EL CALLEJERO

Plazas de la Compañía: de Roma a Cervantes

Este lugar conserva edificios y restos arqueológicos que resumen buena parte de la historia de Córdoba

Aquí se levantaron los partidarios de Córdoba de la Revolución Gloriosa, en 1868.

Aquí se levantaron los partidarios de Córdoba de la Revolución Gloriosa, en 1868. / FRANCISCO GONZÁLEZ

La plaza de la Compañía es uno de esos rincones de Córdoba que es capaz de aglutinar, en poco espacio, buena parte de la historia de la ciudad y de sus gentes. Sorprende ver cómo en este lugar y en su entorno más inmediato aflora la huella de Roma, de la conquista cristiana, de la llegada de los jesuitas o de la revolución que mandó a una reina al exilio. Y está todo ahí concentrado, como si tal cosa.

Situada a caballo entre las Tendillas y el Ayuntamiento, habitualmente está poco concurrida, aunque en los días lectivos, a primera hora de la mañana y alrededor de las dos de la tarde, se llena de vida con el bullicio de los escolares que asisten a las aulas de alguno de los dos centros educativos que aquí se ubican. Uno de ellos, precisamente, le da el nombre a la plaza, aunque a simple vista no lo parezca.

En 1553 se fundaba el Colegio jesuíta de Santa Catalina de la Compañía de Jesús. Nacía así la primera institución educativa moderna en una época en la que Ignacio de Loyola, fundador de esta orden religiosa, aún vivía. La institución, que con el tiempo tendría varios nombres y que en la actualidad se denomina Reales Escuelas Pías de la Inmaculada Concepción y San Francisco Javier, se instaló en un palacio de los Fernández de Córdoba, un edificio espectacular que mantiene en su interior algunas joyas arquitectónicas. De ellas destaca su imponente escalera barroca, por la que a diario suben y bajan los escolares desde hace casi 500 años. Y entre los estudiantes tuvo a algunos ilustres, como Luis de Gongóra o el mismísimo Miguel de Cervantes, según diversos estudios.

Precisamente recientemente se presentó un documental que resume una intensa tarea de documentación e investigación sobre el centro, por el que han pasado diversas órdenes religiosas, y sobre su rico patrimonio.

También en la plaza de la Compañía se levantó en el siglo XVII otro colegio, el de Santa Victoria, en el que se construyó una espectacular iglesia en forma circular que recuerda al Panteón de Roma.

Y hablando de Roma, en la calle Duque de Hornachuelos, en un patio de viviendas, se conserva un conjunto termal romano que sufrió numerosas transformaciones durante su larga vida, desde la época republicana hasta la tardoantigua, mientras que en el sótano de ese mismo edificio se encuentran restos de una calle peatonal romana, ya que «en las losas de la calle hay muchas tablas de juego», como las tres en raya, señal de que no había mucho tráfico de carros en esa época, como recordaba en Diario CÓRDOBA el investigador y profesor de la UCO Antonio Monterroso.

Y mientras la plaza está presidida por la iglesia de San Salvador y Santo Domingo de Silos, un templo fundado en el siglo XVIII tras la fusión de dos parroquias: la de Santo Domingo de Silos, hoy desaparecida como templo, y la de El Salvador, que formó parte del colegio de la Compañía de Jesús. Lo que queda de la iglesia de Santo Domingo de Silos hoy forma parte del Archivo Histórico Provincial, en la calle Reloj.

Pero la plaza de la Compañía no siempre se ha llamado así porque tras la Revolución Gloriosa (1868), que envió al exilio a Isabel II, pasó a llamarse del 20 de septiembre, para recordar que aquí se levantaron partidarios de la revolución, aunque más tarde el entorno recobraría su denominación original.