Hablar de poetas en Andalucía supone un reto mayor de lo que en apariencia pudiera considerarse. Si pensamos en los orígenes de nuestra literatura, más allá de las jarchas mozárabes, la poesía castellana representa un impulso inicial que respiró secularmente al ritmo de aquellos primeros balbuceos de una lengua aún en formación. Posteriormente, transitando los siglos de nuestra historia literaria, si adoptamos una mirada meridional, podemos atisbar en Fernando de Herrera, Luis de Góngora o Gustavo Adolfo Bécquer -entre muchos otros- un germen fecundo cuya eclosión se gestará en el homenaje al vate cordobés. De todos es conocida la repercusión de los poetas del 27, entre los cuales no podemos ignorar la estela de Lorca, Aleixandre, Alberti o Cernuda, aunque también el papel de Adriano del Valle, Manuel Altolaguirre o Emilio Prados.

La autora Juana Castro. Córdoba

Tras la mencionada edad de plata de la literatura española, en cuyo esplendor -como recordábamos- hubo un fuerte acento andaluz, llegará esa Andalucía literaria donde diversas publicaciones periódicas, por ejemplo la revista Cántico en Córdoba, materializan un legado que adquiere sentido en la poesía misma. En la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, la estela de varios de estos autores y autoras, así como otras felices apariciones, perpetuarán una lumbre agitada y veloz en este paisaje poético a las alturas del año 2021.

La autora María Victoria Atencia. Córdoba

La poesía como género literario -con permiso de la Estética de Benedetto Croce- ha aportado los últimos 35 años un elenco interminable de poetas, algunos de los cuales han encontrado un lugar indispensable en el panorama literario nacional. Los cánones de determinados textos periodísticos podrían llevarnos a realizar un recorrido laudatorio, repleto de nombres y apellidos pero, en rigor, vacío de contenido. Esto, con frecuencia, ha tenido poco que ver con el dibujo de un panorama imparcial y minucioso. Ya les advierto de que estas líneas no ofrecerán semejante artefacto, dada mi escasa visión periférica.

Sea como fuere, es un hecho que Cuadernos del Sur ha sido feliz testigo de estos 35 años, tratando de situar la cultura, y concretamente la literatura, como camino inexorable para la libertad en las sociedades actuales, como el único bálsamo infalible que, más allá de las décadas, es capaz de proyectar a los ciudadanos hacia un futuro posible, donde -a grandes rasgos- la palabra y la belleza son un reducto frente a la ignorancia y la incultura totalitaria.

Andalucía continúa siendo un terreno fértil para el verso por circunstancias que estas humildes líneas difícilmente podrán abarcar, pero cuya lectura diagonal, en un recorrido por las autovías y autopistas de nuestra red andaluza de carreteras, pretende erigirse en un mapa poético para lectores ávidos de referencias. Así, analizaremos a continuación el eco que las creadoras y creadores de nuestra región han dejado, así como el horizonte que nos ofrecen sus versos.

La eternidad de figuras como Fernando Quiñones, Pilar Paz Pasamar, Manuel Alcántara, José Manuel Caballero Bonald, Carlos Edmundo de Ory o el propio Pablo García Baena entraña una recia raíz que reafirma la voluntad lírica de los poetas andaluces. Por su parte, voces como las de Julia Uceda, María Victoria Atencia o Juana Castro siguen plenamente vigentes e influyendo emotiva y poéticamente en los continuadores de esta llama, tanto los que empezaron su trayectoria en la última década del siglo XX como las voces más recientes de la nueva poesía. ¿Qué panorama nos deja la poesía andaluza en las últimas décadas? ¿En qué quedaron los estertores de la poesía de la experiencia, la poesía del silencio o la poesía de la diferencia?

"Voces como las de Julia Uceda, María Victoria Atencia o Juana Castro siguen plenamente vigentes"

Federico García Lorca en su conferencia La imagen poesía de Góngora, para referirse a la pulsión del verso de Don Luis, o más bien para identificar la razón por la cual había gestado dicha renovación del lenguaje, hizo referencia a "una nativa necesidad de belleza nueva". Y es que, acaso sea esa la pulsión que fulgura en el anhelo creador de todos los poetas andaluces que aparecerán en este incompleto elenco.

En los albores de la modernidad líquida, los cimientos del hecho poético se han tambaleado y varios elementos han podido influir en el proceso creativo: la llegada de las redes sociales, la evolución del mundo editorial, el nacimiento de los festivales de poesía (Cosmopoética, Perfopoesía, Marpoética…) o la sucesión de crisis sociales y económicas no han dejado indiferentes a los autores andaluces, con lo que las condiciones para la configuración del hecho poético han sido propicias y muy diversas.

