Me lo encontraba casi a diario por la calle Pedro López, yendo o viniendo de su paseo matinal y de comprar el periódico. Lamentablemente, no volverá a ocurrir, y bien que lo siento. No en vano, Luis Bedmar era una persona a la que había que querer, pues no escatimaba afecto y buen humor con todo el mundo. Incluso en los últimos tiempos, cuando ya le empezaba a fallar el oído, mantenía su costumbre de pararse y comentar alguna cosa, siempre con bondad y con una sonrisa. La última vez que hablamos con cierto detenimiento, poco antes de enfermar, fue para ofrecerme grabaciones del Trío Vocal Clásico, del que mi madre formó parte. Esa era la tónica en él: ofrecerse a los demás, con generosidad y afecto; estar siempre dispuesto para ayudar a quien lo necesitara. No es extraño, pues, que su muerte haya conmocionado a tantas personas. Luis Bedmar Encinas vino a Córdoba a principios de los años cincuenta. Era natural del municipio granadino de Cúllar-Baza, donde había nacido en 1932. Siendo muy joven entró a formar parte del entonces llamado Conservatorio Profesional de Música y Declamación. Por su clase de Coro y por la de Conjunto Instrumental pasaron infinidad de alumnos (entre los que me cuento con gusto). En este centro creó en los años setenta la Orquesta de Cámara del Conservatorio, gracias a lo cual pudieron escucharse en Córdoba interesantes programas de música barroca y clásica preferentemente, aunque también muchas partituras modernas. Aparte de que para los alumnos supuso una oportunidad, hasta entonces inexistente, para hacer práctica orquestal e incluso tocar de solista.

Orquesta de la Ciudad de Córdoba

También dirigió la Banda Municipal y, luego de su progresiva transformación en orquesta, la Orquesta de la Ciudad de Córdoba. Y en 1980 creó la Coral de la Cátedra Ramón Medina, la cual lleva ya más de cuarenta años de incesante trayectoria, muy apreciada por los cordobeses. En definitiva, una intensa actividad en los ámbitos de la docencia, la dirección y la incentivación de nuevas formaciones vocales e instrumentales. A lo que hay que añadir, entre otras cosas, su pertenencia a la Real Academia, de la que fue numerario y en la que era habitual el encuentro con él. Y también su vinculación a innumerables entidades e instituciones de índole educativa, cultural o social, que acudían su busca de él para alguna iniciativa musical, ya fuera impartir clase, el encargo de una composición o el arreglo o instrumentación de una determinada pieza. Todo lo cual lo hacía siempre con gusto, dedicación y altruismo sin límites.

Prolífico compositor

Pero, además de todo eso, Luis Bedmar ha sido un prolífico compositor, con un catálogo de obras verdaderamente imponente. Obras sinfónicas, corales, religiosas, de cámara, canciones… Todos hemos cantado alguna vez A la fuente del olivo, muy popular sin duda, pero el elenco de obras de Luis Bedmar incluye otras muchas composiciones notabilísimas que merecen la mayor difusión. La Obertura cordobesa, el poema sinfónico Athaeneum, la Sinfonía de las Tres Culturas, el Homenaje a Falla o sus cuatro cantatas son algunas de ellas. Pero podrían citarse otras muchas. En esta hora del adiós, y más para quien como yo ha disfrutado de su amistad y consejo durante casi medio siglo, sólo cabe el abrazo sentido a su familia, el recuerdo emocionado de su persona y la petición de que su obra siga teniendo el reconocimiento que merece. Además, creo que el callejero cordobés se enriquecería con una calle o plaza que lleve su nombre. Lo merece sobradamente. Descanse en paz.