Actor y cómico. Leo Bassi vuelve a La Cochera Cabaret con su última producción: 'Yo, Mussolini', una obra irreverente como él en la que se mete en la piel del dictador italiano para reflexionar sobre la manipulación política y el auge de la extrema derecha en Europa. La cita, los días 3 y 4 de diciembre. 'Yo, Mussolini' mezcla el chiste y la provocación fácil con una reflexión profunda, un ejercicio artístico que toca la esencia del Arte bufonesco. Al final, el mejor antídoto contra el fascismo es la risa y el pensamiento positivo. Sin su capacidad de generar miedo, el totalitarismo se queda en nada. La función ocupará las tablas de La Cochera Cabaret los días 3 y 4 de diciembre (19.00 horas; entradas, 15 euros). Amantes de la risa con cargas de profundidad, ya saben.

Poco más provocador que resucitar a Mussolini...

Hacer esta obra en el momento en que la extrema derecha vive un auge en toda Europa es un ejemplo y una demostración de mi forma de entender la profesión. La verdad es que se trata de una forma de poner el dedo en la herida. Los poderes que apoyaban a Mussolini o Hitler son los mismos que hoy en día apoyan a esos nuevos partidos. Además, aprovecho el espectáculo para dar a conocer muchos datos que nadie sabe sobre Benito Mussolini, como que fuese nombrado Man of the year por la revista Time de Estados Unidos en 1936, que fue amigo intimo de Walt Disney o que el rostro de la estatua del Rockefeller Center en Manhattan es de Mussolini.

Hay mucho de política y reivindicación en su forma de entender la comicidad.

Sí. Bueno, con esta obra también intento despertar entre el público esa defensa instintiva de los valores de la izquierda, que no ha sabido renovarse y se ha hecho demasiado intelectual. El reto también era analizar qué cosas podemos aprender para no equivocarnos hoy con esta amenaza que tenemos del extremismo.

¿El humor siempre debe ser provocador?

No tiene por qué. La provocación viene después. No busco ser agresivo, busco que la gente se descojone. Y hacer reír a la gente profundamente es un acto de amor, uno de los mayores.

¿La autocensura y la expansión de lo políticamente correcto es el mayor peligro para su profesión?

Mi padre no tenía ningún miedo de hacer chistes contra el Papa. Desde pequeño he aprendido que el cómico se pone del lado del débil y se ríe contra el poderoso. Y quiero seguir esa tradición. Por eso soy muy apasionado a la hora de defender la libertad de expresión y por eso me pusieron una bomba hace 15 años en España. Sé que a veces genero molestia, pero para mí lo primero es mi dignidad de poder expresar mis ideas. Si molesto a alguien es su problema, yo tengo derecho a decirlo.

¿Y cómo ve usted a sus colegas de profesión en ese sentido?

Valoro toda esta nueva moda de los monologuistas, pero los veo muy blandos, muy dentro del sistema y sin rebeldía. Parece que cada vez es más difícil hacer chistes que no sean políticamente correctos.

Usted se dio a conocer al gran público en España cuando explotó un excremento de vaca en el programa Crónicas marcianas.

Eso ocurrió hace mucho tiempo y por entonces ya sentía que la gente empezaba a autocensurarse. Pretendía ridiculizar las cosas y romper con el convencionalismo de los estudios de televisión. Al principio, en el programa se enfadaron mucho conmigo, pero luego cuando la audiencia empezó a crecer ya no les parecía tan mal. Yo nunca he querido hacer una comicidad blanda y creo que se puede hacer reír mucho a la gente haciendo cosas guarras. Mucho tiempo después la gente todavía recuerda eso, así que es un ejemplo de que toqué algo profundo.

Usted creció en una familia dedicada al circo.

Sí, viví una infancia nómada recorriendo muchos países. Las únicas discusiones que había en mi familia eran en torno a cómo hacer reír y qué nuevo chiste inventar. Recuerdo eso y a mi padre defendiendo la libertad total respecto a su trabajo.

En su opinión, ¿se está dejando de dar valor e importancia a la risa?

El problema esencial es definir la risa. Está la risa profunda, que se está perdiendo, y luego está la risa superficial, que cada vez hay más. La usan hasta los publicistas. Todo esto es grave, porque la risa profunda te limpia el cerebro y sus beneficios están más que comprobados. Lo que ocurre es que la risa profunda es muy anárquica y es capaz de destrozar completamente a dioses y gobiernos.