A los temas universales se han unido otros con plena actualidad que han diversificado el mapa lírico en las últimas décadas: el feminismo, el territorio queer, la precariedad, el cambio climático, la tecnología… Para todo ello, los poetas andaluces han tenido una respuesta. A continuación, realizaremos un recorrido cenital por la poesía andaluza -ni estrictamente lineal, ni puramente generacional, ni obstinadamente riguroso-.

"La poesía como género literario ha aportado los últimos 35 años un elenco interminable de poetas, algunos de los cuales han encontrado un lugar indispensable en el panorama literario nacional"

Con Luis García Montero y el recorrido finisecular de la poesía de la experiencia, asistimos a una vivencia lírica tan personal como colectiva, donde obras como Habitaciones separadas (Premio Loewe y Premio Nacional de la Crítica) esconden una melancolía y una amargura cernudianas, actualizadas a las circunstancias de la España de los noventa; también a finales de los 80, y a lo largo de la década de los 90, la voz de Ana Rossetti, que irrumpió con una mirada valiente y necesaria en el panorama literario andaluz y nacional, ofreciendo un culturalismo renovado y atrevido, capaz de transitar una belleza tan sombría como esteticista y solidaria.

Por otro lado, el onubense Juan Cobos Wilkins con libros como Llama de clausura, una obra inaugural y telúrica, muestra del anhelo introspectivo que hace de su poesía toda una búsqueda frente al abismo; la ruteña Ángeles Mora, afincada en Granada, Premio Nacional de Poesía 2016, desde esa otra sentimentalidad en que se le intentó encasillar, que en realidad no era sino la de un espíritu sereno, lúcido y visionariamente empoderado frente a las dicotomías sociales de su época.

Autores como el gaditano José Ramón Ripoll, con una trayectoria en la que música y conciencia han configurado una cosmovisión del mundo tan innata como sensible; la jerezana Josefa Parra y su Elogio a la mala Yerba, cuya poesía contribuye a reivindicar, desde la memoria y el compromiso, una temática amorosa y sexual igualmente natural en las voces femeninas; el onubense Manuel Moya, en su momento ganador del Premio Ricardo Molina, para el que la conciencia de clase aúna una visión ética y estética del mundo; o la almeriense Aurora Luque que, además de su dilatada trayectoria, con reciente obra Gavieras (Premio Fundación Loewe 2019) realiza una recreación de las voces históricas y mitológicas en la búsqueda de la libertad y la construcción de la identidad.

En esa misma línea, apreciando el legado de las madres y padres de la poesía andaluza del XX, emergen varias figuras con una concepción diversa en la ejecución del verso, pero similar en su acercamiento al hecho poético. En ese sentido, cabe detenernos inevitablemente -sin ánimo de configurar una tournée localista- en varias figuras surgidas en la Córdoba de los últimos años del siglo XX, desde el desaparecido y admirado Eduardo García, pasando por Pablo García Casado, Joaquín Pérez Azaústre o José Luis Rey. De un lado, el vitalismo, la sensibilidad y la lucidez de Eduardo, cuyo legado poético se eterniza en su obra póstuma, La lluvia en el desierto, que recoge su poesía completa con obras como Horizonte o frontera y La vida nueva -entre otras- así como sus últimos poemas; la irrupción de Pablo García Casado con Las afueras, en la desaparecida editorial DVD, y cuya repercusión, a pesar de la juventud de su autor, continúa aún hoy más que vigente.

García Casado consigue a principios de este siglo que la poesía española -en palabras de Martín López Vega- se manchara un algo de realidad. Con una expresión depurada y un inaudito culturalismo social, entre sincero y sombrío, entre el realismo y la depuración lingüística, llega a la "ultimísima" poesía española que aún hoy cree necesario perpetuar esa original vía. De otro lado, dos premios Fundación Loewe: Pérez Azaústre (Las Ollerías), con su particular mirada de la cotidianeidad, honesta y atemperada; y José Luis Rey, el auténtico orfebre del lenguaje de esta generación y acaso el heredero más directo del esteticismo de Pablo García Baena o, en algunos aspectos, de la vía novísima.

"Apreciando el legado de las madres y padres de la poesía andaluza del XX, emergen varias figuras con una concepción diversa en la ejecución del verso, pero similar en su acercamiento al hecho poético"

Coetáneos de los anteriores, el granadino Luis Muñoz (Vecindad) con su apuesta por la contemplación y la sonoridad como portadoras de significados; el malagueño Álvaro García (El ciclo de la evaporación), con una ambición casi modernista en la estructura del poema, donde "el poema río" fluye en una conjunción milagrosa entre palabra y belleza; María Eloy García (Cuánto dura cuánto), con un verso descarado, despojado de los límites que imponemos a la lengua, siempre rotundo y "canalla", tan original en la configuración de la imagen como cercano a la "perfopoesía".

