reportaje

El botijo inalterable y genuino de La Rambla

Álvaro Montaño moldea el barro con la misma técnica heredada de su padre

La zona artesanal dio estabilidad y proyección al oficio

El alfarero Álvaro Montaño moldea una pieza de cerámica en el torno de su taller de La Rambla.

El alfarero Álvaro Montaño moldea una pieza de cerámica en el torno de su taller de La Rambla. / CÓRDOBA

David Jurado

David Jurado

En el taller de los hermanos Montaño el tiempo se paró hace décadas. Las manos de Álvaro moldean el barro desde hace más de 40 años siguiendo la tradición artesanal más castiza. Los botijos que salen de este taller de La Rambla son una réplica exacta de aquellos que calmaban la sed de los segadores o los jornaleros que recogían los campos de algodón. Trabajos del campo extinguidos totalmente por la mecanización. El búcaro de La Rambla sigue fabricándose siguiendo el mismo ritual. De todos los talleres existentes en el municipio solo hay dos que sigan a rajatabla el proceso artesanal de cerámica, es decir, nada de hornos industriales ni trabajo en cadena. Entre ellos está el negocio de Álvaro. «Este es un negocio familiar, de la segunda generación de alfareros, iniciada por mi padre y que en la actualidad continuamos mi hermano y yo».

Dos personas al frente de un taller que requiere atención los 365 días del año y donde las jornadas laborales empiezan y acaban con la salida y puesta del sol. «Desde las 8 de la mañana, que entramos en el taller, hasta las 7 de la tarde no paramos. Son muchas horas las que dedicamos a este oficio», señala el alfarero. «Aquí hay que hacer muchas cosas, en este taller no solo se fabrican piezas de artesanía», explica. Al ser un negocio familiar, y estar pocas personas, «tenemos que hacerlo todo, o sea que no es solo dedicarse a una sola cosa, sino que hay que hacer varias al cabo del día para que salga todo adelante, como preparar el barro, llenar el horno, decorar a mano las piezas, atender a la clientela...».

Para Montaño, que preside la Asociación de Alfareros Artesanos de La Rambla, la declaración del municipio como Zona de Interés Artesanal «fue todo un espaldarazo a nuestra profesión». Para este alfarero existe un antes y un después desde que La Rambla ostenta tal distinción. «Fue un acierto porque la alfarería es la seña de identidad de nuestro pueblo, la declaración fue un estímulo para incrementar las ventas y para que empezase el sector a consolidarse. Fue un momento muy importante», sentencia Montaño. «La alfarería necesitaba ese distintivo de zona de interés artesanal por el número de talleres artesanales que hay en el municipio y para darles proyección nacional e internacional», como la que se consigue cada año con la muestra alfarera EnBarro.

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