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DIARIOS

El sobrio corazón de los tranvías

El poeta y novelista Manuel Rico publica ‘Diarios completos’ en Punto de Vista Editores

El sobrio corazón de los tranvías

El olor y la luz que exudan las palabras cuando respiran dentro de un diario que, en muchos instantes, sentimos como nuestro --como aquí nos sucede-- nos instalan en una especie de milagro cordial que expande nuestro espíritu. Adentrarse en un libro exacto como este nos devuelve el sabor de la gran literatura. Desde la lectura del diario de Pavese no había vuelto a sentir ese gozo cristalino de adentrarme en un libro con la amable sensación de estar paseando por un paisaje ameno, un campo soleado bajo un cielo azul sin nubes donde los gratos minutos se eternizan. Y eso que en estos diarios magistrales de Manuel Rico no hay solo días soleados, sino también tardes grises, incluso gélidas, que el autor, sin embargo, sabe iluminar con la precisión sutil de su palabra herida de vitalidad y pasión gozosa.

Manuel Rico (Madrid, 1952) ha escrito hasta hoy numerosos libros de poesía, entre los que destacan Papeles inciertos (1991), La densidad de los espejos (1997), con el que obtuvo el Premio Hispanoamericano Juan Ramón Jiménez, y Fugitiva ciudad (Hiperión, 2012), Premio Internacional Miguel Hernández. Y entre sus novelas destacan títulos como El lento adiós de los tranvías (1992), Los días de Eisenhower (2002) o Espejo y tinta (2008). Finalmente, Rico también se adentró, por otro lado, en la narrativa de viajes con un título hermoso, Por la sierra del agua (2007). Es, por tanto, un autor completo, muy versátil, que en cada libro que escribe nos ofrece una muestra esencial de su intuición poética, como sucede aquí, en estos diarios donde alcanza una enorme altura literaria, mezclando en sus páginas su vida familiar con las luces y las sombras de un espacio literario en el que el autor ha conseguido, tras lidiar con muchísimas horas de ánimo y esfuerzo, fraguando su obra poética y narrativa a contracorriente, un puesto relevante en la línea primera de las letras españolas. De todo esto nos habla en su diario: «Tiempo de recapitulación, de balance. De recuperación de viejos escritos para reescribirlos y tenerlos, al fin, en perfecto estado de revista (y de edición, en su caso) en el disco duro del ordenador» (pág. 225). El autor recopila con una precisión sagrada de sabio entomólogo instantes y experiencias, recuerdos y afectos, fobias sutiles, desencantos, embalsamando unos años literarios, vitales y veloces, donde nos reconocemos debido a la nitidez expositiva de un escritor genuino, sustancioso, que cincela el lenguaje y hace que el lector se sienta como si estuviera subido en un tranvía de aquellos que circulaban por Madrid en el tardofranquismo contemplando un vaporoso paisaje de casas, descampados y edificios habitados por gente obrera, llana, humilde en la que persevera un halo de sueños derruidos, aunque entre sus escombros riele la esperanza. Los diarios de Manuel Rico son latidos de un corazón cosido por la nieve y la brisa que sopla en un paisaje hecho de sueños. El autor ha recreado en este libro un universo poético esencial. Así va llevándonos de un año para otro, de una década a otra (los diarios se ubican entre 1986 y 2007), con un tono a la vez lírico y cordial, impregnado de olores a tinta y a serrín (la evocación de su padre es prodigiosa), a endrinas maduras en el Valle de Lozoya, donde se encuentra la casa en que el autor halla su refugio armónico y rural que le hace olvidar el bullicio de la urbe y las sombras insondables del mundo literario: «Hace cuatro días que se produjo el acontecimiento: la casa de Gargantilla, el sueño inacabado de mi padre, el lugar de los últimos momentos de felicidad de mi madre, es al fin nuestra» (pág. 341).

Las vivencias campestres en el Valle de Lozoya armonizan con otras vividas en otros ámbitos relacionados con la literatura. Y es aquí donde fulge otro mérito del libro, su capacidad de disecar el tiempo, como cuando evoca a Pere Gimferrer que rechazó una de sus novelas, o cita la trampa que le tiende García Ortega tras pedirle el autor consejo o asesoramiento para publicar uno de sus poemarios. Manuel Rico, no obstante, escribe sin rencor, con un tono elegante de bonhomía gozosa, nada común en los prados literarios, como cuando destaca los méritos intelectuales de César Antonio Molina días después de haber sido nombrado ministro de Cultura. En momentos como éste el libro adquiere aún más belleza, un genuino temblor que lo distingue de otros diarios donde falta la autenticidad que este rebosa.

‘Diarios completos’.

Autor: Manuel Rico.

Editorial: Punto de Vista Editores . Madrid, 2022.

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