Asistimos a una ola de talentos que leen la realidad desde regeneradores ángulos juveniles, acaso poco maleados por prejuicios y lenguajes antiguos, y ahí despunta una figura sensible, Arlo Parks, que canta a la vulnerabilidad del alma y de la mente acogiéndose a una sonoridad soul abierta a interferencias. Canciones que abrazan y reconfortan a través de la oscuridad, recalando en puertos vidriosos: depresión, patologías mentales, identidad sexual.

Se la saluda con el cliché de 'portavoz de la Generación Z', que ella se buscó cuando, con 18 años, tituló su primer epé 'Super sad generation' (2019). Siguiendo la estela de esa quinta 'super triste', Parks entrega ahora, a los 20, su primer disco largo, con doce canciones de las cuales cinco fueron goteando como singles? a lo largo del año pasado. Aun con muy poco material publicado, la BBC la incluyó entre sus prometedores 'Sounds of 2020', y ahora el álbum, 'Collapsed in sunbeams', confirma expectativas con sus confesiones a corazón abierto, sin espectáculo, con temple poético y sinuosos 'grooves'.

Desnudez emocional

Arlo Parks (nombre real: Anaïs Oluwatoyin Estelle Marinho) es una londinense con raíces nigerianas (por parte de padre) y franco-chadianas (madre), que creció en torno a una banda sonora mezcla de Jacques Brel y Otis Redding. Es posible ver en ella a una cantautora, poniendo la palabra en el centro desde el 'spoken word' que abre y titula el disco, donde apela a la franqueza emocional: "no deberías tener miedo de llorar delante de mí". Pero su poesía del testimonio se afianza sobre una sonoridad voluptuosa, donde la procesión corre por dentro y que despliega sus poderes en la segunda pieza, 'Hurt', una de las cimas, fundiendo sensualidad con un vago fondo maquinal. Ahí se dirige a quien pueda sentirse enrocado en la tristeza, advirtiéndole de que "el dolor no durará siempre".

Este no es un disco musicalmente revolucionario, si bien fluye un lenguaje propio en ese encuentro de la carnosidad neo-soul con los recursos fríos de producción en temas como 'For violet' o 'Portra 400', donde se puede insinuar un reflejo del primer Portishead. Y en 'Black dog', con su armonía limpia de guitarra en suave fricción con un motivo minimalista repetitivo. Parks cita ahí la mirada de Robert Smith, con el maquillaje corrido, a propósito de la depresión, mientras que en 'Eugene' reprocha a su amiga hetero que lea a su novio pasajes de Sylvia Plath ("pensaba que eran nuestros").

Parks desarrolla una arquitectura sonora que transmite un vibrante desamparo, dando profundidad a su canto con poso, cálido y sereno. Más allá de que cada canción pueda ser más o menos intachable ('Too good' desliza deudas con Amy Winehouse), el disco tiene alma, y Arlo Parks marca territorio como voz bella y audaz, con mucha vida por delante. Jordi Bianciotto

OTROS DISCOS DESTACADOS

'Los Dioses' es un trabajo notable: dos jefes del superpop latino aportando cada uno lo que se espera de ellos. Previsible y con patrones conocidos muchas veces, sí, pero estas demostraciones de poder no siempre salen bien. Mezclan y entran en la zona de confort del otro con naturalidad y habilidad. De la dulzura de Ozuna al ronco Anuel. Un álbum en el que destaca una excelente producción (suprema es la base de Tainy en 'Perreo'). Y en el que hay también una capa de nostalgia universal que lo hacer más cercano: la que extraña juntarse y bailar. Ignasi Fortuny.

Hace tiempo que aquella airada Ani DiFranco de los 90, amazona del 'fingerpicking', dio paso a expresiones más serenas, y su nueva entrega sublima ese tránsito hacia piezas volcadas hacia adentro, ricas en letra, que flotan entre suaves contornos ensoñadores. La actitud sigue ahí, con sus impugnaciones a la política estadounidense, de la mano de una refinada fusión de géneros: balanceos de soul y funk, especias jazzísticas, latinidad recogida. Una DiFranco dominadora con guante de seda. Jordi Bianciotto

El batería de Durand Jones & The Indications se destapa en su debut en solitario como un vocalista de gusto exquisito, dueño de un falsete prodigioso que hace obligatorio citar a Curtis Mayfield y Smokey Robinson. Con la astuta producción sutilmente retro de Dan Auerbach y el concurso de los legendarios Memphis Boys (la banda de los American Sound Studios), Frazer entrega un delicioso elepé de soul académico que viaja del góspel al Philly Sound y trasciende con elegancia su condición de ejercicio de estilo. Rafael Tapounet

El pianista Jason Moran es el alquimista de un lenguaje único, destilado del jazz más antiguo, el modernismo de Monk, el romanticismo y el pulso de la metrópolis moderna. Es, además, un pensador potente, que busca para cada trabajo un concepto sólido. En este disco a piano solo manda el sonido, tratado con efectos digitales que le dan un aire fantasmagórico, como si bajo las melodías en espiral de Moran creciera algo oscuro. Introspección con un halo de amenaza que lo hace aún más hipnótico. Roger Roca