Hace unas semanas falleció el poeta y periodista Manuel Alcántara, del que la Junta de Andalucía conmemora este año su celebración con una exposición y catálogo, «Las columnas y los versos», que ha estado comisariado y bajo la edición del escritor Pablo Aranda, y una antología de poemas y columnas del poeta malagueño con el título de «El porvenir de ayer es ya recuerdo. Poemas&columnas», cuya selección e introducción ha llevado Francisco Ruiz Noguera. A lo largo de estos años hemos tenido oportunidad de apreciar la amistad del maestro Alcántara y de charlar con prodigalidad con él en aquellos almuerzos sempiternos en los que mostraba sus grandes dotes de conversador ingenioso, sarcástico, cáustico e inteligente. En otros momentos tuvimos oportunidad de declamar juntos en algún recital poético. Hay también una faceta importante a la que he dedicado especial atención durante estos años: su poesía y su periodismo en sendos estudios: Poesía viva (2013) y Periodismo y literatura en Málaga (2006).

A los 27 años se produce su estreno poético y publica Manera de silencio (1955), con el que obtiene el Premio de poesía Antonio Machado que concede la revista Juventud, considerado el equivalente a lo que será el Premio de la Crítica al año siguiente y figurará como poeta destacado en la Antología de la poesía española 1955-1956 de Rafael Millán, comenzando a colaborar en Juventud. En 1958 publica El embarcadero, al que le seguirá Plaza mayor (1961), con el que obtuvo el accésit del Premio Nacional de Literatura, premio que conseguirá en 1963 con su siguiente libro, Ciudad de entonces (1962), aunque un año antes Jiménez Martos lo incluyera ya en Nuevos poetas españoles. Sin embargo, no publicará una nueva obra de poesía hasta la década de los ochenta. En 1972 existe un tránsito y se recupera su obra poética, que era difícil de encontrar, en la antología poética La mitad del tiempo. Pero no será hasta 1983 cuando se inicie su segundo periodo poético que lleva a la publicación consecutiva de tres libros de poesía que había escrito durante los veinte años anteriores: Anochecer privado (1983), Sur, paredón y después (1984) y Este verano en Málaga (1985), con el que alcanzó el Premio Ibn Haydún. El mismo año que publica Antología poética (1955-1985). Su última obra lírica, la octava, es de 1992 y lleva por título La misma canción. Desde entonces no ha publicado ninguna obra.

En 2002, conmemorando los diez años de su última publicación, el profesor Gómez Yebra publicó su antología titulada Poemas (1955-2000), editado por la Universidad de Málaga. La lírica de Alcántara es nostálgica, neorromántica, cernudiana, filosófico-vital, senequista -y estoicista, en la línea quevediana-, metafísica, a veces; musical, heredera del modernismo en su musicalidad y del noventayochismo en su densidad vitalista, donde muestra las grandes raíces de lírica intemporal: la vida, la muerte, Dios, la tierra, el paso del tiempo. Son los temas frecuentes y en un plano secundario otros no menos baladíes: el mar, la nostalgia de lo perdido, el olvido, la presencia de lo perecedero...

PROSA INGENIOSA

Como periodista tengo constancia de que Manuel Alcántara, a fuerza de ser fiel a sí mismo y a su filosofía senequista de la existencia pasada por Quevedo, Larra, Gómez de la Serna y César González Ruano, y un distanciamiento irónico personal que la conmueve, alcanza en su lenguaje cotidiano, preciso y exquisito, una altura académica extraordinaria y una singular creatividad. Pocos han deconstruido la realidad y construido el lenguaje como él. En los últimos tiempos podríamos citar a Francisco Umbral, Jaime Campmany, Manuel Vicent y poco más. Esta labor orfebre de deshacer analíticamente los elementos conceptuales de la realidad y la de fabricar una arquitectura lingüística de sentido conforman su particular modo de entender el periodismo, la vida y la literatura. Muchos de los críticos y estudiosos de su obra coinciden no ya en sus dotes como persona sino como escritor, como creador de una forma de decir, de un modo de estar ante la realidad. El escritor y académico Claudio Guillén (con motivo de la entrega del Premio El Torreón a toda una trayectoria profesional, en recuerdo a Ramón Gómez de la Serna) decía que su prosa «es preciosa y ejemplar, porque es sencilla, es modesta y sencillamente rezuma ingenio, inteligencia, capacidad de invención y todo eso con una moderación y una concepción que está en la mejor tradición andaluza, con una cierta reserva y una capacidad de alusión al mundo que es infinita». También el periodista Álex Grijelmo confirmaba un perfil similar cuando decía que «es un apasionado de las palabras, del lenguaje, de las metáforas certeras». La escritora Rosa Regás insistía en la riqueza de su prosa... Declaraciones que no hacen sino confirmar un hecho en el que luego insistiremos más precisamente: la calidad literaria de la prosa del escritor malagueño y su profunda reconciliación con el lenguaje literario.

El buen decir, sin embargo, no debe estar reñido con la sencillez. Un concepto muy querido para Alcántara que distingue perfectamente esa sencillez que es ligera, es decir, no la del predicador ni la del que da la lata. Y así dirá Manuel Alcántara lo siguiente sobre los valores que tienen su prosa literaria: «Hay, por tanto, una prosa que tiene encanto y que te lleva, y otra, sobrecargada, llena de datos y sentencias, que te hace muy fatigosa la lectura. Una cualidad del articulista debe ser la amenidad. El primer mandamiento es no aburrir a Dios sobre todas las cosas. Luego está la preocupación de ser asequible. La gente huye de la pedantería, no le gusta que le den lecciones. Yo creo que un artículo puede ser cualquier cosas menos un ensayo enano. El género es muy difícil y muy raro, porque participa del ensayo. Una de las personas que más admiro, es Fernando Savater, que es filósofo, y escribe artículos asequibles a todo el mundo». Alude el escritor a un hecho también determinante en sus columnas: el colocarse en la posición del lector, incidir en sus gustos como individuo que vive en un tiempo, en una época, con determinadas preocupaciones y con un tiempo determinado de lectura. Esa premura del lector en ciernes y la necesidad de contar en un espacio muy limitado un pensamiento certero conforma la propia realidad del artículo, a la que se refería Alcántara: el no aburrir, el deleitar transmitiendo un pensamiento, un aserto, una máxima, un aforismo, un apotegma. Sus columnas lo son y todas ellas los encierran. Podemos citar unas cuantas como ejemplo de nuestras afirmaciones: «El liberalismo consiste, entre otras cosas, en no descartar que el de enfrente pueda tener razón»; «creo en la tolerancia, en la posibilidad de que el de enfrente tenga razón»; «hay políticos que siempre ven la solución en el aumento del problema»; «yo creo que uno es de todas partes, sobre todo de donde quiere ser»; «la seguridad es algo muy irritante; en cambio, la duda te ensancha»; «quien nace tonto, con los años se perfecciona y al final es aún más tonto»... En definitiva, un gran periodista y escritor que ha tenido una larga y fructífera vida y trayectoria literaria.