‘El cuadro del dolor’. Autora: Ana Castro. Editorial: Renacimiento. Sevilla, 2017

No siempre un libro inicial es el de un principiante. El cuadro del dolor, el esperado debut de Ana Castro (Pozoblanco, 1990), con el que ha conseguido el III Premio de Poesía Juana Castro, solo puede ser escrito por una persona que controla los mecanismos del verso y que sabe hacia dónde camina.

Semejante madurez se observa no solo en la sólida construcción de los poemas, sino también en la concepción unitaria de un poemario estructurado con solidez en cinco partes pretendidamente asimétricas -La nana que no fue, Raíces, El dolor, La niña y la casa y Y después-, sustentadas en un proceso de introspección a partir del dolor y de la soledad de un yo poético devastado.

Se trata, pues, de una obra profundamente vivencial, en la cual la joven poeta pozoalbense asume la realidad y la muestra sin impostura, sin un estéril ropaje lírico, como se explicita desde el propio título, una auténtica declaración de intenciones. Por un lado, la polisemia del mismo no solo hace referencia al conjunto de síntomas sufridos por la paciente, sino que, por extensión, es una proyección artística de un tormento, con sus múltiples perfiles, convertido en espacio de encuentro con el lector; por otro, propone, con una profunda coherencia desde el punto de vista poético, un discurso tejido a partir de una expresión clara y directa, en apariencia sencilla, en el que la presencia justa y estratégica de una serie de símbolos que trascienden la realidad (el dedal, el hilo, las hilanderas, los murciélagos...) sacude con fuerza al lector.

De todo el compacto volumen, que se abre con Canción de cuna, donde se presentan los dos temas vertebradores del mismo, el dolor y la soledad, destacan la segunda parte, Raíces, y la tercera, El dolor.

Orígenes

En Raíces, sin duda la más potente, la poeta ahonda en los orígenes, que configuran la mirada y, por ende, la identidad. Estas raíces son la familia y Los Pedroches. Además de Mujer entraña, un explícito homenaje al magisterio de Juana Castro como poeta y como mujer, destacan Orfandad, Simetrías, Las hilanderas y Cadena trófica, cuatro piezas en las que, a partir de un íntimo juego de proyecciones, Ana Castro ahonda en la raíz matriz, la abuela muerta, cimiento de «la manada», y en su madre, que le han enseñado a zurcir las grietas del mundo para hacerlo menos inhóspito.

En El dolor, por su parte, se imponen la desnudez y la sinceridad de un sentimiento estremecedor y el fértil misterio de convertir la devastación en materia a partir de la cual se puede crear belleza. Algunas de las composiciones más significativas de esta sección son: Quirófano número 10, de una naturalidad desgarradora y reconciliadora, Hormigón armado, donde sugiere la imposibilidad de contener el sufrimiento, El cuento de nunca acabar, un espléndido poema en prosa que obliga al lector a reubicarse antes de volver «a contar la historia desde el principio», El cuadro del dolor, reflexión acerca del desgaste y la insuficiencia de las palabras a la hora de expresarlo, y Mi dolor, en el cual plantea que no estamos educados para sufrir y la necesidad de nombrarlo para que exista.

El libro es, en definitiva, un fresco emocional y existencial, escrito desde la fragilidad que el dolor provoca en un sujeto poético que, sin embargo, muestra una vitalidad y una fuerza envidiables.

De su lectura no se puede regresar indemne, pues está escrito desde la autenticidad de lo contado y desde la sobriedad y contención de una escritura y de una mirada reparadoras.