Corta Atalaya, el Cerro de las Tres Águilas, Cerro Salomón en Río Tinto, Nerva, Zalamea la Real..., un apasionante recorrido por la historia colonial de la cuenca minera de Huelva. Un justo y bello tributo a los paisajes que contribuyeron a una época bicéfala, de esplendor y prosperidad económica, para los colonos ingleses, por una parte; y, por otra, de pleno empleo, esclavitud y sometimiento para los habitantes del lugar a las órdenes de la todopoderosa Rio Tinto Company Limited.

En una sociedad estratificada y totalmente jerarquizada, convivían nativos e ingleses en dos mundos aparte. En Bellavista, los británicos habían construido un confortable y lujoso entorno victoriano con canchas de tenis, pistas de criquet, jardines y cementerio propio. Fuera de esos muros, barrenadores, picadores, zafreros y barcaleadores vivían en barrios cuyas condiciones de salubridad, escasez y miseria los exponía frecuentemente a enfermedades de origen epidémico o tuberculoso.

Juan Cobos Wilkins (Minas de Rio Tinto, Huelva, 1957) es escritor polifacético, poeta, dramaturgo y prosista. Es licenciado en Ciencias de la Información por la universidad de Madrid. Creó la Fundación Juan Ramón Jiménez y es director del museo del poeta en Moguer. Es crítico literario en Babelia y en la revista Turia. Entre sus premios destaca el Jaime Gil de Biedma 1997 por su poemario Llama de clausura. Su novela El corazón de la tierra, publicada por Plaza & Janés en su primera edición en 2001 y recientemente reeditada por La Isla de Siltolá 2020, fue llevada al cine por Antonio Cuadri en 2007.

No es arbitraria la elección del título de esta novela, que nos lleva directamente a El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad. En ambas se aborda el tema del colonialismo, el choque entre culturas y el abuso del hombre sobre el hombre. Si bien en el libro de Conrad la explotación se localiza en el Congo y el material codiciado es el marfil, en el de Wilkins nos hallamos en Río Tinto y sus alrededores para asistir a la explotación de minerales tan preciados como el oro, la plata, el cobre o la pirita. Al igual que Conrad, Cobos Wilkins, en su libro, deja al descubierto la codicia del imperialismo británico durante la época victoriana.

Existe un poderoso simbolismo en el color rojo, carmesí del entorno que representa el sufrimiento de la naturaleza, de los mineros, de la tierra que se desangra por las heridas en sus entrañas que no suturan y que quedarán abiertas para siempre y volcadas sobre el Río Tinto en un paisaje de indelebles cicatrices. También la Río Tinto Company Limited se erige como potente símbolo de la avaricia desmesurada del hombre, de la ambición y del abuso del control de la libertad de los subordinados.

Conoceremos la historia a través de la anciana Blanca Bosco, que recibe la inesperada visita de Katherine, nieta del doctor británico a cargo del hospital John Francis White, del cual estuvo enamorada platónicamente en su infancia. Al igual que la prometida de Kurtz en el libro de Joseph Conrad, Katherine representa la inocencia en su visión idealizada del paisaje, a la cual han contribuido los relatos de su abuelo envueltos en un aura de aventura, leyenda y exotismo que la impulsan, en la edad adulta y en un momento de crisis personal, a visitar el lugar. Surge así el flujo narrativo en el que el lector transitará por los lugares que hicieron historia y por los hechos que llevaron a los habitantes a concentrarse en la Unión Antihumos, en la huelga del 4 de febrero de 1888 y su dramático desenlace, que quedó grabado para siempre en la memoria de las crónicas del lugar y de la historia como «El año de los tiros».

Con una extraordinaria documentación, asistimos a una novela escrita con un lenguaje fluido y poético, pleno en vívidas imágenes rebosantes de metáforas y símbolos. El corazón de la tierra ejerce sobre el lector un mágico y poderoso magnetismo.