La luz de Madrid tiene, a veces, en El Retiro un delicado olor de muselina y sábanas limpias tendidas a la intemperie. Recuerdo al pisarla el sencillo resplandor que habita en los libros de Muñoz Molina El jinete polaco o El viento de la luna, donde hallo la infancia que tuve, aquel silencio que crujía en el aire esas tardes de noviembre olorosas a vainilla y picón de encina y jara. Los juegos de entonces, la emoción de las canicas rodando en el frío de una plazoleta humilde, el crepuscular temblor de los ancianos susurrando emociones y misterios de posguerra, regresan a mí leyendo al escritor de Úbeda.

Antonio Muñoz Molina es, hoy por hoy, el mejor novelista de las letras españolas. En Volver a dónde, su libro más reciente, sintetiza la luz del presente y el pasado: dibujando el silencio azulado de Madrid durante la pandemia lo funde hermosamente con la brisa invernal de su Úbeda nativa. Nadie ha logrado mostrarnos como él la textura gozosa y serena de la luz prendida a las cosas sencillas, cotidianas, en mitad de un espacio donde nos reconocemos abrazando gozosos la poética verdad que resplandece en la piel de sus palabras.