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Arte

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Escribía Rilke a Franz Xaver Kappus, cadete de la escuela militar austrohúngara y poeta desconocido: «El propio arte no es más que una forma de vida, y puede uno prepararse para él viviendo de cualquier manera, sin caer en la cuenta. En toda realidad se está más cerca de él que en las profesiones irreales, seudoartísticas que, dándonos la ilusión de estar cerca del arte, prácticamente niegan la existencia de todo arte y lo dañan, como por ejemplo lo hace el periodismo en pleno, y casi toda la crítica y las tres cuartas partes de lo que se llama y quiere llamarse literatura».

Para encontrar la verdad para uno hay que apartarse de la verdad de los otros. Y en el fondo para estar en el arte hay que apartarse del arte, de aquello que se denomina arte y no es más que una mentira, la falsedad del arte. El arte verdadero, el original, se aparta de toda concepción ya determinada o predispuesta, de las modas, del éxito pasajero, de las ventas masivas. El auténtico arte se crea por el artista gracias a sus cualidades y a su estudio permanente y constante.

La vocación artística está llena de dudas, de dudas sanas y reales. Pero así debe ser, sin la duda el arte no adquiere su categoría. Sin las dudas ese intento de arte nunca se convertirá en arte verdadero. La sociedad actual, y leyendo a Rilke descubrimos que ha ocurrido siempre, se deja llevar por lo caduco, lo efímero. Y el arte, según su propia naturaleza, no es universal y eterno.

Nunca lea lo que más se vende, ni siquiera aquello que vea anunciado a bombo y platillo, lea literatura de verdad, aquella que le llena y le alimenta, aquella que es capaz de mantener ese equilibrio entre la heroicidad y el placer. Y no olviden las palabras de Rilke, los seudoartistas «niegan la existencia de todo arte y lo dañan», ese arte negado suele ser el auténtico.

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