J o no sóc més que un arbre que s’allunyà del bosc, / cridat per una veu de mar fonda» («Yo no soy más que un árbol que se alejó del bosque/ llamado por la voz de un hondo mar»). Esta llamada en versos de Joan Vinyoli (1914-1984), un «hondo mar» que interpela al poeta, que dista oleante del bosque que ya contempla desde su lejanía, podría ser el mismo que convoca a otros árboles solitarios, mecidos por el invierno en mitad de la estepa. Ese árbol sabe de otras raíces que prenden en una tierra distinta, de la posibilidad de un lenguaje con que comprender el mundo más allá de su inversa complicidad con el tallo. Sin embargo, esa llamada no se gesta en una lengua única, porque no hay una única manera de mirar la realidad. Esa llamada es la poesía que nos habla en todas las lenguas de los hombres. Con la publicación de Joven poesía de los Países Catalanes (Jove poesía dels Països Catalans) , una edición bilingüe con selección a cargo de José García Obrero y Elena Román, La Manzana Poética materializa un proyecto ambicioso y valiente que pretende fijar la mirada en los versos de una muestra de poetas nacidos en Cataluña, Valencia e Islas Baleares entre 1984 y 1996, cuya escritura se desarrolla en español o en catalán. La antología, como señala el propio García Obrero en el prólogo, «engloba los rasgos culturales y lingüísticos» que comparten los poetas de las mencionadas comunidades, lejos de toda interpretación «pancatalanista» o de polémicas políticas disuasorias.

Más allá de las consideraciones de Jerry Fodor o Noam Chomsky sobre la relación entre el lenguaje y pensamiento, puede ser sustancial ir más allá y apuntar al alcance no ya del lenguaje sino de las lenguas para la configuración de cualquier cosmovisión de la realidad, especialmente desde una perspectiva puramente estética y, concretamente, poética. De tal modo, detectamos que la concepción de este proyecto presupone una lectura madura de la obra por parte del lector, más allá de la polarización interesada sobre todo aquello que suene a «catalán» y del furor irracional de los amantes del odio, consiguiendo reunir en la antología a algunas de las voces más representativas del nuevo panorama poético de los «países catalanes», sintagma este no apto -advertencia- para aficionados a manosear banderas.

La antología, estructurada de manera hábil a partir de los tres núcleos geográficos (Catalunya, País Valencià i Illes Balears) incluye una serie de voces pujantes, con una corta pero reconocida trayectoria creadora (Anna Gual, Blanca Llum Vidal, Gloria Coll o Carla Nyman, entre otras), así como a otras de mayor repercusión en el panorama nacional (Unai Velasco, Berta García Faet o Ben Clark). La nómina de antologados muestra una elocuente mayoría de autoras en esta nueva generación poética, cuya irrupción ha configurado un paisaje más diverso y riguroso que en generaciones anteriores. Asimismo, en el prólogo, García Obrero analiza el movimiento cultural de dichas geografías (editoriales independientes, librerías, premios literarios, revistas) que contribuye a la eclosión de esta nueva hornada de poetas y a la conformación de un mapa poético de especial interés. Esta «jove poesía» demuestra no solo un buen conocimiento del canon sino una gran pluralidad de poéticas: la imagen rotunda y audaz de García Faet, el neogongorismo de Guillermo Morales Silas («En una de mis orejas hay un tambor/ y en otra un gran silencio que no significa nada»), la experimentación en el lenguaje de Lola Nieto, la naturaleza culturalista y arrolladora de Unai Velasco («Si un ciervo cae sobre la hierba,/ si se precipitara de sí mismo y/ cayera sobre la retama/ es un estruendo de hermosura»), la apabullante solidez de Ben Clark, la sustanciación en el verso puro de Carla Nyman («Me gustaría que alguien me amara/ por el olor/ a naranjas que me queda en los dedos»). Todos ellos contribuyen a la conformación de una promoción talentosa y fértil que, sin duda, tendrá continuidad en las próximas décadas.

La Manzana Poética logra erigir con esta antología una perspectiva esmerada y rigurosa de una muestra poética de los países catalanes , contribuyendo a identificar la existencia de una mirada singular aunque heterogénea del hecho poético en las mencionadas geografías. En estos jóvenes autores la poesía es una lengua para las lenguas, el reducto de un lenguaje universal que pretende nombrar la belleza de todas las maneras posibles para que no tenga fronteras.