Cal, un policía de Chicago jubilado y divorciado, busca una vida más fácil en un pequeño pueblo del Oeste irlandés, cual forastero en un poblado del lejano Oeste americano. Fue la lectura de varios wésterns lo que impulsó a Tana French a escapar de su «zona de confort» urbana y trasladar su nueva novela, El explorador (AdN), «a un entorno rural agreste» como el que conoció en sus veranos infantiles. «Es un territorio interesante por explorar. Requiere dureza física y mental y quienes viven en él deben hacer sus propias leyes porque están muy lejos de los centros de poder. Ese microcosmos cambia y magnifica las cosas. En las ciudades, uno puede no relacionarse con nadie pero en los pueblos no. En ellos, cualquier decisión individual tiene impacto en la comunidad».

French, nacida en EEUU en 1973, con antecedentes rusos e italianos, habla por videoconferencia desde su casa en Dublín, donde vive desde joven, sobre esta novela independiente en la que aparca a su policía de la brigada de Homicidios de Dublín, Rob Ryan. Aquí el protagonista es Cal, a quien su vecino llama John Wayne. Las cosas se complican cuando Trey, de 13 años, le pide ayuda para buscar a su hermano mayor, desaparecido hace meses, algo que no parece importarle a nadie al ser de una familia desestructurada (madre pobre, con seis hijos y abandonada por el marido).

«En las localidades pequeñas hay como una necesidad de encajar a la gente en categorías, porque las acciones de uno influyen mucho en los demás. En esta deciden que la familia de Trey son los malos, los criminales, los que no encajan, los que no son vistos como respetables en esa sociedad. Una vez te ponen una etiqueta es muy difícil escapar de ella porque todo el mundo sabe quién eres y qué ha hecho tu familia. Esa mochila con generaciones de equipaje pesa mucho.

Y debería haber más solidaridad, pero no es así», explica French, autora de siete novelas en 13 años, entre ellas, El silencio del bosque, Faithful Place, El secreto del olmo e Intrusión.

No se había percatado de que las desapariciones son una constante en sus historias. «Quizá porque lo que me gusta del género y en la escritura son los misterios. Nos apasiona el misterio. Es lo que nos hace humanos. El intentar descubrir qué pasa. Y una desaparición es más misteriosa que un asesinato, donde ya sabes qué ha pasado aunque no sepas quién lo ha hecho. Pero la naturaleza de una desaparición ya es en sí misma misteriosa y me parece más urgente que la investigación de un asesinato».

Para French, «una novela negra es un entorno ideal para mostrar los puntos oscuros de la sociedad, aquellas cosas que llevan a alguien a matar». Eso es lo que, señala, intenta en El explorador, donde «podría ser fácil percibir que es la ciudad que pervierte el supuestamente idílico mundo rural, pensar que vienen los de fuera y se cargan nuestras reglas, pero no es tan sencillo. Es cierto que en ese pueblo hay gente que toma droga y la distribuye. Pero también lo es que hay pocos jóvenes, que se van a las ciudades buscando una vida mejor y en los pueblos quedan muchos solteros en granjas que sienten que tienen que estar a la defensiva y luchar por su estilo de vida».

No descarta seguir explorando la relación entre Cal y Trey en la nueva novela que ya está escribiendo –«aunque con la pandemia y dos niños en casa he trabajado menos de lo que pensaba», admite–. «El padre de Trey se fue de casa y busca alguien que le guíe hacia la edad adulta. Y Cal, que en su día tuvo problemas con su hija, intenta rehacer esa relación. Ambos intentan saldar cuestiones pendientes.

Como en un wéstern, donde encuentras a personas inesperadas en tu viaje, es una relación desorganizada, casera y casual, que responde a las necesidades de cada uno». Cal dejó la policía de Chicago después de que su compañero disparara a un joven negro creyendo que llevaba un arma, un tema que sigue candente tras el caso de George Floyd. «No podía ignorar que la policía estadounidense es mucho más agresiva con los negros que con los blancos. Cal se va porque ve que siendo policía, en su trabajo hay tanta maldad acumulada que a veces es imposible hacer lo correcto, y eso viola su código moral». Pero también en ese pueblo del oeste irlandés, donde como en los «wésterns, no hay solo el bien y el mal, sino muchos matices», él, «que se cree que es una buena persona, descubrirá que a veces no basta con hacer las cosas bien, que no está tan claro qué es lo correcto y lo incorrecto».