Por otro lado, el laureado granadino, afincado en Valencia, Antonio Praena, que desde una singular perspectiva -a veces teológica- concibe el hecho poético como liberación, y a sí mismo como un mediador frente a la realidad que se manifiesta en la esperanza del lenguaje; mención aparte merece Andrés Neuman, argentino aunque granadino de adopción, cuya trayectoria no solo poética sino narrativa lo convierten en una de las figuras más reconocidas en el panorama nacional como internacional de la joven literatura en español (en poesía véase la recopilación de su poesía en la obra Casa fugaz, poesía 1998-2018).

Si damos un pequeño salto generacional, apenas perceptible, la heterogeneidad de esta hornada de andaluces del nuevo siglo adquiere nueva materialidad en poetas como el murciano -almeriense de adopción- Raúl Quinto. En él una trayectoria cuyo eje conductor se halla en la conciencia social como única perspectiva posible para problematizar el mundo, desde el impactante libro de poemas Ruido blanco a su más reciente novela; María Alcantarilla, que experimenta con la idea de una voluntad poética más puramente física que lógica, en un esencialismo casi irracionalista -recientemente reseñábamos su antología de trece poetas hispanoamericanas El cielo de abajo-; Juan Andrés García Román, con su indispensable Poesía fantástica, y un neopopularismo que encuentra su razón de ser en la experimentación del lenguaje, tan formal como semántica.

Si continuamos con la prolífica escuela granadina Olalla Castro o Erika Martínez, jiennense esta última de nacimiento, son dos de los máximos exponentes de la poesía feminista, no solo en Andalucía sino en el panorama nacional. En la obra de Castro, Premio Nacional de Poesía en 2013, el pesimismo como punto de partida en la lucha para cambiar el mundo; en la obra de Martínez la vehemencia (Chocar con algo) y la ambición de una conciencia que encuentra su razón de ser en un dominio sincero, valiente y abrumador del lenguaje; en ambas la necesidad de luchar contra la violencia estructural, de construir una genealogía para reivindicar una historia (pasada, presente y futura), así como de construir una ética de la justicia social y de la igualdad real; por otro lado, el cordobés Juan Antonio Bernier, reciente premio Ciudad de Estepona con su obra Fruto previo. En Bernier, la inteligencia y la levedad como llaves para ese milagro que es el verso: una poética reconocible y exacta donde la filosofía, ya sea en su vertiente más metafísica o estética, se esconde detrás de una contemplación consustancial de la naturaleza. Entre esta nómina, cabe no olvidar -aunque sea en alusión fugaz- a los sevillanos Gonzalo Gragera y Diego Vaya o a los jiennenses Carmen Camacho y Alberto Conejero.

Por último, hacer referencia a figuras consolidadas, pero emergentes, de la poesía joven. Así, el esteponero Alejandro Simón Partal, en el que se mezclan la espiritualidad y la herida descarnada, a través de una austera aunque honda serenidad. Hay en Simón Partal el oficio de unos de esos poetas en anhelan trascender la evidencia; Ángelo Nestore, italiano pero malagueño de adopción, representante de la poesía queer y activista cultural (véase la obra Hágase mi voluntad).

En esta penúltima promoción, dos cordobesas: de un lado, María Sánchez, bandera reconocible del ecofeminismo y autora del libros como Cuadernos de campo y Tierra de mujeres, ambos de gran repercusión en el panorama literario peninsular; de otro, Elena Medel, posiblemente la autora con más presente y futuro del panorama nacional, laureada con el Premio Francisco Umbral al libro del año con la publicación de su primera novela, Las maravillas, y editora en La Bella Varsovia, colección incorporada a la editorial Anagrama. Desde la publicación de Mi primer bikini hasta su último libro de poesía, Chatterton, con el que obtuvo el Premio Fundación Loewe a la Creación Joven, se ha erigido en una de las máximas representantes de la poesía española. No podemos finalizar este recorrido sin mencionar a figuras poéticas de una enorme proyección en nuestra región, como Rosa Berbel, Carlos Catena Cózar, Estefanía Cabello o Begoña M. Rueda.

Después de este minucioso aunque parcial recorrido -de nuevo pedir disculpas a los ausentes- cabe retornar a García Lorca y a una de sus aseveraciones en la mencionada conferencia. En un panorama tan inabarcable y poliédrico, la única etiqueta posible -obviando, como no podía ser de otra manera, a los caídos en el agujero de la poesía 2.0, desde su exigua y superficial relación con el lenguaje- es la apuesta por el poema, por el oficio de la versificación, por la imagen, por la metáfora… a día de hoy toda una heroicidad. Ya lo decía Marcel Proust: "Sólo la metáfora puede dar una suerte de eternidad al estilo". Larga vida a la metáfora, a la poesía andaluza, a Cuadernos del Sur.