L a más reciente obra de Carlos Clementson es un exquisito y original ensayo que titula Entre Dios y la nada , un estudio lúcido e iluminado sobre la poesía de Miguel de Unamuno, donde el autor se centra en los elementos clave que componen la poliédrica y portentosa figura de don Miguel, en especial la pasión religiosa, Unamuno ante la crítica, las fuentes y la reivindicación que hace de la lírica inglesa. Pero lo más sorprendente de esta obra no es el acercamiento científico del Clementson profesor, sino el emotivo del Clementson poeta. Lo que añade verdad a este ensayo no es solo el fino olfato de escritor que posee el autor o su mirada certera de crítico literario, sino los distintos y complementarios modos de aproximarse al Unamuno poeta y filósofo. El autor, no se sirve solo, como ocurre en este tipo de libros, de un acercamiento racionalista, lógico, conducido por la razón discursiva y el rigor científico. Lo novedoso del enfoque es la forma que tiene Clementson de completar esa visión, de abordar la compleja personalidad poética de Unamuno, no solo filósofo sino, ante todo, poeta visceral, hombre contradictorio que no se entiende solo desde la racionalidad, sino también desde el componente emotivo y poético.

Para ello, el autor intercala dos capítulos en los que explica a Unamuno y Cernuda desde la propia poesía, es decir, desde una aproximación puramente literaria, algo que solo puede hacer un profesor y crítico literario como él, que, a la vez, es también poeta. Con este fin recurre a la poesía didáctica, tan olvidada hoy y tan importante en la antigüedad.

Y Carlos Clementson sabe emplear sus cualidades de poeta para completar ese acercamiento científico que ya ha pergeñado en los primeros capítulos. La poesía didáctica le sirve para limar el conflicto entre la dura materia de la filosofía y el componente poético que aparece en Unamuno a cada momento, un personaje visceral y racional a la vez, un hombre que solo puede entenderse como lo hace Clementson, desde el anudamiento entre el saber y la imaginación, de la conjunción de rigor científico y aliento lírico. El suyo es un atrevimiento magistral: para ello hay que unir en un mismo crítico el conocimiento científico, el arte de ser poeta y el dominio de los géneros poéticos clásicos, porque hoy la poesía didáctica ha sido apartada del universo conceptual de la lírica, excluida del Parnaso con soberbia, en una actuación casi tiránica por parte de nuestra moderna concepción poética, que la rechaza sin saber que el acercamiento más completo a un autor como Unamuno se hace desde la ciencia pero también, indisolublemente unido a ella, desde la poesía. Aquí, el elemento poético tiene una misión de servicio, de intermediación: a través del poema didáctico, el autor consigue una representación más completa del hombre y su mundo, del filósofo y del artista, de ese dogmatófago hambriento de Dios que era Miguel de Unamuno.

Las fuentes comunes que comparten Unamuno y Cernuda permiten al autor asociar a ambos poetas en un jugoso capítulo titulado «La sed de eternidad» que hace al poeta (ecos unamunianos en la poesía de Luis Cernuda). Precisamente, el último tercio del libro se dedica a Luis Cernuda, desde el mismo acercamiento con que nos desnudó a Unamuno: una exposición original, un enfoque a la vez científico y poético, cuyo colofón es un poema final, de estilo lírico didáctico, en que apostrofa a Cernuda para desvelar, desde el misterio de la poesía, la zozobra espiritual que afecta al poeta en un momento determinado de su exilio en Gran Bretaña.