El día 1 de agosto de 1970, ante el asombro de todos, un sacerdote entró en la Redacción del Diario CÓRDOBA para unirse a su plantilla. Era Antonio Gil, que ahora cumple 50 años en esa profesión, en la que ha trabajado ininterrumpidamente durante todo este tiempo en distintos medios y ocupaciones. Tampoco ha dejado de tener nunca un destino sacerdotal, siendo su faceta más conocida en este sentido la de párroco de San Lorenzo. Para conmemorar sus bodas de oro con el oficio de periodista, Juan José Primo Jurado, escritor y actual director del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, llevado por la amistad y el interés histórico, ha recopilado en un libro unos 120 artículos de Gil de sus distintas etapas y de muy variadas temáticas que exceden lo religioso, a través de los cuales hace una crónica de la vida y alma de Córdoba. Marcado por el humanismo cristiano, asegura que, pese a los grandes cambios que ha sufrido el desarrollo de esta profesión en cinco décadas, «el periodismo no ha perdido el humanismo, pero la sociedad sí».

-«Nunca olvidaré aquella primera noche en la Redacción de un periódico». Esto lo dijo en 1970. ¿Qué la hizo memorable?

-Era algo totalmente nuevo, ningún sacerdote de aquella época podía entrar en un edifico a trabajar, sobre todo, por la noche. Era la primera experiencia que se hacía. Nunca la olvidaré porque se me quedaron grabados los personajes. El director del Diario CÓRDOBA, Pedro Álvarez Gómez, me acogió un poco asombrado, porque también para él era una novedad. Aquella noche me encargué de las noticias nacionales y Navarro Calabuig, que también estaba allí, de las de internacional. Había muy pocos periodistas.

-Tenía una fuerte vocación religiosa. ¿Cómo se le metió el periodismo en las venas?

-En el lenguaje religioso, la comunicación es una de las cualidades más importantes, porque, a fin de cuentas, la misión de la Iglesia es el anuncio de la buena noticia de la salvación, así como difundir el evangelio. En las entrañas del cristianismo y de la Iglesia está la comunicación. Desde los primeros años en el seminario me incliné por ella y participé en la realización de una revista muy original. Nos educaron en el interés por las humanidades y por las letras.

- Y entró en Diario CÓRDOBA gracias a la recomendación, nada menos, que de Adolfo Suárez.

- Efectivamente. Tuve una buena relación con Suárez desde que, por casualidad o designio de Dios, haciendo autoestop siendo seminarista, me paró su coche, en el que viajaba con su mujer. Tuvimos muy buena conexión, cené con ellos aquella noche en Madrid y, a partir de entonces, se estableció una amistad. Y sí, él me recomendó para trabajar en Diario CÓRDOBA.

-Conoció a grandes nombres del periodismo cordobés: Francisco Navarro Calabuig, Rafael Muñoz ‘Leafar’, Justo Urrutia, Ricardo... ¿Cómo eran aquellos profesionales? ¿Qué aprendió de ellos?

-Había mucha humanidad y compañerismo. Vivíamos en una sociedad en cambio y transformación, y me encontré unas grandes personas con una enorme vocación periodística en una época en la que, prácticamente, no existían estudios de Periodismo, pero estos profesionales sabían olfatear la noticia.

-¿Les sorprendió su presencia? ¿Cómo le trataron?

-Hubo sorpresa al principio, pero acabé siendo uno más en la Redacción al servicio de todos. Yo no entraba allí como sacerdote, sino como periodista, y me adapté a ese lenguaje. Nunca realicé una labor sacerdotal.

-Sus distintas etapas en la profesión han ido en paralelo a los cambios políticos y sociales. ¿De cuál guarda el mejor recuerdo?

-Guardo buen recuerdo de todas. Siempre compaginé el periodismo civil y el religioso, porque me encargué durante mucho tiempo del Boletín Oficial Eclesiástico, y eso fue muy fructífero.

-A través de sus cientos de artículos se puede recorrer la vida de la ciudad. ¿Ha cambiado tanto como el periodismo?

-Es otra Córdoba, sobre todo, urbanísticamente. En el campo de la comunicación, también han ido surgiendo nuevos periódicos, y con la llegada de la democracia no entra en la ciudad ni UCD ni el PSOE, sino Izquierda Unida con aquella figura tan recordada y querida que fue Julio Anguita. Fue inesperado para todos. Creo que en todos los campos Córdoba se ha ido transformando y se ha convertido en el corazón geográfico de Andalucía gracias al AVE.

-¿Qué le parece la evolución del oficio en estos 50 años?

-Todas las evoluciones son buenas, pero también conllevan contraindicaciones. Yo me he movido en una línea periodística que podíamos denominar como humanismo cristiano. Los cuatro grandes valores que van a mantener el mundo son la verdad, el amor, la justicia y la libertad. Esto es el humanismo religioso y todo aquello que tenga ese sello de transcendencia y valores pondrá el sello del progreso en la sociedad.

-¿Cree que el periodismo actual ha perdido el humanismo?

-El periodismo no ha perdido el humanismo, ha sido la sociedad quien lo ha perdido, porque se ha convertido en una sociedad muy individualista y ególatra. El mundo se divide en dos clases de personas, los ególatras y los comulgantes, y hoy no hay muchos de estos últimos. El periodista tiene que ir en busca de la verdad y contarla, y se encuentra con una sociedad muy marcada por la técnica. En un móvil cabe todo, y quizá ahora el periodista está más pendiente de que la técnica no falle que de la entrevista o crónica que está haciendo. Es un vehículo fantástico, pero la técnica también nos deshumaniza.

-¿Le ha supuesto algún problema su condición de sacerdote a la hora de ejercer la profesión? ¿Han chocado alguna vez las vocaciones?

-Nunca, las he compaginado muy bien, aunque también he vivido situaciones difíciles. He practicado mucho el verso ‘hemos de caminar por la vida contemplando su lado soleado’, y eso es importante. El periodista va comprendiendo muchas situaciones, y en muchas ocasiones también va compadeciendo a los demás. El periodista debe tener un sentido fraternal de la historia porque somos hermanos, además de ser una persona creíble y defensora de la sociedad, atendiendo siempre a los más débiles, a los más necesitados.

-¿Qué siente ante este homenaje que le ha rendido Juan José Primo Jurado con la publicación de este libro?

-Sobre todo, una enorme gratitud. Creo que ha hecho una labor extraordinaria, fundamentalmente, porque ha recogido una selección de artículos donde está la historia de Córdoba, y creo de un gran interés periodístico e histórico para la ciudad.

-La contraportada del libro es una portada de Diario CÓRDOBA que los compañeros le dedicaron al jubilarse. ¿En qué lugar de su corazón sitúa a este periódico?

-Diario CÓRDOBA ha sido mi segunda casa, he vivido momentos preciosos en esa Redacción. Y los compañeros se han convertido en excelentes amigos. Para mí, ha sido el puente que me ha enlazado con la sociedad y con el mundo. Yo formé parte de la primera generación de periodistas de ese periódico, pero también participé en las siguientes, hasta ser nombrado subdirector en 1997, un maravilloso imprevisto.