REPORTAJE

Los vecinos se despiden de la encina milenaria de Rute

El árbol de 500 años de antigüedad que se ha desplomado deja una profunda huella entre los que lo frecuentaban

Alfonso Tienda, vecino de la encina milenaria.

Alfonso Tienda, vecino de la encina milenaria. / MANUEL PADILLA

“No pensé en la vida que se iba a caer”, lamenta Alfonso Tienda, de 73 años, y uno de los vecinos más próximos a la encina milenaria de Rute. Cabizbajo, rodea con su perrita linda los enormes restos que ha dejado el árbol de 500 años de edad al desplomarse. “Mira, ahí debajo hay dos olivos aplastados por el derrumbarse”, señala Alfonso. Todo son recuerdos: “Veníamos siete u ocho niños de esta zona de Los Cabecitas a jugar debajo de ella, con su follaje tupido. Siempre la conocí así de enorme”.

Una encina catalogada como árbol monumental y propuesta en dos ocasiones para ser nombrada árbol del año de España. Pero llegó el 28 de diciembre de 2021 y el árbol se partió por la mitad, dejando en pie y de forma inestable la otra parte de la encina. Medio Ambiente acordonó la zona por seguridad y ante la afluencia de visitantes, ya que la encina milenaria es muy conocida en toda la comarca y lugar de paso, por la pista próxima, de senderistas y ciclistas. Todos los vecinos de Los Llanos de don Juan, de Zambra o Los Poleares, la tienen en su memoria desde pequeños.

Alfonso Tienda vive a escasos doscientos metros. Su vida es ejemplo de apego a las tierras y al paisaje donde se crió. Su familia es de estos pagos de Los Cabecitas y Los Bujalances, en el término municipal de Rute, lindando con Lucena. Su vida laboral ha transcurrido en Alemania. Entre Colonia y Düsseldorf. “Allí trabajé primero en una empresa textil y luego una de maquinaria, hasta que me jubilé”, comenta. De hecho, sus hijos viven en Alemania, aunque él y su mujer María Delgado volvieron con la jubilación y viven entre Lucena y el cortijo situado al lado de la encina milenaria. “Debajo de la encina hemos celebrado algún que otro cumpleaños de mis nietos, cuando han venido de visita, ahora solo ha quedado el cartel”, añade.

“Anoche corría mucho aire (entre el jueves y el viernes)”, según Alfonso. “Juan Granados fue el primero en alertar del derrumbe, este viernes, el día de antes había pasado y estaba en pie”, explica. Se dirige al cortijo totalmente restaurado, donde su mujer espera sentada a la entrada. “No, no quiero ir a verla, qué lástima”, así expresa su dolor María Delgado, que no quiere visitar el gran árbol desplomado. “¡Con la de gente que ha pasado por aquí, y más durante los años del covid!”. Según María, deberían haber dejado a los agricultores cuidar la encina, la hubieran talado para aligerarla de peso y no se hubiera partido el pasado invierno, ahora la otra parte no ha aguantado el verano, pero las leyes medioambientales prohíben tocar a las encinas. “No han hecho nada”, añade.

Graham Armytage se acerca al tronco caído de la encina milenaria.

Graham Armytage se acerca al tronco caído de la encina milenaria. / MANUEL PADILLA

De las ocho familias que vivían en estos cortijos próximos, hoy no quedan más de cuatro, además de la casa del Santo Padilla, también próxima. Los tiempos han cambiado, y desde hace unos 20 años, en uno de los cortijos restaurados vive Graham Armytage, es de Yorkshire, y ha trabajado como mecánico de barcos. Cuando se jubiló conoció la zona y se quedó a vivir. Cuando le comunican la muerte de la encina milenaria, se coloca unas botas y sin camisa, estamos a 38 grados, va a verla. El rostro de dolor es el mismo que el de todos sus vecinos, la encina era un referente en el paisaje y ya no está. Alfonso y Graham señalan a un cerro cercano, la linde entre los términos de Rute y Lucena, allí destaca la silueta de otra gran encina, su heredera, la llaman la encina de la liebre.

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