prometeo Moya se titula con la ingeniosa frase que en el primer manifiesto del surrealismo, André Bretón atribuye maliciosamente a Paul Valery, «quien no hace mucho me aseguraba, en ocasión de hablarme del género novelístico, que siempre se negaría a escribir la siguiente frase: la marquesa salió a las cinco», con lo que pretendía dar por muerta a la novela como género literario.

Hay precedentes a Moya: Claude Mauriac, hijo de Paul Mauriac, tituló en 1961 su novela La marquise sortit à cinq heures , y un año antes, Julio Cortázar comenzó Los premios , seductor mapa de Buenos Aires, con esta frase burla a Breton y a Valery.

Me entretengo en esto porque tiene su importancia. La novela de Antonio-Prometeo La marquesa salió a las cinco está ambientada en un bosque de referencias literarias --y cinematográficas-- que no entorpecen la lectura amable a quienes no están en conocimiento de estos pormenores, pero que son un plus para el lector más informado. La trama sucede en una irreconocible ciudad de un irreconocible país, cuya iconografía podría identificarse con la atemperada frialdad industrial de Giorgio De Chirico, como insinúa la portada del libro, con calles parques y hoteles con nombres de escritores, y cuyos protagonistas tienen nombres exóticos, señora Klossowski, Marisa Coupenan, el pintor Bertrand Delvaux, Claudia Villalobos, o el médico forense Back el Destripador... no identificables con un solo país.

Pero que nadie se llame a engaño pues la primera e invariable cualidad de Antonio-Prometeo Moya como escritor es su sentido de la amenidad. Hay, en algunas de sus novelas, experimentación, también en otras culteranismo y siempre eficaz escritura.

La marquesa salió a las cinco es una novela policíaca, un thriller pensado para quebrar las reglas del género que aquí quedan pulverizadas. La trama no es un pretexto para hacer crítica social, sino que conducen a un laberinto conceptual, el protagonista no es un antihéroe perdedor, sino un tipo de asombrosa complejidad. La protagonista debería ser la marquesa Leonor Varese, marquesa de Valmorales, la marquesa asesinada, y el inspector jefe, Miguel Greco, debería ser la mente fría llamada a deshacer el embrollo y descubrir al asesino, pero Miguel Greco termina convirtiéndose en el protagonista por su complejidad personal, psicológica y confusión mental y la labor investigadora se traslada al inspector Ali Mercadante, lo que hace de Greco un personaje más interesante que la propia marquesa.

Además Moya va a la mayor y quiebra la propia estructura del género: divide la novela en tres capítulos que son tres recorridos por diversos subgéneros literarios, de ahí que el primero se presente como una versión policíaca, «La marquesa salió a las cinco y fue asesinada a las seis»; el segundo es una versión fantástica: «La marquesa salió a las cinco y fue asesinada a las cuatro», y el tercer capítulo, una versión que el autor llama futurista (¿?) «La marquesa salió a las cinco y fue asesinada quinientos años después». Hay un epílogo final, «Tres versiones distintas y una solución quizá verdadera» que viene a echar luz y también nuevas sombras, sobre el caso. Los tres casos son posibles, los tres pueden ser explicables desde un punto de vista de la lógica policíaca.

Novela escrita con inusual pulcritud y don narrativo, su historia se desmigada a base de pequeñas novedades, aportaciones sorprendentes, pasan, por un lado, por las versiones dadas por la portera y su extraño acompañante, portera que está en todo y todo lo sabe o lo supone, una galería de arte, un hotel de citas y varios cuadros de pintura de diversa factura y datación, cuya contemplación atenta es, cómo no, reveladora.