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Impuestos

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Llegó la primavera con abundantes lluvias, las que hace ya mucho tiempo y, sobre todo en el sur, no habíamos podido disfrutar, llegó anunciando el supuesto final de una pandemia vivida al límite y con cierta intranquilidad, llegó con nuevos escenarios bélicos y con los que, por desgracia, nos hemos acostumbrado a convivir. La primavera también nos recuerda que tenemos que rendir cuentas, como buenos ciudadanos, ante la hacienda pública. Nos incomoda mucho tener que pagar impuestos y más nos fastidia que el vecino de turno nos vea como tontos bobalicones por no saber superarlo, en hacer la triquimaña oportuna, a la hora de realizar nuestra declaración. Así somos, como niños ingeniosos y juguetones a ver cual comete la travesura más grande a la hora de tributar. Quizá tendríamos que ocupar más nuestra imaginación en demandar una buena inversión de esos impuestos en servicios públicos y de calidad. Por cierto, he hecho mi declaración y me ha salido a pagar, no me he enojado, al contrario, he brindado con un buen vino y espero, apaciblemente, al próximo año para tener que volver a brindar.

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